MITOS Y MENTADAS
Los Odebrechts del mundo
¿Qué hace costosa una campaña política? Uno podría argumentar que la voluntad de los políticos por ganar la elección, su ambición por el poder, pero también existe otra razón: el dinero privado.
Veamos ejemplos: Estados Unidos es un país grande. Su campaña presidencial es una de las más largas del mundo. Anunciarse en televisión allí es sumamente caro. Cuando se suma un territorio del tamaño de un continente a ser cubierto por un candidato y su gente, una extensa campaña y costos crecientes para promocionarse, el resultado es claro: todo demanda más dinero. Organizar infraestructura local, vuelos para cubrir el país, gente para coordinar más gente. Estados swing que requieren inversiones desproporcionadas apenas por un par de votos necesarios.
Ahí es cuando entran, los empresarios. Las leyes electorales pueden delimitar los aportes, pero, como sucedió en Estados Unidos, siempre se encuentran nuevas opciones para colocar dinero como los Súper PAC (Political Action Committee): capital corporativo que encuentra pocos diques para meterse en el juego. ¿Y qué obtiene a cambio? Promesas de favores, acceso y negocios. Nada que ver con la ideología. O sea, como diríamos en México, el interés tiene pies.
Este fenómeno se repite en todo el mundo. Brasil, México y Argentina son otros ejemplos de países grandes, donde también las leyes de financiamiento político todavía no se aplican con propiedad. Todas son naciones con territorios vastos que deben ser cubiertos y campañas extensas que demandan dinero para sostenerse. Pero también hay países más pequeños o elecciones estatales en donde el dinero privado encuentra forma para colarse a las campañas políticas. Allí están los casos de Colombia y Perú.
Muchos partidos negocian sin «demasiada» moral, promesas a cambio de dinero privado, un método que aplican con mayor o menor dedicación, todos los candidatos en casi todas las naciones de Occidente. Algunos lo hacen de manera legal, aunque se les pueda cuestionar la legitimidad del negocio de dinero por favores.
Pero déjenme volver al principio antes de que colguemos más políticos de las plazas públicas. Muchos ponen los ojos solo en ellos, los dirigentes, a quienes ven desesperados por tomar el poder. Pero el tango necesita dos para ser buen baile. Si algo demuestra el caso Odebrecht es que corruptor y corrupto van siempre de la mano.
La constructora brasileña ha ensuciado la política de más de una decena de naciones en América Latina, y también de África y seguramente hay más. Y demuestra que, mientras haya dinero para comprar favores, muchos tienen un precio. Cuando comienzan los negocios se acaban las ideologías, me dijo hace poco un amigo, y me mostró una publicación de Univisión: Citgo, la distribuidora de la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, donó medio millón de dólares a la fiesta de asunción de Donald Trump. Maduro y Trump unidos por ambiciones comunes, el poder y el dinero, que a veces se parecen demasiado.
¿Queremos menos costos para la política? Acortemos campañas, segmentemos elecciones, hallemos nuevas plataformas de difusión y pongamos un cepo a la participación del capital privado. Sin eso, el dinero no dejará de moverse hacia los partidos y la desconfianza pública no mermará. Los electores se están hartando de los métodos tradicionales. Las sociedades necesitan menos políticos corruptos, qué duda cabe, pero también menos Maduros sin ideologías y Odebrechts sin moral.