La Masiá, esa eterna fabrica de talentos sigue funcionando. Dentro de todos los valores y características que predican, la precocidad se ha convertido en una virtud explotada al máximo en Barcelona. Ya sea por necesidad o por placer, La Masiá nos ha acostumbrado a las ilusiones tempranas y nos ha regalado jóvenes estetas con la calma y el entendimiento que solo tienen los viejos, es decir, jóvenes futbolistas con alma de veteranos.
Pedri y Gavi, son nombres y hombres que parece que llevan décadas entendiendo este deporte como maestros, con facilidad se nos olvida la edad que tienen y lo que nosotros estábamos haciendo a esa edad. Se nos olvidan las carencias propias de esa juventud y los juzgamos como si fueran filósofos en este arte. Son jóvenes que han acelerado el proceso de ser una promesa a ser una realidad inobjetable y dentro de todo ello, aparentemente, sin perder esa imagen de hijo de familia que tanto nos encanta a los románticos del balompié.
Pero no todo ha sido dulzura, esa velocidad en sus procesos, también ha tenido un costo. La probable sobre exposición e intensidad, han provocado lesiones importantes que han puesto en duda y en pausa, por momentos, la veloz carrera de estos adolescentes e incluso, a alguno le ha cambiado el rumbo de su vida profesional, como el caso de Ansu Fati. El depender física, táctica y emocionalmente de esos jóvenes, ha dejado en nosotros, en esos momentos de incertidumbre, la sensación de tener juguetes nuevos, que por tanto usarlos, los hemos roto y que no volveremos a tener otros iguales. Nos hemos quedado con la sensación de lo que pudo ser, y esa es de las peores sensaciones que existen, si no me creen, preguntárselo a Bojan Krkic.
Pero, a pesar de todo, a pesar de la salida del club del mejor futbolista de la historia, de las lesiones de las promesas, incluso en esos momentos, la Masiá nos ha arrojado a la cancha, niños de oro para volver a ver la luz de la ilusión. En este caso, me refiero al joven Lamine Yamal.
Un nombre que resuena con la cadencia de un verso y la fuerza de un gol. Un joven poeta del fútbol, que con tan solo 16 años escribe su historia en la verde grama con la tinta dorada de su talento.
Nacido en Esplugues de Llobregat, bajo el sol catalán, Lamine parece que lleva el ritmo del flamenco en sus botines y la pasión del Barça en su corazón. Desde pequeño, su danza con el balón ha cautivado a propios y extraños, dibujando sonrisas en las gradas y dejando rivales de mayor edad regados por el camino
En una época post Messi, su debut con el Barcelona B, a la temprana edad de 15 años, fue un canto a la esperanza y un himno a la nueva generación. Su desparpajo, su velocidad y su olfato goleador encendieron la llama de la ilusión en la afición culé que lo abraza y se aferra a él como un clavo ardiente.
El 2023 marcó un antes y un después en su carrera. Con solo 16 años, debutó con el Barça B, batiendo récords de precocidad y ha empezado a sembrar el pánico en las defensas rivales. Su irrupción en el primer equipo no se hizo esperar, y con la selección española, donde se convirtió en el jugador más joven en debutar y marcar un gol.
Lamine Yamal es un poema en movimiento, una obra de arte que se escribe con cada dribling, con cada pase, con cada gol. Un joven que nos invita a soñar, a creer que lo imposible es solo cuestión de tiempo y esfuerzo.
En un mundo donde el fútbol se ha convertido en un negocio, en cuestiones políticas, de género y hasta en poses racistas, Lamine Yamal es un soplo de aire fresco. Un jugador que nos recuerda que la esencia de este deporte está en la pasión, en la alegría de jugar y en el amor por la pelota.
En su libro “Hijos del futbol”, el vasco Galder Reguera nos recuerda esa forma de entender el futbol cuando niños, como cuando en un patio de escuela, la dinámica era ir eligiendo uno a uno a los mejores para cada equipo y así hasta llegar al menos bueno, por decirlo de alguna manera. Mientras nosotros seguíamos en esa dinámica, a esa edad, un ‘niño’ en el Barça ya está dispuesto a desafiar y a hacer frente a todo lo que significa vestir los colores del conjunto azulgrana. La irrupción de Lamine Yamal ha supuesto toda una revolución en el fútbol español y mundial. Y es que, con tan sólo 16 años, el extremo pisa el verde con la seguridad y la autoridad de quien lleva haciéndolo toda la vida.
¿Qué soñabas ser de adulto cuando eras niño? ¿Ser astronauta? imagínate ahora que ese sueño se cumpliera y que siendo un niño tuvieras la oportunidad de estar en el espacio exterior. Así, de ese tamaño es el sueño que está cumpliendo Lamine. Parafraseando a Sergio Vazquez, escritor español, en cuanto a las características del jugador: “la diagonal de Messi, los regates al trote de Henry o las gambetas de Neymar. Lo mejor de Lamine Yamal es que aun no ha decidido que ser de mayor”
El escritor chileno Alejandro Zambra, en su libro “Literatura infantil”, menciona que la palabra `infantil´ suele ser usada como insulto. Si fuera de esta manera, queremos más jugadores infantiles así, los amantes del futbol queremos más “insultos” de ese tamaño.
Un joven poeta del balón que nos invita a disfrutar de su obra, a sentir la magia de su juego y a soñar con un futuro brillante para el deporte rey. Estamos ante un jugador que no puede sacar la licencia de conducir o pedir una cerveza en un bar, pero que si puede levantar cincuenta mil almas de un estadio. Que emocionante.
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