Norberto Alvarado Alegría
En Querétaro el Congreso Estatal está mal y de malas. Con un hecho inédito a 20 días de haberse instalado la LXI Legislatura sigue en una parálisis producto de la incapacidad, la soberbia y la falta de oficio político de los coordinadores de los grupos y fracciones parlamentarias, que juegan una lucha de poder perversa por el reparto de las comisiones de trabajo, el control de los órganos administrativos y el uso de las prerrogativas económicas que se asignan a cada legislador para realizar sus funciones.
Todo inició la elección del 2 de junio pasado, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) sorpresivamente perdió 10 de los 15 distritos locales de mayoría relativa, frente a Morena y sus aliados. Los recuentos administrativos y diversos procedimientos judiciales ante los tribunales electorales dieron como resultado una integración del Congreso donde por primera vez el partido en el gobierno estatal no cuenta con una mayoría legislativa que le alcance por sí sola para impulsar sus iniciativas de ley, aprobación de cuenta pública ni alguna otra decisión como reformas constitucionales o contratación de empréstitos que requerirían dos terceras partes de los 25 votos disponibles de las y los diputados.
Como una reacción tardía pero efectiva, la anterior Legislatura con mayoría panista logró sacar apenas en la línea final varios nombramientos de funcionarios y de órganos autónomos, pero aún más valioso para ellos, una serie de reformas a la Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado de Querétaro, que le permiten hoy al PAN controlar a presión la Junta de Coordinación Política (JUCOPO); controlar el proceso legislativo a través de un órgano administrativo en el cual no hay diputados; e, impusieron un candado de votación calificada para evitar modificar mediante alguna reforma legislativa el contenido de dicha ley orgánica que rige la vida del Congreso, y que está impugnada.
Hoy la presidencia de la JUCOPO, la ocupa el PAN sin tener la mayoría de los escaños, como es la regla parlamentaria, pues la citada reforma estableció que dicho órgano legislativo -que es donde realmente se toman las decisiones legislativas-, se asigna al partido político del grupo parlamentario que obtuvo más votos en la elección, y no al que tiene más legisladores. Esto parecería lógico en una primera revisión, pues la deductiva sería que el que tiene más votos logra más triunfos en los distritos, sin embargo, los sistemas electorales son cajas negras que produce resultados distintos a los que la lógica común -que es menos común de lo pensado-, nos arroja.
Dieter Nohlen lo ha explicado durante años. Retomando sus palabras, nuestro tema es la relación entre sistemas electorales y la gobernabilidad. Más específicamente: los efectos de los sistemas electorales en la gobernabilidad, que pasan a través del sistema de partidos y su relación con las instituciones políticas. Antes que nada, resulta útil establecer qué entendemos bajo los dos fenómenos o conceptos que ponemos aquí en relación. En el caso de los sistemas electorales esto es relativamente simple. Existe una literatura considerable, hoy bastante indiscutida, que los entiende como el procedimiento de conversión de los votos en cargos ejecutivos y legislativos. En América Latina, y México no es la excepción, el concepto es usado a menudo, para todo lo que tenga que ver con elecciones y sus leyes y reglamentos como, por ejemplo, la organización electoral.
Ante ello, la sesión de instalación del 26 de septiembre pasado dejó una Legislatura sin mesa directiva casi una semana, y que fue decidida por los partidos de oposición que sorprendieron al PAN, pues les devolvieron la misma acción de mayoritero para imponer una mesa presidida por Morena y contraria a los intereses de gobierno estatal.
Esto trajo como consecuencia una tensión entre los partidos con las primera y segunda minorías, que han tomado todo como afrentas personales y luchas de posturas pseudo ideológicas en el mejor de los casos, que no permiten que se inicien los trabajos legislativos. También vuelve al PAN y a Morena rehenes de los partidos que tienen una representación mínima al interior de la Legislatura, pues sus votos son tan codiciados al convertirse en el fiel de la balanza, que expone el trabajo legislativo y sus decisiones a la pragmática perversa del mejor postor.
Sin lugar a duda, esto no es imperativo de Querétaro, recordemos lo que sucedió y sucede en el Congreso Federal, donde cuatro senadores del PRD, PAN y MC hicieron la mayoría calificada que permitió a Morena y sus aliados aprobar la reforma constitucional del Poder Judicial, o la presencia de los senadores del PRI este fin de semana pasado que dio quorum a la sesión para el sorteo de las plazas de jueces y magistrados que serán removidos y electos el próximo año.
La inexperiencia, la soberbia, la falta de oficio y de sensibilidad política, de las y los diputados queretanos ha llevado a la máxima expresión, que genera división aun dentro de sus propios grupos parlamentarios, que no encuentran el rumbo de sus acciones, a pesar de que algunos quieran tapar el sol con un dedo, o bien con una declaración que a todas luces es inverosímil. Unos y otros, han asumido posiciones de berrinche, y se ha generado un vacío democrático, de trabajo y de rumbo legislativo que agudiza la ya de por sí, mala relación entre los partidos políticos representados en el Congreso local y el gobierno estatal
Cuando la política se ausenta, todos como sociedad perdemos, y sólo unos cuantos, los retrogradas, autoritarios y soberbios ganan, pasando por encima de quienes no piensan igual que ellos. En Querétaro al igual que el país, la política está ausente; la política se ha ido, la hemos perdido y con ello, nuestro nivel de democracia y gobernabilidad se reducen gravemente; la sociedad se debilita y se quebrantan las instituciones.
Cuando estos escenarios hacen su aparición entre el gobierno y la sociedad; cuando se impone la visión unitaria o de extremos irreconciliables; cuando se ejerce el autoritarismo a través de la censura y la violencia en cualquiera de sus formas físicas o ideológicas, entonces estamos en presencia del vacío que se construye por la falta del ejercicio político profesional. Hoy en México, se sentencia a la ciudadanía a desaparecer activamente porque la crítica es un ejercicio que duele, molesta e incomoda, pero sobre todo atemoriza a los gobernantes y a los actores políticos y sus partidos -sea cual sea el color-, que han deconstruido el Estado Democrático Constitucional de Derecho.