Imposible dejar pasar varios sucesos que en los últimos días nos han conmovido, tanto y de tal manera que quizá durante meses no volveremos a vivir sin miedo. El más impactante por la visibilidad alcanzada en nuestra aldea global, ha sido el del comportamiento bestial de hombres jóvenes masacrando a otros igual que ellos, igual de jóvenes, padres e hijos también, a plena luz del día, ante la mirada aterrada de miles, sin siquiera tratar de ocultar sus rostros, sus señas particulares, con la certeza de la impunidad. La barbarie fue vista por millones en cuestión de segundos y millones no pudieron dormir esa noche de asco por la deshumanización presenciada y por miedo a la impunidad, ese es el verdadero miedo, el de saber que en cualquier lugar, en cualquiera, por un cruce de miradas, por un quítame esas pajas, alguien seguro de su impunidad nos tronche el destino. Otra película trágica repetida hasta la náusea es la de los vehículos y sus pasajeros aplastados por un trailer o cualquiera de esos armatostes que transitan por las zonas urbanas. Ninguna excusa de las autoridades evita que este tipo de desgracias siga sucediendo. Si ya se sabe que este tipo de vehículos pesados entran al área urbana a velocidad de carretera y muchas veces quemando frenos, directo a toparse con carriles repletos de autos cuya lentitud se agrava también por la incompetencia de quienes ordenan disminuirlos hasta por horas, para tapar un bache, recoger basura, pintar una raya o detener a un motociclista, la moda de hoy, si ya se ha visto a decenas perder la vida o quedar desechos por esas causas, por qué no se hace nada más allá de justificarse con la cantaleta de que es tramo federal y por ello el estado o municipio no pueden intervenir, acaso un sello o una firma federal es maldición para unos y consuelo de tontos para otros. Ni que la autoridad que enviste a los alcaldes sea de las que sólo daban permiso para las ferias, para cobrar los baños públicos y limpiar los faroles cuando iba a ser el informe. El miedo es hacia la pastudez burocrática, el miedo es hacia los choferes suicidas que se la juegan con sus camiones sin mantenimiento y el miedo es hacia el estado mental de algunos que conducen empastillados e impunes.
Miedo de que un ser querido enferme y por equis razón, se deba internar en algún hospital o clínica privada, como sucedió recientemente a un matrimonio de aquí, de Querétaro, quienes por indicaciones médicas internaron a su pequeño hijo de siete años, para realizarle la circuncisión, esa pequeña intervención quirúrgica realizada desde hace mas de quince mil años, por un asunto así, de mínima importancia, esta familia hoy tiene a su pequeño con daño cerebral severo derivado de problemas con la anestesia, paro respiratorio y cardíaco y la deuda de dos millones de pesos de los gastos hospitalarios derivados, deuda con personas que les han apoyado porque el personal administrativo del hospital chafa, les atosigó hasta que pagaran su cuenta. Otro caso de impunidad. Otro miedo de caer en manos inexpertas y actitudes fraudulentas empujado por la angustia de la enfermedad, de la urgencia, de pensar que nuestro ser querido merece todo lo mejor, sólo para recoger por la puerta trasera vidas cercenadas por personas que ahí seguirán cínica e impunemente.
Imposible no tener miedo de vivir así. Las consecuencias son inmediatas y AL TIEMPO.