El chacualeo del agua que filtra por las rendijas de la madera de cedro de la vieja carroza deja mucho que decir del viaje, pies mojados, los calcetines raspan y helando el titiriteo de dientes esperan la mejor oportunidad de quejarse. La llegada a San Juan del Río lo hicieron debajo de una pertinaz lluvia que ya tiene varios días arreciando, lo negro de las nubes auspicia que no dejará de castigar el cielo y la carroza apenas a unos cuantos metros de la entrada no hace a más acercarse ¡Se ha encharcado! No habrá poder humano de lograr sacarla de ahí, no mientras no baje el nivel del agua.
Dentro de la carroza la señora de las panaderías está molesta porque nadie hace las delicias y favores de ayudarle, el capitán solo observa por la ventana el vaivén de cada gota que choca con el elegante cristal refilado de dorados. Don Desiderio solo revisa en su libreta de apuntes la hora de la cita ¡Faltan dos horas aún! No tiene empacho de seguir sentado. Desde la entrada de la hacienda que le llaman “La Llave” se logran ver a dos mozos que de pronta carrera tratan de desenvolver un enrollo de plástico para que los viajeros no pisen el lodo -situación imposible de lograr – pero que a entusiasmo no cejan ¡Por fin lo logran! Los viajeros logran bajar al vestíbulo.
Aún limpiándose los zapatos y haciendo cambio de algunos billetes por recibos deciden Don Desiderio y el “desapercibido” personaje enviado por Don Porfirio Díaz, pasan a cada cual su cuarto al aseo – el viaje de la ciudad de México a San Juan del Río les llevó once horas en carroza y el cuerpo pide descans- quedando claro de que en el almuerzo podrá tener una mejor plática.
La agenda del día de Don Desiderio va en San Juan del Río en hacerse ya de una vez y por todas del terreno donde colocará la estación hidroeléctrica, la casa de distribución, los postes por donde pasarán, así como los trabajadores que se requieren, quien los contratará y la línea de extensión de la subestación que dará cabida a los nuevos clientes. El ya conoce a detalle el funcionamiento de las hidroeléctricas -Don Porfirio mismo le enseñó la infraestructura de la ciudad de México- pero ahora él que representa a los inversionistas debe tener un encuentro nada más que con Antonio Manuel Loyola que proveía de electricidad a toda la ciudad de Querétaro, por medio de su máquina de vapor – tecnología muy adelantada a su época, pero altamente peligrosa- quien era el mayor afectado en esta nueva idea de Don Desiderio de traer la modernidad y el progreso a Querétaro.
El salón de almuerzo de la hacienda de la Llave es esplendoroso, ventanales amplios de blancos destellos, con fantasmales vaivenes de cortinas, el aroma a café y la suntuosa mesa de manjares le hacen el día al comensal “Elegantes lacayos llevan el servicio a su mesa o si lo prefiere ¡Usted mismo puede servirse! Con la comodidad que nadie tocará su comida” dicta su publicidad.
Aparte de Don Antonio Loyola estarían de invitados el notable abogado y letrista Ángel Vera, Don Ignacio Solorio dueño de la “Mercería Del Jonuco” – pegada a los hermanos de la Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe- Don Simón Rojas dueño de la abarrotería que le hace competencia de Don Desiderio por su gran tamaño “El Fin del Mundo” y el afamado fotógrafo Ignacio Muñoz Flores quien ya había sido galardonado en la primera exposición industrial de Querétaro, todos como testigos de honor ante la entrevista.
Con puntual asistencia – a pesar del chaparrón que no ha dejado- se hacen notar en distinguida mesa de albares y grotescas risas, de incontables anécdotas que solo los propios logran entender ¡Todo gira en arrebol y entusiasmo! Así se estilaban estos almuerzos.
-Pero decirnos Desiderio que se te ha visto partir con una viuda de buenos bigotes… ¡Más grandes que los tuyos! -Respondían otros mientras se toman la cabeza de risotadas.
El tono va subiendo y las anécdotas reculan:
-Platícanos licenciado Ángel Vera ¡El más prominente abogado de nuestra ciudad! Anda ¡Atrévete a contarnos cuando aquella doncella se desmayó delante del juez!
-No le veo propicio despilfarrarle, pues resulta que, en una audiencia de presentación de herencia, la joven mi clienta, se presentó como única heredera de su difunto esposo Don Florentino Gutiérrez, quien a tiempo atrás se había quedado con la herencia completa de toda una familia de abolengo queretana por casarse con la albacea ¡Más vieja que Matusalén! Una solterona llamada Nicanora, quien a pocos meses de casada sucumbió por los años dejando a Don Florentino cubierto de oro de los pies a la cabeza – hizo un sorbo al café, mientras todos atentos esperan -raudo se hizo de los favores de la señorita a quien pareciera pensó que el anciano le viviría unos cuantos meses, cuando de menos ¡Un lustro le propinó de cuidados y desesperados arrumacos!
– ¡Sin rodeos vete a la audiencia!
-Bueno, pues resulta que estábamos con el juez para que se dictara como única heredera a mi clienta cuando de pronto el juez nos muestra una escritura de puño y letra de Don Florentino indicando que no se apellidaba Gutiérrez, sino González ¡Invalidando por completo el matrimonio! Dejando nula la posibilidad de herencia. A lo que mi clienta se desvaneció delante del juez, cual no sería nuestra sorpresa que cuando llegó el médico nos hizo ir al despacho del juez y sin testigo alguno nos indicó su parte médico: No es señorita quien se desmayara ¡Era un joven!
-¡Menuda broma! -todos rieron y se llenaron de impacto por lo comentado ¡Las risas no dejaban de escucharse! Ya algunos comensales se quejaban del estruendo, cuando llegó Don Antonio Loyola, se pusieron de pie y se dieron un fuerte abrazo, se acomodaron todavía bromeando con lo de la joven y el viejo.
-Les noto divertidos caballeros – insistió Don Antonio Loyola- espero que no a mis costillas.
-¡Imposible! Te sorprenderías que la vida da sorpresas…-aun riendo dijo Don Ignacio Solorio.
-Bueno Don Desiderio soy todo oídos, acepté la invitación porque estoy interesado en esto del negocio que propones para invertir en electricidad y pues siendo mi empresa dedicada a esto, creo que seré el principal en saber que es lo que viene para nuestra ciudad de los favores de Don Porfirio ni hablamos ¡Lo has demostrado a carta cabal!
-Gracias Toño, la verdad esperaba que este almuerzo te pudiera comentar de viva voz mis planes y pues ver si sea posible te pudieras asociar, mira – los nervios siempre fueron su debilidad- estoy aquí porque voy a firmar la compra de los terrenos de lo que será una hidroeléctrica que aprovechará la fuerza del río San Juan, los manantiales de Tequisquiapan llegando a paso de tablas y ahí tendríamos que ver lo de construir una presa, que estamos diseñando ya los planos del pre proyecto ¡Es tal la fuerza del agua! Que tendremos una hidroeléctrica que hemos llamado “Las Rosas” en Ezequiel Montes y luego haremos toda una conexión desde San Juan hasta Querétaro… ¿Cómo lo ves querido Toño?
Don Antonio estaba sorprendido, su hermano Bernabé le había platicado del proyecto, pero no lo veía tan avanzado como ya lo trae Don Desiderio ¡De verdad que no le gustó en lo mínimo!
-¡Desiderio qué partida de madre me estás poniendo! Mi esposa, hijas, mis nietos ¡Todos! Dependemos de mi empresa, si haces esta hidroeléctrica me llevarás a la ruina ¡No jodas cabrón!
Vamos Toño es paso de la modernidad, has prestado un gran servicio con tu máquina, pero solo dime ¿Cuántos accidentes llevas en este mes? -Desiderio sabedor que al menos cada semana había accidentes en la máquina de vapor por falta de mantenimiento.
¡No contestó!
-Mira Toño si le mides un poco, si no ponemos esta hidroeléctrica ¡La pondrá alguien más! por eso debemos aprovechar esta oportunidad geográfica que nos brindan estas tierras llenas de agua y fuerza, pues vamos juntos en esto ¿Qué no? Te aseguro que la inversión permitirá que tu familia quede en paz y que el progreso se vaya mostrando.
-Mira Desiderio – comiendo tela- recién compre otras cinco unidades de vapor para hacer más electricidad y pues no creo que me recupere del todo con lo invertido, fue un préstamo a tres años.
-Pero mira mi Toño no la compliques, esto nos va a llevar unos cinco años aproximadamente, plazo en el cual creo te recuperas ¡Es más! Si te metes a lo de la cámara de comercio que te platiqué ¡Hacemos que todos los comerciantes te compren la electricidad! Te repones y ya cuando tengas más recurso le pones a nuestra sociedad y entre todos verás que hacemos de este proyecto algo extraordinario.
-Viéndolo así si me resulta atractivo, pero dime ¿Qué seguridad me das que todos los que pertenezcan a la cámara esta de la que me hablas me consuman mi servicio?
-Al ciento por ciento amigo ¡Así de seguro estoy! Firmamos un convenio y listo ¡Todos ganamos!
-No pues así ¡Sí le entro!
¡Todos aplaudieron!
Negocio La Concordia, frente al Jardín Zenea de Querétaro, 4 de febrero de 1903.
El negocio en últimas fechas ha disparado las ventas de una manera poco vista, tal vez sea que se avecina la primavera, las chicas casaderas queretanas desean atraer a su príncipe de formales galas – los festivales de primavera en la ciudad son famosos por los bailes al Casino Español o en los patios de las suntuosas casonas palacio que brotan de vida y servidumbre para la ocasión – o tal vez son los últimos coletazos del frío que mide al más valiente en la compra de ropa de temporada, tal vez son los meses que los queretanos llaman “de vida y gozo” en donde los alimentos rinden más, la frescura de la ciudad es aceptable y los niños van a los colegios en actividades lúdicas y de esparcimiento. Seguramente un motivo a resaltar es que los adornos de navidad y fiestas decembrinas ¡No se han retirado de ninguna de las casas de la ciudad! Sin excepción, esto aún le falta unos simples días.
-Don Desiderio está al pendiente de todo lo que pasa en su negocio, desde los almacenes, hasta los exhibidores ¡Todo es una fiesta de atenciones y servicio! Su legado lo ha trasmitido a sus trabajadores y se observa una armonía que seguramente le deja menguas ganancias.
Uno de los lugares favoritos de Don Desiderio es la nevería “El Pavo Real” de su amigo Don Felipe Olguín, quien está solo a dos locales del suyo. Un expendio de dulcería, nieves, cajetas en variedades excéntricas desde aquella con wiski – favorita de Don Desiderio- hasta la que tiene chispas de oblea y nuez que se venden en elegantes cajas de cedro, pasando por infinidad de sodas y bebidas que se preparan al comensal o al visitante, además de contar con una guardería para que todos quienes deseen visitar el jardín estén tranquilos en sus paseos y dejen a los niños al cuidado de las jóvenes Olguín Rico, las señoritas de moda en la ciudad.
Quedaron ambos de verse en la banca exterior del Pavo – como así ya le apoda la gente- y ante tal invitación no era posible desperdiciarla. Al llegar Don Desiderio se sentó en la mesa de afuera y de inmediato le trajeron en un plato hermosamente adornado con el nombre de la nevería en dorados filos, un manjar de cajeta de wiski con dos bolas de nieve de mantecado, así como una soda carbonatada.
A Don Felipe le trajeron su acostumbrada cocada y su cajeta que cubren dos duraznos en almíbar.
-Dime Felipe anda- mientras no deja de comer bocado- ¿Cuánto le pagas a Toño Loyola de electricidad al mes?
-No mucho, prendemos los focos como a las ocho y solo para cerrar y dejar limpio al otro día, la verdad es que no utilizamos mucho… ¿Vieja?- le pregunta Don Felipe a su esposa- ¿Cuánto fue de cuenta de Toño Loyola de electricidad? -Unos dieciocho pesos, pero llegó alto el recibo porque María de la Luz estuvo leyendo libros hasta tarde.
-¿Sigues con lo de tu hidroeléctrica?
-Pues sí, pero parece que no le voy a competir a Toño Loyola con esos precios, cierto que él lo hace parecer un negocio fácil, pero te aseguro que si es a dieciocho pesos el consumo no me será negocio.
-Si lo ves desde el punto de vista de la tacaña de mi señora no te será rentable… – en voz baja le dijo- pero si lo multiplicas por toda la ciudad si es una buena cantidad, mira, somos unos cuatrocientos negocios y unas dos mil casas ¡Échale número!
-No pues así “Sí capea” como dice mi señora.
Continuará…