La fuerza del paso del tren hace temblar todas las pertenencias del viejo encargado de dar mantenimiento a la Estación del Tren, suntuosa, similar a la de Londres Park ―apenas terminan de construir los andenes pero que se observa ya de categoría ― quien toma con sus gráciles manos todo para que no caiga al suelo. Un rayo da vida a la fotografía del presidente Díaz ―muchas de ellas regaladas por el gobierno debido a la gran demanda de la población de contar con una― quien pareciera cada mañana le hacer recordar su labor y su testimonio de ser un buen ciudadano, correcto y educado ¡Cómo Don Porfirio!
El aromático café de la mañana en su taza fina de albos destellos ― recuerdo de su madre― le hace recordar el bullicio de las máquinas que avisan desde los cerros de Pathé su llegada con estruendo petardos para que el aguzado acostumbre los temblores, en mucho desde esta zona lo verde del valle arremete con fuerza la gran bocanada de vapor que corona la máquina principal de este atlas rodante, constante el maquineo le permite por oído, saber la distancia a la que se encuentra.
Con la calma de un buen pastor toma la señal con un fuerte pitido la próxima llegada del tren, las personas que trabajan en la nueva estación deben hacerse a aun lado y extremar todas las precauciones posibles porque dicen los lugareños “Te jala el tren” y es una tragedia.
Una vez la gran locomotora para su caminar comienzan los detalles para distribuir la carga y los arreos necesarios que vienen en su mayoría de la ciudad de México, paquetes con comida fresca que debe ser de inmediato seleccionada, materiales de construcción de la misma estación: canteras, hierros, cimas, maderos, tejas; en otros cajones viene carbón mineral para los grandes fogones que necesitan para la fundición. Un cajón especial y lleno de productos especiales con categoría de “Vagón requisitado” es exclusivo de Don Desiderio Reséndiz, telas, productos, juguetes, vestidos de encargo y lo que nadie sospecha valiosas joyas escondidas en los cajones de algún mueble, menester que con ello guarda absoluta seguridad un traslado desde la Ciudad de México hasta su destino.
Como aún no existe la infraestructura de la estación del tren los caminos son ásperos y se pasa por hondonadas y ojos de agua, a la vez que los plantíos de caña son fuertemente resguardados de los ladrones que a bien dan por robar en época de zafra y obtener el suculento manjar dulce.
Toda una cuadrilla de trabajadores de La Concordia hace presencia en lo que será la estación del tren para que con carretas se recoja lo condescendiente para Don Desiderio, quien está nervioso esta vez ― más de lo adecuado― porque viene un cargamento escondido de tres brazaletes de perlas de alta calidad y precio que fueron puestos en uno de los cajones de una fina luna de recámara, a la cual las instrucciones fueron traerla con el mayor de los cuidados.
―¡Cálmate ya viejo te va a dar algo! Sabes perfectamente que tu hermano sabe esconder muy bien los paquetes para que nadie los pueda ver, tenle fe hombre.
―¿Pero que tal este pendejo lo haya puesto mal? Te dije que era mejor que yo fuera.
Le sirvió su acostumbrado almuerzo de huevos con salsa a la mexicana con dos tortillas de cama fritas en manteca, acompañado de frijoles refritos con carne de cerdo y pan de ajo para acompañarlo, un café fuerte y aromático domina la mesa, así que Don Desiderio no le quedó de otra, olvidar sus temores por sus placeres.
22 de enero Rivera del Rio, destilería La Providencia, entrando la noche.
¡El rugido del río avizora las buenas cosechas! las nubes que se levanta cuando choca con el puente grande le da idea a la población de las precauciones a tomar en cuenta si cae otro chaparral como el del día anterior, la ciudad puede partirse en dos. Los vigías dan la orden estricta de solo cruzar por puentes “Que nadie se arriesgue a cruzar por los ramales es peligroso” no es sano exponer la vida al cruzar el río. Por el puente de San Sebastián hoy precisamente es cuando se aparece el ánima del decapitado ¡Pidiendo una simple oración a la divinidad! Por el perdón de sus pecados. Aún ―dicen los lugareños― se le puede mirar con sus ropas de elegante conde exprimir su pañuelo con su mano izquierda y tratar de caminar ― sin cabeza― para acercarse al paseante.
¡Por ello todos cruzan hasta el puente grande!
Esta parte de la ciudad pegada a la ribera del río cuenta con características especiales, son la frontera de todas las tierras de cultivo de la caña, el producto de mayor producción de todo el estado de Querétaro en estos años, el poderío que se han ganado es porque juntan los más de dieciocho industriales aproximadamente quince millones de pesos anuales en producción, más lo que se obtenga de ventas en envase, además de dar trabajo a más de mil trescientas personas siendo sus principales productos por orden de importancia piloncillo, alcohol y el Ron.
La reunión ― a pesar de la fuerte lluvia ― debe llevarse a cabo bajo la instrucción de que Don Desiderio ― un “alocado comerciante” como le llaman ellos― ha tenido la idea de realizar una Cámara de Comercio en esta ciudad, dicen los que de política saben que por orden estricta de Don Porfirio, de ser así no habrá manera de pararle, pero de no ser cierto el gremio de los destiladores debe alzar la mano.
Preside la reunión Ignacio Esparza propietario de la destiladora San Carlos, la de mayor producción y número de tierras para la caña, quien ya había tenido varios desatinos con el propio Don Desiderio, además tiene un expendio de vinos y licores llamado La Inmortal con su socio Don Jorge Xicluna quien además expide de la tabacalera sus finos productos.
La entrada a la casa de la reunión es por un amplio patio que corona con una gran escalera de medio caracol de mármoles y esculturas griegas, les recibe un amplio salón lleno de sillones circulares y hermosos óleos de grandes parvadas de patos que dejan los suelos de castillos empotrados en borrascosas montañas, una mesa de fiambres con vasos y un cristalino hielo que deja rodar al sabor del ron.
¡Algo les asombra a los comensales! Don Ignacio les muestra un combinado del ron con una gaseosa de jarabe dulce de azuqueros quemados, colocando la medida exacta de ron, hielos y gaseosa…
― y mirad amables amigos… ¡Vualá! Un elixir al paladar exquisito ― Todos se maravillaron, así uno a uno se formó para la nueva bebida y saborear junto con un tabaco local las delicias al paladar.
―¡Señores su atención por favor! Como saben nuestro buen amigo Desiderio ha comenzado toda una partida de rebatingas y desdenes hacia los agremiados de nuestra especialidad, pero ¿qué esperamos de una persona que prefiere comprar sus licores fuera de la localía? Que pasa sus productos por el nuevo tren y que tiene a bien contar con vagones exclusivos para su consumo ―¡Es un arribista de Don Porfirio! ―gritaba el respetable ― Pero más allá de sus relaciones públicas debemos tomar en cuenta una cosa, si ponemos atención lo que Desiderio junto con su ex amigo el gobernador desean es quitar parcelas de producción a la caña para cambiarlas por grano y hortalizas ¿Cuáles parcelas? Pues la nuestras. ― alboroto.
―Así que estimados todos si en ocasión nos dejamos llevar por este desatinado camino al que nos quiere imponer Don Desiderio no tendremos que heredar a nuestros hijos y el patrimonio de nuestras familias puede ser llevado a mal puerto, porque la única manera que el gobernador tenga de quintarnos las tierras es ¡Quitándolas a la fuerza! Y eso señores es una afrenta.
―¡Inmoral! ― gritaron unos ― ¿Cuál es el plan? Le increparon otros ― Hagamos lo que en sus cabales hubieran hecho nuestros padres para defender los negocios que ahora gozamos ¡Una huelga! Imaginen a toda la ciudad sin un pan, atole, champurrado sin chianaca; imaginen a los hospitales sin el alcohol y ¡Peor aún! Imaginen a la ciudad sin Ron ―¡Apocalipsis dijeron otros! ―.
24 de enero de 1903 Tienda La Cinta.
―Buenos días don Jesús, dígame cuánto le pongo de maíz y frijol ¿Va a llevar su acostumbrado…
¡Entraron dos cuatreros conocidos de la ciudad!
―¡Ansina mismo Don Hernán! Me va a disculpar pero por orden venimos por todo el piloncillo, el pan y el ron que tenga ¡No haga preguntas porque me lo quebro! Usted hágase para acá… ¡Muévase!
―Pero Cáscaras ¿Qué te pasa? Somos amigos.
―¡Po´s hoy no juimos! Ándale, arréciale.
El pobre de Don Hernán tuvo que hacer todo con tal que no se fueran a poner en riesgo a nadie, subió a la carreta lo que le dijeron, y una vez terminó ¡Le dieron con un palo en la espalda! Desmayó.
―¡No se te ocurra decir quienes juimos porque venimos por ti en la noche!… ¡Jálale Jacinto! ― tirado aún en el suelo.
¡Por toda la ciudad en el transcurso del día se dio la misma escena! Los comerciantes de inmediato asistieron a la municipalidad, el palacio del gobernador era un hervidero de personas.
―¿Qué sucede Mario? Porqué tanto escándalo.
―¡Señor gobernador! El apocalípsis… cientos de personas están afuera acusando que unos bandoleros los han asaltado, que los amenazaron ¡Vamos a morir! ―Calma ¡Calma Mario por Dios! No pierda usted los estribos ¡Contrólese!
Los comerciantes de inmediato se organizaron y junto con Desiderio se hicieron a la labor de caminar juntos para salvaguardar su seguridad, todos los comercios ― o la mayoría de ellos― les fueron arrebatados los productos con piloncillo, desde el pan, el alcohol y los rones, así como los forajidos se hicieron a la idea de que nadie los detendría, abusaron de los gritos y la violencia. La ciudad se quedó en total penumbra, los mercados cerraron, las carnicerías poco hicieron por vender, la servidumbre que sale a comprar lo del día regresa con las manos vacías, el caos se apoderó de la ciudad.
Una comitiva se acercó al portón principal de la casa de Don Francisco González de Cosío para tratar que explicara la situación, se hizo que pasara y atentamente el gobernador los recibió. Extrañamente a esa hora del día el salón de recepciones del gobernador no pintaba con los cristales acostumbrados todos de relucir, los pisos se miran opacos, poco lucen las pinturas y los textiles de los ventanales deslucen ante el abrumado suceso, la gran mesa del centro es solo la que levanta el imperial atuendo.
Una vez llegó todos se pusieron de pie, sudando y con la camisa doblada hasta los codos, un semblante de ocupado, les dio el tino de saberse indicadamente informado de lo sucedido.
―Así mis estimados me pongo de su lado y estoy al tanto de lo ocurrido! ― lo decía mientras abrazaba a uno por uno de la comitiva ― ¡Que calamidad! ― cuando llegó frente a Desiderio continuó con el mismo acto, sin soltar el abrazo le dijo: ¡Amigo estamos con ustedes! Todo el peso de la ley a los culpables ¡Llegaremos hasta las últimas consecuencias!
―¡Estamos indignados Francisco! Primero las lluvias de ayer y luego esto ¿Qué pasa?
―¡Estamos con ustedes! He hecho nombrar a una comitiva y seguramente tendremos a los malhechores lo más pronto posible capturados, lo del producto me dicen si no se logrará recuperar y pues tendremos una crisis fuerte en lo de los productos del piloncillo, alcoholes y licores pues no se diga ¡Abstemios por obligación! ¿Cuánto calculas las pérdidas Desiderio?
―Es muy pronto saberlo, no sé muchachos ¿Cómo a cuanto creen que ascienda el total? ― reviraba a sus acompañantes.
―Miren señores vamos a hacer lo siguiente, si ustedes me indican cuánto fue la pérdida total yo con gusto podré hacer un balance y hablar con los productores para que les den un buen precio en las materias perdidas, claro que, como ustedes saben, tendrá otro costo, digo por aquello de que no tenían previsto este momento, dime Desiderio ¿Cómo te fue en tu tienda? Seguramente Mariquita se espantó mucho.
―¡Fíjate que no amigo! Mis hombres de inmediato intervinieron y si estamos aquí es porque te trajimos una sorpresa:
Abrieron la puerta, entraron los hombres de Don Desiderio con dos apresados con un costal en la cabeza… les quitaron lo que los cubría ¡Son el mismo Jacinto y el Cáscaras! ― como santos cristos de cuaresma de los golpes―
Continuará…