Querétaro, Primera calle de Santa Clara, antiguo edificio de la Comandancia del Primer Regimiento de la Emperatriz Carlota, 1903.
La desbandada de soldados Belgas que custodiaron por un tiempo en estas tierras del otrora imperio de Maximiliano a la emperatriz Carlota, desde el puerto de Veracruz hacia Europa fueron los únicos que se salvaron de la masacre del Ejército del Norte durante el sitio en 1867, para ser exactos setecientos setenta y cuatro soldados Belgas que acompañaron su huida de México, país que los buscaba para fusilarlos; a su llegada al puerto de Bruselas el primero de abril de 1867 fueron tratados como hediondos y parias desertores, ellos creyeron que nadie se enteraría de su salida, pero los correos no tardaron en llegar para avisar de la fuga del Primer Regimiento de la Emperatriz Carlota y se les abandonó ¡Sin desfile ni glorias! Así que pusieron pies en polvorosa a la mendicidad.
Los ochocientos solados belgas que sí se quedaron en estas tierras fueron soporte del ejército del emperador Maximiliano durante todo el sitio, recordando la presencia del ejército europeo feroz en la batalla acompañado de las huestes de los generales Tomás Mejía y Miguel Miramón y del acaudalado desatinado príncipe Salm Salm que venía en busca de aventuras y destellos que le permitieran platicar con las doncellas casaderas de la Europa de la casa de los borbones.
-Aquí en este edifico mi buen amigo es donde todos los ochocientos soldados Belgas tuvieron su cuartel durante el sitio, elegantes salones que pertenecieron al antiguo Hotel El Águila Roja, el más lujoso en su tiempo y que había sido la casa del acaudalado comerciante Luis Rico y su esposa de origen ibérico durante la Nueva España, le dan esa magnánime estirpe de diseño y resguardo, con sus amplios patios, su cantera delineada en el neoclásico que contrastaba con el muro barroco perimetral de las clarisas que tenían de frente y que fue cañoneado una vez gobernador de Querétaro el general del Ejército del Centro José María Arteaga, quien gustaba en sus borracheras salir con un escuadrón de su ejército en la ciudad y cañonear los inmuebles religiosos ¡Caro nos salieron sus andanzas! Exterminó infinidad de nuestra historia por el simple anticlericalismo, por cierto ¡De moda otra vez!
Estando los belgas en este edificio descubrieron bajo la bodega de vino por parte inferior de la escalera principal la entrada a una serie de pasadizos, que dice mi querida Mariquita quien de niña los visitó están por toda la ciudad debajo de cada uno de los grandes edificios.
Era el dos de mayo de 1867 sumidos en los cañonazos y disparos de los enfrentamientos entre los imperialistas y el ejército republicano cuando dos escuadrones belgas bajaron por la pequeña entrada junto a la capilla y descendieron unos catorce metros por una escalera de caracol hasta llegar a una serie de pasadizos donde sin problema alguno cabe una carroza con sus caballos, una humedad que se observaba enmohecida la cantera en verdes tonos, lo cual nos hace pensar que había entrada de sol por alguna parte pero que se mantenía a oscuridad por tiempo largo del día.
Al ir avanzando e integrarse a la oscuridad prendieron sus antorchas y lograron ver que había de recorrido todavía dos o tres varas más de distancia, conforme caminaban el agua llegaba primero a las botas, después a la cintura y previeron como correcto no continuar porque pareciera es un mecanismo hidráulico, podía existir el riesgo de sumergirse en algún tramo, con una de las espadas hicieron unas muescas en la dura cantera para determinar hasta donde habían ingresado, pero cual fuera su sorpresa que al tratar de regresar ¡No encontraron la guía suficiente! Tuvieron que pernoctar ahí sin motivo o manera de salir.
El comandante al darse cuenta que le faltaban dos escuadrones en el pase de lista hizo a bien buscar en la bitácora los nombres y grados de las personas que habían bajado para reportarlo con el general de la plaza, que al encontrarse sitiados debieron haber avisado al superior en mando, una vez obtuvo la lista solicitó el permiso para ir a buscarlos, tuvo a bien conseguir un par de simples hombres, para no volver a repetir el suceso, bajaron por el mismo ducto y avanzaron, descubrieron que en el agua flotaban gorras, camisolas y algunos pantalones que con el reflejo de las antorchas pareciera un descanso veraniego, pero al acercarse y tener la luz suficiente ¡En macabra visión los cuerpos de los dos escuadrones flotan hinchados de ahogo!
¡Regresaron los tres despavoridos ante la visión dantesca!
El comandante mandó tapiar la entrada de las escaleras, solamente dejó tres círculos sobre la tapa y una pequeña guía para decirnos donde está la entrada.
-Y es la que buscamos ¿Es verdad Don Desiderio?
-Si mi estimado notario amigo ¡Es justo la que estamos buscando!
Esta casa en la cual Don Desiderio anda en su etapa de buscador de tesoros – afamado cazador de aventuras de fantasmas y oro- le fue dado permiso por el excelentísimo obispo Rafael Sabás Camacho que es quien ocupa este edifico como parte del obispado, aunque realmente solo se usa la parte de frente, los grandes salones de arriba donde está el despacho, y solo cuatro habitaciones, todo lo demás está abandonado, inclusive hay cuartos que aún conservan los muebles y armería de los comandos de la Emperatriz.
Es aquí en donde Don Desiderio gusta de lograr entrar a los pasadizos que dicen los abuelos “nutren por toda la ciudad” con las entradas principales por el cerro de las rocas que suenan a repique de campana o el antiguo cerro de Pathé que aún se aparece el mismo Mefistófeles para pactar por amor y pasión al inocente caminante. En pláticas con el señor obispo ha increpado que no existe pasadizo tal, que la superchería de soldados que se aparecen por las noches son cuentos del notario – vecino de ellos- que en sus desvelos de borrachín hace de sus historias para espantar a sobrinas y dóciles damas.
Pero el propio notario es quien en una discusión entre parientes dueños del predio de atrás descubrió el mapa del comandante de los belgas, al revisar los documentos de la masa testamentaria, que pernoctaron durante el sitio en este lugar y que a decir de los vecinos se escuchan alaridos y agua ¡Seguro que donde hay agua habrá oro! Piensa Don Desiderio – quien aún no deja de pensar en sus futuros inmediatos, pero que esta actividad le distrae de sus problemas-. Al bajar a la entrada donde marcan los tres orificios encuentra Don Desiderio y su amigo el notario una posible prueba de lo dicho hace no tan solo unos simples cuarenta años.
-Mira amigo mío ¡Coincide! Seguro estamos cerca de la entrada es cosa solo de saber cómo distinguimos entre saber si son hechas por el comandante o son solo simples figuras. – con su pequeña daga hizo una incisión y fue rascando el contenido de lo que sospechan es cal, conforme picaban más la cal se hacía húmeda posible señal de una entrada a los acuosos pasadizos. Una vez terminaron de extraer lograron, sin mucho esfuerzo levantar una delgada loza de cantera no original, al observa vieron que si era necesario que trabajadores picaran para extraer el material que topaba, piedras, arenilla y cal dan el tapón que evita se acceda a las escaleras.
-Observa notario, aquí hay una bajada se mira que continúa ¡Mañana regresamos con dos personas más que nos ayuden! Verás que encontramos sin problema alguno la famosa entrada- ¡Emocionado Don Desiderio como un chiquillo le increpa! El notario solo hace por escribir – que es su trabajo- todo lo que observa dejan claro con algunos dibujos el camino y la forma de entrar.
Una vez volvieron a colocar la delgada tapa de cantera pusieron un macetón por encima para que a nadie se le ocurra inmiscuirse, dieron por terminada la aventura por ese día. Se pusieron de acuerdo y lograron salir dándole las gracias a quien cuida la entrada, una vez afuera cada uno de ellos tomó su camino.
La mañana se luce con el resplandor del astro sol que refleja justo la entrada de la marca que Don Desiderio y el notario dieron a colocar, el macetón está en su lugar e hicieron que los dos trabajadores de la tienda La Concordia los acompañaran para retirar parte del material quienes raudos lograron deshacerse con más de doce carretillas de material. Ya la media mañana marcaba el calor y una vez despacharon a los trabajadores lograron bajar por unos cuantos metros ¡Aún está la entrada bloqueada! Pero ahora ya no es el material de rocas y cales ¡Ahora es un poco más fuerte el material! Como si hubieran fundido la roca ¡Extraño caso! Trataron por un rato de empujar, tocar con las uñas los orificios, buscar una muesca o resquicio de espacio para logar apalancar ¡No lo lograron! Insistieron y en uno de los intentos lograron desplazar un poco la piedra ¡No era de empujar sino deslizar!
Lo primero que observaron fue el calor húmedo que desprende el vaho de la entrada ¡Les cubrió todo el cuerpo! Una señal de que hay entrada y salida, porque si no fuera así el aire no correrá, después se dieron cuenta que pequeños orificios de afuera alumbran de día el pasadizo que a leguas se mira como abandonado ¡El agua corre desde el fondo hacia la vuelta!
– ¡Por dios amigo! ¿Esto qué es?
-Lo vamos a saber ¡Vente! – le tomó del hombro Don Desiderio y ambos bajaron hasta mojarse las rodillas, al ir avanzando van reconociendo que se encuentran por debajo de lo que son las estructuras de las casonas vecinas al edificio del obispado, impactados deciden detenerse y tendrán que decidir entre continuar o esperarse a traer a más personas, tal vez algunos amigos de los comercios de la ciudad o tal vez mejor no decir ni una palabra.
– ¡Esto puede cambiar por completo la idea que tenemos de la ciudad!
-No me preocuparía con eso ¡Es mejor observar muy bien! Esto debe ser un antiguo canal de aguas, más allá de la acequia, pienso es una manera de que el agua llegaba a las fuentes de la ciudad, no sé me da a la idea que se tiene conocimiento de esto, pero ¿Hasta qué punto?
Decidieron mejor regresar en otra ocasión para ya listos lograr adentrarse de más hacia el fondo, el notario por su parte hizo a bien tener todo listo, tomó nota y le fue sencillo describir todo lo que observa.
-Ni una palabra de esto amigo, debemos ser cautos y tomar a seriedad lo que recién descubrimos, podemos desalinear algunos conceptos de la traza original de la ciudad, estoy seguro que mi amigo Don Florencio nos puede informar algo, él fue quien en varias ocasiones me habló de estos pasadizos tratando de encontrar la entrada.
-Pues no se diga más ¡Vamos con él y que nos saque de dudas!
Tomaron ambos de regreso del pasadizo -peleando contra corriente un poco- subieron las escaleras, deslizaron la pared falsa y volvieron a colocar la delgada cantera, al arrimar la maceta que servía de estorbo una ligera voz les reprendió.
– ¿Hace cuánto que estuvieron dentro? – con sorpresa una religiosa les hace el uso de palabra.
-Disculpe usted hermana ¿A qué se refiere? – la sorpresa fue de ambos.
-Ustedes no saben lo que está debajo de estos pisos ¡Lúgubres historias se escuchan por las noches! Terribles augurios les caerán en sus vidas.
– ¿Más terribles augurios? – Increpó Don Desiderio – mire hermanita agradecemos sus palabras, pero estamos pensando ya cerrar el portón con llave que amablemente su excelentísima nos hizo el favor de prestar, así que le pedimos de favor nos acompañe para el exterior, aquí al lado vive el señor notario y seguramente una bebida refrescante nos invitará ¡Venga por favor!
Le tomaron de su mano y le sintieron fría, los acompañó hacia la puerta y en la salida al dirigirse hacia la casa contigua ella se despidió.
-Agradezco su infinita paciencia para conmigo, mi andar es terco y me duelen mucho los huesos, gracias por la invitación a la bebida refrescante, pero si deben saber que no les estoy previniendo ¡Es una verdad lo que les sucederá! Por solo haber profanado los pasadizos.
Entre ellos dos solo se miran y la tildan de una viejecilla avispada, alguna desatinada religiosa -que ya poco se ven por estos lugares- las que dejaron la ciudad en el sitio y lo abandonado de muchos conjuntos religiosos hacen de su valía sea sorpresiva.
Al paso que ella iba caminando su imagen pareciera se desvanecía, en el acompasado ir y venir les dejó con un dejo de duda en su origen, pero más aún, de sus predicciones.
Continuará…