Sabino Medina
Historia, mucha historia y menos palabrería parlamentaria que nadie se traga. Ni el general Lázaro Cárdenas del Río, ni Obregón y Calles, militarizaron el país; tampoco los generales Matías Ramos, Felix Bañuelos y Pánfilo Natera militarizaron a Zacatecas.
Yerran los seudo constitucionalistas y legisladores de la oposición actual cuando confunden los contenidos formales constitucionales, con y en las diferentes etapas históricas, por las trascurre la historia de México, su desenvolvimiento y desarrollo social, con los episodios de violencia en que se mueve el capitalismo y la economía nuestra, en la relación desventajosa con la capitalización mundial del sistema.
Muy pronto vamos a ver, si es que no nos hemos dado cuenta todavía, del acontecer mundial de las mismas contradicciones que se manifiestan en México, al igual que en EU, España, toda Europa y Asia entera, sin descartar a un solo país en el mundo.
¿Qué tiene que ver la “realidad” formal constitucional de esos países con la historia real concreta de las fuerzas sociales y económicas en pugna por la apropiación del valor global de su producción y su correspondiente reparto internacional de ganancias conforme a las masas de capital donde el pez grande se come todos los peces pequeños juntos?
Señores Senadores mexicanos, capas medias numerosas dispersas en el orbe terráqueo, masas enteras de pueblos, todo junto continentalmente, estamos ante el riesgo de un conflicto social global, una de cuyas expresiones es la inflación, la carestía y, desde luego, la baja de la rentabilidad y la caída de las tasas medias de ganancia extremadamente desiguales y diferenciadas acorde a su grado de capitalización y de sus procesos de obsolescencia capitalizadora por partes y global.
¿Qué tiene que ver la constitucionalidad o no de cada país con este proceso real del capitalismo, como antes aconteció con los regímenes feudales y el Colonialismo? El orden jurídico es una máscara de las clases dominantes, para legitimar su poder y su dominación sobre los trabajadores, los campesinos y hasta las clases medias que sirven a sus designios.
Nuestra Constitución y las que le precedieron, se corresponden con el grado de dominación que hubo en México, por parte de las clases y los grupos dominantes que advinieron donde un largo proceso de Independencia y de colonialismo; sólo que en 1824, éramos poco menos de 5 millones de mexicanos, en su mayoría peones y unos cuantos miles de mineros sujetos a explotación extrema.
En 1857 no había crecido gran cosa la población y menos todavía la producción y la propiedad de la tierra era, si acaso de algunos cientos de propietarios, más las posesiones indígenas, cuya producción de subsistencia y de intercambio interno se hacía en especie y con productos artesanales.
México no fue Colonia como los EU, de una potencia manufacturera industrial pujante que se impuso como hegemónica que se impuso a lo largo del siglo XVIII.
Norteamérica importó población de toda Euro y población negra esclava al servicio de la capitalización fabril del algodón, tabaco y seguidamente la producción de granos de las extensas praderas norteamericanas,
¿Qué tiene que ver la Constitución de Jefferson y Tocqueville, con todas las formas de explotación de las tierras y la industria norteamericana de su tiempo? Fue el orden legal y la organización interna de las clases dominantes de esa potencia, en lo interno y en lo internacional, lo que es permitió enfrentar a España en la Florida y Cuba, a Francia en las Laosianas y Texas, para después alcanzar las salidas en ambos océanos pasando sobre los territorios que fueron del México colonial atrasado junto con su metrópoli derrotada por la Revolución Francesa y Napoleón, ya desde antes en declive desde finales del siglos XVI con la Revolución Florida de Cromwell.
No se enreden tanto mis queridos legisladores federales y unos cuantos parlamentarios locales, que se desgarran las vestiduras con el inexistente y minúsculo ejército mexicano, que a duras penas logra contener y controlar la provocación internacional del narcotráfico y del intercambio desigual con Norteamérica principalmente.
No hay militarismo, ni lo habrá que nos haga más año que las propias trabas económicas, que nos imponeos con nuestra ceguera ideológica y política de que tanto hacemos gala en uno y otro sexenio, en la errática dependencia social, económica y política en que nos movemos imitando y promoviendo escombros financieros de todas partes, menos los propios recursos, sujetos a la explotación y la capitalización externa. ¿QUE HACER? SE PREGUNTARON ALGUNOS AL BORDE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. ESO MISMO NOS PEGUNTAMOS AHORA UNOS CUANTOS MEXICANITOS DE A PIE.