Haití es uno de los países más pobres del mundo y el menos desarrollado del hemisferio occidental. Además de las condiciones económicas adversas que enfrenta, es muy vulnerable a fenómenos naturales, sobre todo a huracanes, inundaciones y sismos. En lo que concierne a su situación política, las instituciones son débiles y ha experimentado frecuentes cambios en su gobierno. Tiene una élite muy cuestionada por temas de corrupción, su población está dividida y existen bandas criminales en operación.
Muchos factores han contribuido a la vulnerabilidad de ese país: su pasado colonial, las circunstancias con que se formó como nación, la falta de rendición de cuentas de autoridades, administraciones deficientes, su exposición geográfica, y las políticas que no han podido desencadenar condiciones básicas para el desarrollo y para que se alcance un eventual Estado de derecho. El lamentable asesinato del presidente Jovenel Moïse puso al descubierto la fragilidad del sistema político y la sociedad haitianos.
Después de décadas de inestabilidad política, la ola de violencia que enfrenta el país inició en 2016, cuando Michel Martelly, el predecesor de Moïse, dejó la Presidencia. Entonces, las elecciones de primera vuelta fueron muy cuestionadas, se acusó un fraude masivo y Moïse llegó muy debilitado al poder. Además de las protestas por los comicios, hubo un proceso inflacionario, escasez de combustible, señalamientos de corrupción en contra del nuevo gobierno y mayor actividad de las bandas criminales.
Uno de los pilares de la democracia es el equilibrio de poderes. En Haití, el Legislativo no funciona como contrapeso: el Senado está incompleto y la Cámara Baja está vacía. En estas circunstancias, hay incertidumbre sobre quién debe gobernar. Moïse había nombrado a Ariel Henry como el nuevo primer ministro, pero Claude Joseph (primer ministro saliente) afirma que él es responsable del gobierno. La Corte Suprema está disuelta y quien la presidía falleció recientemente por COVID-19. En estos casos, la legislación establece que en 90 días se deben realizar nuevas elecciones para renovar el Parlamento y la Presidencia. Hay quienes dudan que haya condiciones para que se lleve a cabo el proceso electoral en el tiempo señalado.
El magnicidio del mandatario ocurre en un contexto de aumento de la actividad criminal, mayor poder de las bandas, falta de una oposición fuerte, pobreza creciente e inestabilidad. De hecho, el primer ministro saliente solicitó asistencia a Estados Unidos, para proteger la infraestructura crucial del país. Sin embargo, al momento se ha hablado de que la ayuda se concentrará en investigar las causas del asesinato del presidente. Por ahora, se llevan a cabo las indagatorias correspondientes, y en ese contexto actuarán oficiales del Buró Federal de Investigaciones (FBI).
Como parte de la misma comunidad regional, Haití nos causa preocupación. Nuestra convicción es que la democracia es el mejor sistema que tenemos para dirimir diferencias, y que el Estado detenta el uso legítimo de la fuerza. El problema es que en ese país el Estado no está siendo capaz de proveer seguridad física ni humana, y que sus instituciones son muy débiles. Tiene además una democracia incipiente, pero que podría lograr transitar hacia un nuevo pacto, como lo tenían previsto en sus elecciones de septiembre próximo.
No será tarea fácil fortalecer las condiciones de estabilidad y paz en el país. Se requerirá de ayuda internacional que pueda proveer recursos y asistencia técnica. En los últimos años, las Naciones Unidas han mantenido un par de misiones para ayudar a la recuperación y el fortalecimiento de las instituciones democráticas y la paz. También hay un grupo diplomático y del servicio público de la propia ONU y de Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, España, la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos, que busca la estabilidad en la nación caribeña.
El problema no sólo es el magnicidio del presidente, sino que ocurrió en una situación de caos y desorden político. No hay certeza sobre el futuro, pero quisiera creer que el pueblo haitiano encontrará señales de esperanza para reconstruir una sociedad dañada por la violencia y el desasosiego.
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