Los sesentas del siglo pasado es periodo de transformaciones. En el final de la década, el impacto en todos los niveles de convivencia del mundo, por nuevas tesis, hipótesis, descubrimientos; cambios a formas estructurales del pensamiento y de la creación artística; movimientos de masas, colocan cimientos firmes al salto histórico de la humanidad, que acontece en los tres últimos decenios del segundo milenio y, en este tercero da sus primeros años, llenos de tecnología, pandemias, guerras. La canción es territorio fértil para el desafío que representa el cambio. La creación, el rescate de obras músico literarias, condenadas al silencio por ser lejanas al mercado de consumo, es una propuesta diferente al éxito, que convierte al canto, en producto vendible para el gusto melómano. Como alternativa a la canción espectáculo/ industrial, en Latinoamérica surge un movimiento estético/ social, sonoro, literario, denominado Canto Nuevo- Nueva canción.
En México algunos de los nombres de los primeros integrantes de esta corriente musical son: Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Tehua, Guadalupe Trigo, Rene Villanueva, Salvador” Negro” Ojeda, Gabino Palomares, José de Molina; Julio Solórzano, tal y tal. Compositores, intérpretes, músicos, autores, productores, procedentes de diferentes estilos, concepciones ideológicas, capacidades artísticas, que producen proyectos en su gran mayoría, independientes, que conforman la estructura de la Nueva Canción Mexicana que continua en movimiento, con mayor caudal de participantes creativos y receptores. Gran parte de su vitalidad, consiste en la diversidad de los géneros y tendencias musicales que la conforman, su influencia del canto latinoamericano; su fusión con el jazz, con el rock and roll, con la canción tradicional nacional, con la proclama, el panfleto; con la poesía, ese es el camino que tiene su vigencia.
Hace cuarenta años, el 18 de marzo de 1982, falleció una de sus figuras. Guadalupe Trigo (Nació en Mérida Yuc. 1941, + carretera Cuernavaca- Acapulco); esa madrugada un accidente carretero truncaba la música de Guadalupe, basada en el sonido mexicano que tiene como base la guitarra; en la musicalización de textos poéticos, con una diversidad temática como la esencia del canto nacional. La pluralidad es una de las virtudes de la Nueva Canción Mexicana, la obra de Trigo es una clara muestra que ha quedado impresa en más de diez producciones discográficas; algunas de sus canciones- su repertorio cuenta con más de cien obras- con la participación de autores, pertenecen al catálogo de la canción popular contemporánea. Durante once años de 1971 a 1982, su trayectoria lo llevó por escenarios nacionales e internacionales donde su trabajo fue aceptado y aplaudido con entusiasmo. España, Republica Dominicana, los estados del norte de EUA; en la etapa final, conciertos y recitales de solidaridad con los movimientos sociales, en normales rurales, universidades, fue el epilogo de su ruta.
Alfonso Ontiveros Carrillo, su nombre legal, fue abogado de profesión, titulado en la Universidad de Yucatán. En sus inicios en el canto formó parte del grupo” Los Monjes”, conjunto de dedicado en la península a interpretar rock y música de moda; se trasladó a la Ciudad de México, donde grabó con su nombre legal algunos discos y recibió clases de ejecución de guitarra del Maestro Juan Helguera, su coterráneo. Al final de 1971, apareció en el mercado discográfico una producción distinta a lo que en ese momento dominaba las promociones disqueras. Un disco con portada negra donde se incluían entre otras: Mi ciudad, La milpa de Valerio, Genoveva, El último poeta, Pajarero, Veloz, Ven chatita, y otras canciones con textos de Eduardo Salamonovitz- Eduardo Salas-. Lo conocí en la primavera de 1972, donde acepto dar conciertos y recitales en la Universidad Autónoma de Baja California, donde cumplí en esos ayeres la encomienda de coordinar el taller de Poesía de la UA de BC. Ese junio nació una amistad que hasta la fecha tengo en lado izquierdo, donde guardo las ideas y sentimientos. Construí con sus melodías un catálogo de casi sesenta canciones, llevadas a los acetatos por Lola Beltrán, Miguel Aceves Mejía, Emanuelle, y otros cantores que las llevaron por los confines de la patria y más allá de las fronteras.
Han pasado cuarenta años de su deceso, lo sigo extrañando, igual que las sesiones creativas que nos permitan hacer canciones con el único compromiso con el arte; añoro al cantor, pero sobre todo a mi amigo, con el que compartí, vivencias, tareas estéticas, momentos de lucha societaria. Han pasado cuarenta y su obra músico literaria se sigue cantando, así lo recuerdo, con su guitarra, su sonrisa y su compromiso de lograr una mejor canción popular.