En Querétaro ya nadie se sorprende: cada que el proyecto político de Gilberto Herrera Ruiz agoniza un poco más —y ya hiede—, él revive el mismo truco barato de siempre: usar la victimización ajena como leña para prender su fogata política. Gilberto, ese diputado que jamás logró articular una agenda digna, vuelve a ondear el indigenismo como bandera prestada, mientras se recarga en asociaciones fantasmas, de membrete oxidado y sin base comunitaria, para inventar conflictos donde no existen.
Este fin de semana repitió el numerito: otro choque entre ambulantes que dicen ser “representantes del pueblo” y autoridades municipales. Pero no nos hagamos: el problema no está en los artesanos ni en Amealco. El incendio se llama Gilberto Herrera, que desde hace años convirtió la identidad indígena en un negocio de renta moral, un aparato que activa cuando necesita reflectores. Es su cajita de herramientas: ruido, llanto y manipulación.
Y como todo operador mediocre, jamás actúa solo. A su sombra vive Fernando “AVSE” Flores, un regidor sin obra, sin mérito y sin futuro, cuya única aportación pública ha sido sembrar odio. Es un personaje menor, moldeado por el rencor, que hoy ocupa un cargo que le queda grande como su propio resentimiento. Desde ahí reparte insultos, amenazas disfrazadas, discursos de odio, clasismos invertidos y una obsesión enfermiza con todo aquel que piensa distinto.
“Ya se van”, repite como plegaria pobre, propia de quien no entiende la democracia y confunde el servicio público con una vendetta personal. AVSE no sabe gestionar, no sabe construir, no sabe conciliar. Solo sabe odiar, y ese veneno terminará consumiéndolo como un cáncer que él mismo cultiva en cada publicación.
Mientras tanto, su patrón, Herrera Ruiz, observa desde su ruina política cómo su peón hace el trabajo sucio. Uno provoca; el otro escupe. Y entre ambos han prostituido la causa indígena, reduciéndola a un escudo de utilería, dañando justo a quienes dicen defender.
Pero la estocada final para Gilberto no llegó del gobierno ni de sus críticos: vino de su propia casa. Este fin de semana, Morena realizó una encerrona de “unidad” con Santiago Nieto al frente. Ahí estaban Sinhué Piedra Gil, Chema Tapia, Beti Robles y los operadores que sí cuentan.
¿Y los gilbertistas? Ni una sombra. Ni un fantasma. Nada.
La política no olvida: cuando no te invitan a la mesa es porque ya eres cadáver.
La prensa documentó la escena. El obituario quedó sellado.
Mientras Gilberto juega a ser mártir eterno, Ricardo Astudillo, el aspirante mejor posicionado de la 4T, organiza, suma, teje, y enseña a esos mismos grupos a hacer política de verdad. Gilberto no entiende que la fiesta ya terminó, que el fuero se le acaba, y que lo que viene no es un homenaje, sino una cita con la Fiscalía: más de 320 millones de pesos evaporados en la UAQ, perdidos en la bruma de una transparencia torcida.
¿Con qué autoridad moral critica?
¿Qué autoridad tiene AVSE, un regidor cuyo único legado es la violencia verbal, para pontificar sobre Querétaro?
No son líderes: son ruido.
Son rabia usada.
Son fracasos ambulantes.
Mientras ellos desatan pleitos y lloriqueos en redes, el otro Querétaro —el que sí trabaja, el que sostiene esta ciudad— cerrará el año con pan en la mesa y familia reunida. Ellos no aparecerán sino hasta el Día de Reyes, repartiendo roscas duras y discursos rancios, intentando parecer pulcros mientras el país se desangra en pobreza, crimen y odio.
Querétaro merece algo mejor que esta comparsa de frustrados. La auténtica lucha social está en quien produce, respeta y levanta, no en quien grita, simula y destruye.
Aquí, la única víctima real es el estado, obligado a soportar a funcionarios que usan el cargo para agredir, no para servir.
Y lo único verdaderamente nuevo… es que su decadencia ya aburre.
Ya ni siquiera indigna.
Solo cansa.
COLOFÓN | Los diputados más caros… y los más inútiles
Y mientras usted termina de leer esta entrega, mientras hace cuentas para llegar a enero, mientras decide si paga la luz o compra la cena de Navidad, los tres diputados de Morena por Querétaro ya preparan las copas, las mesas y el árbol, porque se van a llevar más de un millón de pesos en aguinaldo y prestaciones.
Sí. Más de un millón. Más de 380 mil pesos cada uno.
Pagado por usted, por mí, por quienes jamás hemos recibido un favor suyo.
Ahí tiene a Rufina Benítez Estrada, que en un año legislativo no ha logrado figurar ni en su casa y que tiene exactamente dos iniciativas en la Cámara. Dos. Ni una obra, ni una gestión para Querétaro, ni un solo beneficio que no sea para ella misma. No es violencia política.
Es la realidad documentada.
Ahí está también Luis Humberto Fernández Fuentes, que usa la curul como si fuera una agencia de empleos personales. Su aporte público se reduce a una iniciativa reciclada, mientras reparte despensas con su cara impresa, como si el hambre fuera un spot.
Y el tercero: Gilberto Herrera Ruiz, el ideólogo de la carroña, el cacique académico que convirtió la política en vendetta y el indigenismo en negocio. El mismo que no fue convocado a la encerrona de Morena porque ya lo huelen a muerto político. El mismo que deberá explicar más de 320 millones de pesos perdidos en la UAQ.
Tres diputados. Tres cargas muertas.
Y entre los tres, apenas cinco iniciativas en todo el año…
Cinco.
Por las que hoy les pagaremos aguinaldos millonarios.
Las imágenes no mienten:
— Gilberto, con dos iniciativas, una desechada.
— Humberto, con una iniciativa atorada en comisión.
— Rufina, con dos más, también congeladas.
Son los diputados más caros de la historia de Querétaro.
Los más improductivos.
Los más llorones.
Los más huevones.
Los únicos que verán la Navidad completa, sin preocupaciones, sin deudas, sin sobresaltos. Mientras el otro Querétaro, el que madruga y se parte la espalda, decide cómo sobrevivir al enero que viene.
Usted verá a su familia en Nochebuena.
A ellos no los verá sino hasta Reyes, cuando regresen a tomarse la foto entregando roscas rancias y discursos sin alma.
Querétaro no les debe nada.
Ellos nos deben todo.
Y jamás han pagado.
@GildoGarzaMx





