Destrucción y reconstrucción: este círculo vicioso impera desde hace 15 años en Gaza, donde las cicatrices de las recurrentes escaladas bélicas con Israel siguen a flor de piel. La última, contra Yihad Islámica en mayo, causó una devastación que apenas se ha reparado y más de 1.200 palestinos permanecen desplazados, sin fondos para reconstruir sus casas.
“Estamos solos”, indicó a EFE Faraj Banat, campesino de 29 años de la ciudad de Beit Lahia, al norte del enclave, mientras contempla cómo una excavadora recoge los escombros a los que se redujo su casa por un ataque israelí el pasado 13 de mayo, que dejó a unas 50 personas sin hogar.
Ocurrió en la última jornada de una dura ofensiva de cinco días, que se saldó con 34 palestinos muertos, 130 viviendas destruidas y 3.500 casas afectadas por daños materiales, según el Gobierno de Gaza, controlado por el grupo islamista Hamás desde 2007, cuando Israel impuso un bloqueo por tierra, mar y aire sobre el enclave que ha aislado a sus casi 2,3 millones de habitantes.
Crisis humanitaria
En una pequeña lengua de tierra con empobrecimiento creciente, el 50 % de población desempleada y 80 % de residentes dependientes de la ayuda internacional, la escalada de mayo agravó la crisis humanitaria existente y empeoró el panorama.
Los destrozos causados por cientos de bombardeos israelíes se añaden a las tareas de reconstrucción inacabadas de escaladas de años previos.
Estas tuvieron su punto álgido en la Operación Margen Protector de 2014 -con más de 2.200 palestinos muertos- y otros conflictos que se repiten anualmente desde 2021, además de las guerras de 2008-09 y 2012, de las que aún quedan secuelas.
Todo ello sumergió a Gaza en un bucle de devastación.
“La reconstrucción es muy lenta” y “cada año se suman más familias a los desplazados”, lamenta a EFE Jawad al Agha, viceministro de Obras Públicas y Vivienda de la Franja, que insta a la comunidad internacional a “intervenir de urgencia”.
Escasez de fondos
Todavía hay unas 2.000 casas destruidas y 90.000 dañadas por reparar. El presupuesto para ello se eleva a 200 millones de dólares, pero las aportaciones de los donantes -países árabes u occidentales y organismos internacionales- escasean a medida que “dirigen sus prioridades a otros lugares”, frente a las perpetuas crisis en Gaza.
Por ello, aún no hay fondos para reconstruir las infraestructuras destruidas en mayo, daños por valor de 9 millones de dólares.
El déficit por la ruina económica impide que las autoridades de Gaza puedan pagar a sus empleados públicos, por lo que asumir el coste de la reconstrucción “es imposible”, se queja Agha.
Todo esto mantiene desplazadas a más de 1.200 personas -unas 236 familias- que perdieron sus casas en mayo, en gran incertidumbre, de alquiler o en viviendas de familiares o amigos.
Ataques en la memoria
Las secuelas psicológicas de la destrucción también afectan a menores como Hiba Banat, estudiante de 17 años, que mira tristemente las ruinas de lo que fue su habitación, de donde salió en el último momento antes de que un avión militar israelí la dejara hecha trizas.
“No había visto una cosa así en mi vida, estuve consternada por un mes”, cuenta a EFE.
Como el resto de la familia Banat, Hiba dice que Israel atacó su inmueble pese a no haber milicianos ni actividad de Yihad Islámica.
Por su parte, el Ejército israelí aseguró en su momento que el lugar era “un centro de comando operativo”, y a consultas de EFE, dijo estar revisando detalles del caso.
Las denuncias de destrucción de infraestructura civil por parte de fuerzas israelíes en sus ofensivas sobre Gaza son usuales.
En una investigación reciente, Amnistía Internacional denunció que en la última escalada “Israel destruyó ilegalmente viviendas palestinas, a menudo sin necesidad militar”, lo que ve como un “castigo colectivo contra la población civil”.