Fritz Von Erich (Holt McCallany) fue un famoso luchador que vivió su apogeo en los años sesenta. Junto con su esposa Doris (Maura Tierney) tuvo seis hijos, cinco de los cuales siguieron sus pasos en la lucha libre. Pero la historia de esta familia emblemática estadounidense no fue del todo feliz, y dio paso a lo que coloquialmente se conoce como “la maldición de los Von Erich”.
En apenas su tercera película, Garra de Hierro, el director Sean Durkin decidió abordar la saga de una familia que se tornó en una tragedia de proporciones épicas, evocando la magnanimidad de la mitología griega sin perder de vista el elemento humano que define a sus personajes.
Un ejemplo de esto fue la decisión de Durkin de reducir el número de hermanos, para enfocarse de lleno en Kevin (Zac Efron), David (Harris Dickinson), Kerry (Jeremy Allen White) y Mike (Stanley Simons). Una decisión arriesgada, sí, pero crucial en cuestión de narrativa para no perder a la audiencia en un mar de miserabilidad. La última palabra, sin embargo, la tendremos nosotros.
Aun así, la película tiene tanto qué cubrir -y justificar- que termina por sentirse como un caso de “pasó esto, luego esto, luego esto otro”, brincando de un evento a otro sin mayor profundidad que la de querer llegar a ciertos momentos clave. La experiencia termina por ser emocionalmente agotadora, sí, pero también algo vacía.
El aspecto más interesante proviene de la exploración de la raíz de la disfunción familiar, específicamente de la masculinidad tóxica del patriarca. Hay algo de rivalidad entre hermanos, y de sueños aspiracionales, pero la presión que el padre ejerce sobre sus hijos trasciende el deseo genuino de su bienestar, convirtiéndose más bien en un patrón de abuso, y Durkin no lo elude en ningún momento.
Para ello, cuenta con un elenco que lo entrega todo, empezando por un Zac Efron en el que quizás sea el papel más complejo de su carrera, y con McCallany y Tierney dejando una impresión indeleble como sus padres.
La escena final hará llorar a unos o provocar reticencia en otros, pero indudablemente resalta el poder de una historia que supera la ficción.