Las semanas pasadas, mi esposa viajó a Europa con algunos encargos muy claros: divertirse, relejarse, olvidarse de la rutina y sobre todo: traerme los nuevos jerseys del Barcelona y comprarme dos revistas futboleras que se editan en España: Líbero y Panenka. La semana anterior, en este mismo espacio, ya hablamos de camisetas y del valor que tienen para los románticos; hoy toca detenernos en esas publicaciones que, para algunos, como yo, son casi piezas de arte.
España, pionera en tantas cosas, también lo es en la literatura futbolera. Y ahí están Líbero y Panenka, dos revistas que no solo informan, sino que acarician el balón con palabras. Son páginas que hablan de fútbol como quien escribe poesía: sin la estridencia de la polémica fácil, con la calma de quien entiende que el juego se disfruta tanto en la cancha como en la lectura. En sus textos caben goles y derrotas, pero también política, sociedad, viajes, nostalgia y filosofía. He tenido la fortuna de intercambiar ideas con periodistas y escritores que colaboran en ellas, y siempre es un lujo. Un recordatorio de que existe otra forma de narrar esta pasión.
Para quienes intentamos poner un granito de arena en este terreno, saber que no estamos solos es un alivio y un impulso. Cada libro o revista futbolera que llega a nuestras manos es una pieza más de un rompecabezas que se expande: una comunidad que crece, se enriquece y se llena de matices. Nadie tiene la receta exacta; cada autor le pone su propia sazón a este guiso que se cocina entre estadios y bibliotecas.
En México, recientemente ha nacido una publicación que merece nuestra atención: Balompié. Es joven, pero tiene el reto y la oportunidad de consolidarse, de alcanzar la profundidad y la diversidad que sus primas españolas han logrado. Y confieso un sueño: algún día colaborar en todas ellas, tejer puentes de palabras que crucen océanos. Estoy seguro de que algún día, eso ocurrirá.
Porque el fútbol no solo se juega ni se mira; también se lee. Se vive en las páginas que lo cuentan con pasión, en las crónicas que transforman un regate en literatura, en las historias que vuelven eterno un instante fugaz. Como en la película ganadora del Oscar El secreto de sus ojos, basada en la novela del argentino Eduardo Sacheri, que, por cierto, es un esteta de las letras futboleras, autor de joyas como Papeles en el viento, Esperando a Tito y El funcionamiento general del mundo, libros que laten con el mismo ritmo que un balón en la cancha. Imperdibles.
En la película y en el libro, el protagonista es Benjamín Espósito, un detective retirado que se enfrenta a un amor no correspondido y a un caso sin resolver, buscando la verdad en medio del tiempo y la memoria. Así, para mí, cada palabra escrita sobre fútbol es una búsqueda semejante: un amor no correspondido hacia quienes hubiéramos anhelado jugar en otros céspedes y que solo nos alcanzó para jugar en el llano; donde también ahí, la emoción persiste más allá del silbatazo final: el gol que se convierte en historia, la pasión que se transforma en letra y el abrazo con el amigo cercano.
Y al igual que Espósito, aprendemos que la verdadera victoria no está en el resultado, sino en el recuerdo que dejamos en el corazón de quienes queremos y en este caso, de quienes nos leen. Así entendemos nuestra realidad, así la abrazamos y así la pateamos.
Porque, como bien dice Sacheri:
“Jugar es como entender el funcionamiento general del mundo”.







