Durante el entierro del sacerdote Marcelo Pérez, asesinado el pasado domingo, en el Municipio de San Andrés Larráinzar, en la región de Los Altos de Chiapas, pobladores reclamaron justicia y exigieron que los cárteles se vayan de la región.
“¡Justicia!”, “¡No tenemos miedo!” y “¡Fuera cárteles!”, corearon una y otra vez, al mismo tiempo que el sacerdote fue sepultado en el patio trasero de la Parroquia de San Andrés.
“¡El pueblo unido, jamás será vencido!”, gritó también desde la plaza un joven con la garganta desgarrada.
Ese joven había esperado en fila, entre la multitud, para pasar a ver el rostro del sacerdote en la ventanilla del ataúd de madera, la cual se abrió horas antes de ser sepultado, durante la misa celebrada en la plaza municipal.
Frente a quienes escuchaban la homilía y desde lo alto de la tarima de madera, Patricia Jiménez, una de las sobrevivientes de la matanza de Acteal, Chiapas, en 1997, dijo que la muerte del padre Marcelo era el resultado de egoísmo y la avaricia de la delincuencia organizada.
“De un sistema del Gobierno que ha hecho ciego y sordo por interés políticos de los grupos de poder en México”, reprochó.
“En Chiapas han minimizado el desplazamiento forzado, desapariciones forzadas, los brutales asesinatos en Chicomuselo, Frontera Comalapa y en los Altos de Chiapas”, enfatizó.
Al mismo tiempo, hacían fila para ver de cerca al sacerdote y dejar billetes en una canasta de mimbre, que fue colocada a los pies del ataúd, rodeado de flores blancas y coronas de flores.
“¡Viva los defensores de los Derechos Humanos!, ¡Justicia para el Padre Marcelo! Y ¡Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados, Mateo 5,6!”, se leía en las pancartas de los asistentes.
Estaban los feligreses, los amigos, la familia, y las personas que lo vieron durante años recorrer la región como parte de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas; asimismo,
también había habitantes de Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, quienes caminaron unos 400 metros para acompañar el cuerpo del sacerdote a la parte trasera de la parroquia.
Inconsolable llanto por Marcelo Pérez
Durante el entierro, fueron inconsolables los llantos de su padre Miguel, su madre Antonia, sus hermanas, y sobrinas, quienes se mantuvieron frente al ataúd que era descendido lentamente atado a una cuerda.
“¡Qué viva Marcelo!”, insistieron los presentes.
Algunas mujeres lanzaron flores blancas al féretro cuando finalmente tocó tierra.
Un grupo musical conformado por indígenas conmocionó el momento, a pesar de una ligera lluvia, y de que a las afueras de la parroquia se amontonaban las personas intentando entrar para ver de cerca el sepelio.
Hubo quienes fotografiaron el momento, y otros más transmitían en vivo a través de sus redes sociales.
“Transmito en vivo porque es un momento que todo mundo se debe enterar”, dijo entre llantos una mujer del barrio Guadalupe, de San Cristóbal de las Casas, donde fue asesinado este domingo el prelado.