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Francisco, un Papa universal e incluyente

Recordando a Jorge Mario Bergoglio

por Diana Bailleres
7 mayo, 2025
en aQROpolis, Destacados
Francisco, un Papa universal e incluyente
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En estos días en que las notas en la comunicación y en las redes sociales se acumulan por miles sobre las incidencias del cónclave en el que se elegirá a un nuevo sucesor de San Pedro para la Iglesia Católica, me detengo un poco más a pensar sobre ese hombre, argentino con raíces italianas, gusto por el tango y el fútbol, hincha del San Lorenzo de Almagro, de expresiones porteñas bonarenses, como siempre hacía notar en sus pláticas y pienso en su figura, su legado, su pensamiento más conocido y sus conocidas manías que le hicieron popular entre los más alejados a la grey católica. Yo era una de esas ovejas que ahora llaman conversos aunque yo lo entiendo como algo distinto en términos de lo que dijera Durkheim al respecto, en sus estudios sociológicos. Aun percibo que hay quienes no creen en las actitudes y declaraciones del Papa Francisco y todavía más, quienes se invisten de soberbia intelectual y argumentan que la religión es para los ignorantes y los débiles mentales, es ahora posible que hasta dicen que esos mensajes se han creado con IA.

Cuando el Papa Ratzinger, Benedicto XVI, del cual no permito se hable mal, sólo porque no era dicharachero ni folklórico, de un carácter muy teutón y poco conocidos sus textos teológicos y sus debates con el filósofo Jürgen Habermas, pero que, entendiendo la situación al interior de la administración del Vaticano, renunció y se convocó a un cónclave con un Papa vivo y paseando por los jardines del Vaticano después de hacer sus oraciones y dar de comer a sus gatos, vino a la Sede Pontificia un hombre de profunda experiencia con los villeros de Buenos Aires, un sacerdote que se trasladaba en colectivos para visitar enfermos y hacer su trabajo o misión, un jesuita como todos, estigmatizado por la historia que no olvida la obra de las misiones en lugares recónditos de la América indígena donde su evangelización fue enorme y sigue siendo como en la Sierra Tarahumara en Chihuahua. como su sacrificio en el Lejano Oriente, donde los shogunes impertérritos y crueles reclamaran sus vidas.

El primer doblez de mi página para volverme hacia el nuevo pontífice fue el nombre que tomó. San Francisco ya era una figura que a mi madre le había tocado yéndose de este mundo en su día; el santo de los humildes, el santo que renunció a las riquezas de su padre, el santo de los descamisados, de los votos de pobreza con que se distingue a esa congregación; era muy significativo que el sucesor de Juan Pablo II rechazara todo consumo suntuario que habían acostumbrado los papas desde antiguo; el papa argentino no permitió que le calzara los pies el renombrado diseñador de artículos de piel de Italia; sus zapatos ortopédicos no quiso cambiarlos hasta que su uso lo permitiera; su cruz escapular de oro la sustituyó por una más sencilla y muchos otros detalles de la vida cotidiana que llevaba el obispo de Roma.

Desde luego reconocí en su congregación una inteligencia que les caracteriza y que tuve ocasión de probar cuando asistía a cátedras con connotados vicarios de la Ibero, Luis Vergara y Gonzalo Balderas (q.e.p.d.) y al mismo tiempo, existe en ellos una firme argumentación crítica frente al mundo, como lo hizo Francisco frente a la guerra, la pobreza, el neoliberalismo y la pesadumbre del problema migratorio en todo el mundo, siempre aludiendo a resultas del capitalismo por lo que siempre se le confundía con un comunista y contestaba acertadamente que eso era un anacronismo, así como identificarlo con el peronismo del cual, prontamente se deslindaba. Un ser humano sin muchos dobleces, transparente siempre como su sonrisa y tajante como cuando apartó enfadado a aquella mujer que tiró de sus ropas en la Plaza de San Pedro. Hizo muy evidente su aprecio por su antecesor así como una velada crítica de la precipitación con que se llevó a cabo la elevación a los altares del papa polaco dado su negligente tratamiento de la pederastia entre sacerdotes, cuestión que comenzó a atender Benedicto XVI poniendo al fundador de los Legionarios en su justo lugar, por lo menos alejándolo de la cercanía que había tenido con el Vaticano, medidas que no fueron notorias por no mencionarse en los medios, como prohibirles oficiar a quienes eran acusados. En este tema, Francisco fue más allá postulando que los sacerdotes fueran juzgados penalmente fuera de las murallas de la Iglesia. Respecto al celibato de los sacerdotes católicos Francisco dijo claramente que éste, no es un dogma de la Iglesia, es una disciplina y que algunos países y culturas no la tienen.

La trayectoria del primer Papa latinoamericano me llamó la atención desde sus primeras declaraciones al asumir el pontificado. Su identidad con los humildes y marginales, su trabajo en las villas periféricas de Buenos Aires y muchas de sus determinaciones en la administración del Vaticano, como la inclusión de más mujeres en este rubro,  me parecieron siempre más próximas al imaginario que se puede construir a partir de la figura de Jesucristo en los evangelios: su cercanía con los enfermos, marginales, delincuentes y callejeros, fueron clave para muchos de mirar con otros ojos al Sumo Pontífice. En su viaje a México tuvo una encerrona memorable en la Catedral Metropolitana con obispos y arzobispos controvertidos de cuyo nombre no quiero acordarme; una homilía inolvidable dirigida a los internos del Cereso de Ciudad Juárez y un oficio en el Parque de El Chamizal que también pudieron presenciar católicos del otro lado del río Bravo.

Suave en su decir, no obstante, sus palabras eran firmes en la interpretación que hacía del devenir del mundo que le tocó vivir. Eso fue notorio desde los primeros días de su llegada a la cabeza de la Iglesia Católica. Su postura frente a la homosexualidad no es fingida, es resultado de una reflexión sobre la inclusividad por ser todos hijos de Dios. Hizo un llamado muy explícito a los padres y familias que rechazan la condición y decisión de sus hijos a otras alternativas de vida para que, como Cristo en San Lucas 14, induce a los apóstoles a invitar a enfermos, lisiados y cojos al banquete prometiendo que serían recompensados en la resurrección.

Como miembro de la Compañía de Jesús, Francisco fue un sacerdote de acción no de contemplación; él mismo se autodefinía lejano a ser un teólogo como lo fue Ratzinger, sin embargo, sus acciones y pensamiento eran congruentes con el conocimiento de la política de la cual, inteligente expresaba que los políticos que se asumen salvadores había que desconfiar de ellos y ponía el ejemplo de Hitler y el propio Perón, cuyo régimen conocía muy bien. Sobrevivió penosamente la dictadura militar de Videla en la que, se quiso acusarle sin éxito de complicidades y que decía, habría querido cortarle la cabeza. Su singularidad quedó plasmada en esa memorable fotografía suya durante la pandemia en una Plaza de San Pedro en Roma, completamente desierta.

El lunes de Pascua caminaba muy temprano haciendo mi rutina de todos los días cuando escuché que las campanas de la parroquia de mi pueblo doblaban a duelo y enfilé mi ejercicio matinal hacia la parroquia. Después de santiguarme en medio de la eucaristía, el oficiante pidió por el descanso eterno del Papa Francisco. Entonces me percaté que el Obispo de Roma y Sumo Pontífice de la Iglesia Católica había sido llamado a la presencia del Señor. Esa, sí era una gran pérdida para la grey católica. Tal vez el resto del mundo no piense lo mismo, menos si no se es creyente ni practicante de una de las religiones más influyentes de la historia del mundo, pero puedo asegurar que, para el próximo Papa, el báculo de San Pedro, Francisco lo ha dejado muy alto.

Etiquetas: CónclaveFranciscoPapa

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