La abuela de Teodoro Roosevelt pertenecía a la élite rica y aristócrata de la sociedad norteamericana. En una ocasión le preguntó a su nieto adolescente a qué se dedicaría cuando fuera ya mayor. Su nieto, que después sería Presidente de Estados Unidos, le respondió: “Me voy a dedicar a la política”. La abuela, con un tono de escándalo, le preguntó: “¿Te vas a dedicar a la política?”. Teodoro le ratificó: “Sí, me voy a dedicar a la política, pero explícame el motivo de tu sorpresa”. La abuela le respondió; “Qué eso de la política ¿no es un asunto de taberna?”.
En las redes sociales vuelve a circular la grabación de los entonces senadores del PAN, Carlos Mendoza de Baja California y después candidato y hoy gobernador por su estado, que conversa con Francisco Domínguez. Nuestro gobernador reconoce que ya vio al Señor Kors, que ahora sabemos, es Osorio Chong; y que era ni más ni menos que el Secretario de Gobernación de Peña Nieto. Domínguez afirma que Osorio le pagaría seis millones de pesos por mes, hasta el fin de la campaña, un total 30 millones de pesos. Además del lenguaje que utilizan los dos gobernadores, vulgar y más propio de franeleros, el diálogo provoca indignación moral y hasta náusea física. Un secretario de un gobierno priísta da recursos espléndidos, que por supuesto no sacó de su cartera, a dos candidatos contrarios a su partido para que ganen las elecciones. ¡Qué bonita familia!
El gobernador viola la Constitución y todas las reglas electorales: transgrede las obligaciones del financiamiento de las campañas; recibe una aportación de procedencia ilícita; obviamente no registra el regalito, rebasa los topes de campaña, rompe la equidad de la contienda. Al pervertir la designación de los gobernantes aceptada por la sociedad, Francisco Domínguez pierde la legitimidad de su triunfo; dilapida su representatividad, pues las elecciones son procesos para encontrar personas como son los ciudadanos, nadie puede sentirse representado por alguien que hace trampa. Transgrede todos los principios democráticos, sólo mencionemos uno: la racionalidad. No son los mejores argumentos ni las mejores propuestas las que han logrado convencer a los electores, es la fuerza del dinero. Por supuesto que viola la ética de la responsabilidad, no es capaz de someter su ambición de poder a la obediencia del marco jurídico. Ante tantas transgresiones a las normas y a la decencia. Me pesa escribirlo, pero Francisco Domínguez deja de ser un político y una persona paradigmática para el pueblo. Sus valores, sus acciones, sus fines no son una brújula para los ciudadanos, lo único que luce esplendente es la ambición de poder sin respeto ni escrúpulos.
Todo lo triste y doloroso que es esta realidad no nos impide seguir haciendo sugerencias, con todo respeto, al Señor Gobernador. Quizá todas las propuestas son tan idealistas y románticas, que deben tener como fondo a un trío yucateco; 1) Renunciar, aunque bien sabemos que esta palabra no está en su diccionario. 2) Dar la cara y responder a las acusaciones. Salvar la dignidad. 3) Al haber perdido toda autoridad moral, ser especialmente cuidadoso para no intervenir en el proceso electoral tan complejo que se avecina. Es necesario que todos hagamos algo para que la política, en México y en Querétaro, deje de ser un asunto de taberna.