Desencantado de una historia de la cual él mismo fue importante protagonista, Ignacio Ramírez, quien firmaba sus textos con el seudónimo de “El nigromante”, describió con amargura profunda a nuestra patria, en tonos cuya acritud aún nos conmueve. Dijo:
“México tiene en su escudo,
un águila y una serpiente
y, por lo tanto –no dudo–,
que son su sino y su gente.
“No hay en el mundo blasón
que a la verdad más se ciña:
la serpiente es la traición
y el águila, la rapiña.”
Su sino y su gente… ¡nada más!
Hoy la Fiscalía General de la República, cuyos pasos van entre la cautela y la consulta popular, ha fincado investigaciones contra funcionarios de alto nivel de la pasada administración, cuyas conductas de rapiña son puestas en el mismo nivel de la traición a la patria.
Pero estas acusaciones, prosperen o no en el terreno jurídico, nos regresan a viejos momentos de nuestra accidentada historia. El caso más grave –de los conocidos por este redactor–, es el de Agustín de Iturbide, el consumador de la Independencia cuyo bicentenario se festejará el próximo año, con un anunciado alud de populismo, por cierto, y sin duda alguna con el traidor Iturbide debidamente oculto tras las cortinas de la negación. Como si no hubiera existido.
Tomo de Silvia Martínez del Campo Rangel los siguientes párrafos ( Senado 2010. Investigaciones jurídicas, UNAM) :
“…El “proceso” contra Agustín de Iturbide, libertador de la Nueva España y ex-emperador de México, comenzó́ con las discusiones en torno al decreto promulgado por el segundo Congreso Constituyente el 28 de abril de 1824, en el que se le declaró traidor, por presentarse bajo cualquier titulo en algún punto del territorio mexicano.
“Y Finalizó cuando al desembarcar en Soto la Marina, Tamaulipas, Felipe de la Garza, interpretando el decreto como de proscripción, lo llevó prisionero ante el Congreso Local que, violando la garantía a ser juzgado por un Tribunal, lo condenó a muerte el 19 de julio de 1824…”.
¿Cuáles fueron los cargos por los cuales Iturbide fue declarado traidor a la patria en 1824?
Muchos en abstracto y ninguno en concreto (op.cit):
“…El diputado Carlos María de Bustamante pidió investigar las razones de su viaje a Inglaterra (había estado refugiado en Italia), y propuso que se le declarara fuera de la ley, proscrito y enemigo público. El 16 de marzo los diputados seguían discutiendo sobre la pensión y acordaron que se le suspendiera definitivamente. Los miembros de la Cámara, Agustín Paz, Mariano Barbabosa, y José Maria Lombardo propusieron se le declarara traidor si atacaba la República, lo mismo para los que cooperaran en su empresa. Esta iniciativa dio como resultado un decreto dictado exclusivamente en su contra —una ley privativa, concreta, particular— que después de varias sesiones, en que se modificó el primer supuesto, pidieron que se le declarara traidor (sólo) por “que se presente en cualquier punto de nuestro territorio”. Por este hecho lo encuadraron en el delito de traición, para poder aplicarle la pena de muerte…”
Todo esto nos parece ahora parte de un carnavalesco siglo XIX mexicano, lleno de santurrones, fanfarrones y taimados. Pero quizá no haya variado mucho la conformación política nacional. Lo más extraño de todo fue el regreso de Iturbide a México a sabiendas de la sentencia previa en su contra.
Hoy la patria se convierte nuevamente en el parapeto de las acusaciones. Dashiel Hammet lo dijo claramente en su tiempo cuando luchaba contra el macartismo: “la patria es el refugio de los canallas”. Mejor sería decir, la patria como pretexto, es el refugio de los fiscales.
Yo ignoro si Enrique Peña Nieto es un bandido de siete suelas, tanto como Luis Videgaray. Pero si han cometido delitos y merecen por ellos juicio justo y justa condena. Así debería ser en los tiempos de la presunción de inocencia.
Posiblemente un fiscal pueda configurar la traición a la patria en el soborno de una compañía extranjera para realizar obras públicas en este país. Eso es corrupción y quien sabe si así se traicione a México.
Alejandro Gertz opina en afirmativo. Los defensores deberán intentar prueba contraria. Cosa de ellos.
Lo visiblemente cierto en esto es el tufo de exageración y hallazgo oportuno de un delito gravísimo, para no proceder contra otros de menos gravedad.
Es como cuando a Luis Echeverría lo acusaron de genocidio. Como jamás lo cometió nunca se lo pudieron probar. ¿Y lo demás? Tampoco.