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Filtraciones

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
21 agosto, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya
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La Fiscalía General, atrapada en el des­aseo legal, va a investigar quién filtró la denuncia del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, el miércoles por la tar­de. La secrecía explotó un documento para el conocimiento único de la autoridad, la defen­sa del inculpado y eventualmente de los impu­tados, convirtiéndose en material público al alcance del que quisiera. La filtración lo exhi­bió, pero sobre todo, afectó el debido proceso y viola la presunción de inocencia. La buena es que una gran pista está más cerca de lo que parece. Está en Palacio Nacional, y las pruebas las encontrará en las conferencias mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obra­dor, el primer filtrador de la Nación.

El Presidente siempre dice que su pecho no es una bodega y es cierto. No miente, aunque suele confundir lo que por tiene ser manteni­do bajo el sigilo profesional, y lo que cree que debe ser difundido en menoscabo de la ley en beneficio –lo que es relativo- de la sociedad. Paradójicamente, este jueves le pidio al fiscal que actúe con apego de la ley, cuando siste­máticamente hace lo contrario.

López Obrador lleva toda la semana, de lunes a jueves, animando a todos, incluido a Gertz Manero, a que violen la ley y que difun­da lo que es secreto, violentando el debido pro­ceso y la presunción de inocencia. Todavía es­te jueves, en medio de la escandalera política, valoró lo que leyó en periódicos y vio y escuchó en la televisión y la radio -porque dijo que no terminó de leer la denuncia-, como algo “muy grave, muy escandalosa”.

Esta parcialidad sobre una investigación en curso y un juicio que apenas comienza bo­rra la presunción de inocencia, pero no tie­ne que ver con las filtraciones del Presiden­te, sino con su imprudencia jurídica y políti­ca, a menos que sólo le importe esto último y que la ley sea irrelevante para sus fines. Pero cuidado. En el caso de las filtraciones de cual­quier investigación en curso por parte de un funcionario, se viola el artículo 225 del Códi­go Penal Federal, en cuyo inciso XXVIII pro­hibe “dar a conocer a quien no tenga derecho, documentos, constancias o información que obren en una carpeta de investigación o en un proceso penal y que por disposición de la ley o resolución de la autoridad judicial, sean re­servados o confidenciales”.

Ese es nuestro Presidente, que ha incurrido en filtraciones de averiguaciones en curso de distintos temas. En el caso de Lozoya, ha de­jado constancia de haber adelantado procedi­mientos legales, a partir del conocimiento que tenía -no se explican de otra forma sus afirma­ciones-, del expediente en manos de la Fisca­lía General, que no deja de decir que es autó­noma, aunque cada vez queda más de mani­fiesto que la línea de independencia de Gertz Manero, se estira y achica en función de los intereses de Palacio Nacional.

Un botón de muestra: en la mañanera del 12 de agosto le preguntaron sobre las infor­maciones periodísticas que daban cuenta de la imputación de Lozoya del ex presidente En­rique Peña Nieto y su ex secretario de Hacien­da y Relaciones Exteriores, Luis Videgaray. López Obrador afirmó que de acuerdo con las imputaciones de Lozoya, tendrían que decla­rar los dos, además del ex presidente Felipe Calderón, que también había sido señalado por el ex director de Pemex. Hasta ese mo­mento nadie sabía que Calderón habìa sido imputado por Lozoya, puesto que la primera referencia de ello se publicó en este espacio el lunes pasado, lo que fue confirmado has­ta el miércoles.

Esa es una filtración importante al venir del Presidente, y ensució el caso más impor­tante que sobre corrupción tiene el gobier­no de López Obrador. Pasó desapercibida la violación presidencial de la ley, por la polari­zación que genera el Presidente, y la convic­ción de muchos de que más importante que la justicia -aunque el discurso sea distinto-, lo esencial es la denuncia para lograr la inhibi­ción moral. La moral, sin embargo, no resuel­ve la corrupción ni su factor determinante, la impunidad, pero la forma como el Presiden­te está manejando las cosas, con un énfasis en la política, el escarnio y la sanción pública, la impunidad no borrará la corrupción. Peor aún es que acabe López Obrador con un sis­tema corrupto –lo que serìa muy bueno-, pa­ra instalar otro sistema corrupto –lo que se­ría muy lamentable-.

La investigación de la Fiscalía General de la filtración de la denuncia de Lozoya, no es la única donde se está tratando de determi­nar su origen. El gobierno está investigando las filtraciones del gabinete de seguridad que han encontraron exposición pública en una columna de Héctor de Mauleón, de Raúl Ro­dríguez, de Salvador García Soto y en dos más de quien esto escribe. Hay otras filtraciones internas que se están investigando sobre asun­tos intragabinete, pero el perfil de la filtración de la denuncia de Lozoya está en el contexto de la investigación sobre de dónde obtuvieron su información los columnistas.

Lo que estamos observando con estos ca­sos es un absoluto caos en el manejo de la in­formación confidencial del gobierno y las con­tradicciones y choques dentro de Palacio Na­cional, donde dirimen asuntos de seguridad nacional en la prensa. En el caso de Lozoya, las filtraciones son más graves, porque se su­pone hay una lucha contra la corrupción, y lo que se pone en riesgo es la legalidad y la legi­timidad judicial del mismo, agravado por el hecho que el primer incitador y violador de la secrecía de las investigaciones es el Presiden­te de la República.

Gertz Manero tendrá que investigar el ori­gen de las filtraciones, pero primero debería persuadir a López Obrador que si su pecho no es una bodega, ello no significa que por sus creencias y desconocimiento violente sistemá­ticamente la ley y afecte los objetivos de una procuración y administración de justicia im­parcial. Eso es a lo que todos debemos aspirar, aún cuando se enoje el Presidente.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

Etiquetas: ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOREmilio LozoyaFISCALÍA GENERALPEMEX

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