ENCUENTRO CIUDADANO
Del fracasado operativo del 17 de octubre en Culiacán por parte de fuerzas federales, una de las justificaciones contundentes que se ofreció fue (el entregar a sus secuaces a Ovidio Guzmán), el de “evitar una masacre”. Pero ¿Qué tan cierto pudo ser esto? Las estadísticas y estudios sobre el uso de la fuerza en México los últimos doce años, nos dan una aproximación a lo que pudiera haber sucedido.
Por todos es sabido que desde que Felipe Calderón inicio su guerra contra el narcotráfico, México vive hasta hoy una crisis de grandes proporciones. La investigadora del CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económica) Laura Atuesta, señala que el número de homicidios a nivel municipal, se incrementa por la existencia de enfrentamientos entre fuerzas públicas y delincuentes en la guerra contra las drogas. Es decir dónde la intervención del estado ha sido más intensa, se ha traducido en más enfrentamientos, aumentando la tasa de homicidios, lo que indicaría que la estrategia, hasta entonces utilizada, genera más violencia por sí misma. Concluyendo la investigadora que “…sabemos que la militarización en temas de seguridad pública, acompañada con la prohibición de drogas ilícitas, es el peor escenario posible. Esta combinación genera la situación perfecta para que el crimen organizado crezca, evolucione y sea cada vez más difícil controlar”. Investigadoras e investigadores del CIDE, señalan que las operaciones de las Fuerzas Federales contra el narco y la delincuencia, muestran índices de letalidad inusualmente altos. De acuerdo a varios estudios, se esperaría que en un enfrentamiento entre civiles y fuerzas de seguridad, el número de civiles muertos en dichos enfrentamientos no sobrepasara en mucho al de heridos. La tendencia es que en los enfrentamientos en los que participó la policía federal, por cada uno que resulto herido, murieron más del doble (2.6). Mientras que los muertos por cada herido, se elevan a nueve y a 17 para casos del Ejército y la Marina, respectivamente. Llegando en el caso del Ejército a partir de 2014, a un valor de 11.6 muertos por cada herido. Destaca que a últimos años la letalidad de la Marina era pavorosa. Hace poco menos de un año fue separada de operativos de combate a narcos y criminales.
Cabe señalar que el concepto de “Índice de letalidad”, fue desarrollado en Brasil por el sociólogo Ignacio Cano, quién analizo la relación numérica prevaleciente entre el número de muertos y de heridos civiles, cuando existen enfrentamientos entre alguna fuerza policial o militar y presuntos delincuentes.
De acuerdo con la base de datos de la Guerra contra el narcotráfico del CIDE, se concluye que de los operativos registrados donde participó el Ejército, el 90% de los muertos ocurrieron en combates sin heridos. Son eventos de letalidad perfecta, dónde sólo hubo muertos y ningún herido. Son cifras comparables a un estado de guerra convencional, en la cual los estándares internacionales exigen que la fuerza se use respetando los principios de excepcionalidad, necesidad y proporcionalidad.
Las fuerzas armadas son los cuerpos que más fallecidos produjeron en sus combates debido a un uso excesivo y desproporcionado de la fuerza letal. La respuesta en los últimos años, y visto en Culiacán, es el crecimiento del armamento de alto poder y tácticas de guerra empleadas por el narco y delincuentes.
La aplicación de fuerza letal llega a un porcentaje muy alto, el cual implico la merma en la legitimidad democrática que al estado le genera el emplear la fuerza pública, yendo en contra de recomendaciones y estándares de derechos humanos aceptados internacionalmente.
Bajo la información y estadísticas de estudios e investigaciones, la decisión de retroceder en Culiacán fue acertada, ya que qué la evidencia señala que los enfrentamientos serán de mucha mayor proporción y letalidad entre estas fuerzas. Por lo que se evitó una masacre. El combate al narco requiere de otros métodos, estrategias y salidas. Aún así hay quienes piden más sangre, enfrentamientos y combate. Quieren la guerra.
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