ENCUENTRO CIUDADANO
Hemos conocido las luchas por la democracia en nuestro país a través de los caídos, de las víctimas, evidenciando una de las formas más trágicas del ejercicio del poder, la represión. Hombres y mujeres por todas partes del país cayeron por sus ideales, desde el asalto al cuartel Madera en Chihuahua, en las guerrillas de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, en las guerrillas urbanas en las décadas de los años 70 y 80´s y la guerra sucia que le acompañó, hasta la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Pero nuevamente la desmemoria nos amenaza, ya que no están lejanas las matanzas de Aguas Blancas en Guerrero y las de Acteal, El Charco y El Bosque en Chiapas, y más cercanas aún la represión en Lázaro Cárdenas, San Salvador Atenco, Apatzingán, Tlatlaya, Ayotzinapa y Ecuandureo, así como la continua provocación a los municipios autónomos zapatistas, los cerca de 300 mil muertos en trece años de guerra contra el narco, las más de mil quinientas fosas clandestinas y los más de 40 mil desaparecidos. Sobre éstos hechos se tiende un peligroso velo que llama al olvido.
El movimiento popular estudiantil de 1968, aparte de ser el origen moderno de la democracia en México, sirvió como campo de cultivo de ideales y sueños que fueron llevados a la peor de las pesadillas la tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas. No había salida, si se demandaban libertades, justicia y democracia, se respondía con represión. En el marco de la guerra fría los gobiernos emanados de la revolución se desarrollaron con una vocación represiva a todo lo que pareciera o se manifestara como disidencia. Estas acciones han sido la respuesta de un gobierno que ha renunciado a la justicia más elemental y a la democracia, y se ha instalado en el autoritarismo despótico.
El movimiento estudiantil de 1968 tuvo como denominador común, en todos los países donde se presentó, una lucha frontal contra el autoritarismo. En algunos casos, tras la represión a los estudiantes, algunos grupos se radicalizaron y derivaron en el surgimiento de grupos armados, como ocurrió en México o Alemania.
Hace 51 años profesionistas y jóvenes estudiantes reclamaban dentro de los cauces legales la apertura del régimen, en el reconocimiento de los visibles rezagos del proyecto económico y político. Aún nos seguimos preguntando qué razones hubo para asesinar al pueblo en Tlatelolco. Muchas veces la mente de los asesinos son inescrutables, pero podemos tener algunas luces si recordamos cuáles eran las demandas de los estudiantes, que el régimen consideraba innegociables y que lo orillaron a cometer un crimen de lesa humanidad. El movimiento estudiantil del 68 paradójicamente no nació por demandas relativas al ámbito educativo-universitario sino por demandas de carácter político. Eran reivindicaciones estrictamente democráticas. El denominado Pliego Petitorio, encarnado en el Consejo Nacional de Huelga (CNH), del movimiento pro libertades democráticas, reclamaba la libertad de los presos políticos; destitución de los responsables de la policía y el cuerpo de granaderos, la extinción de ese grupo; indemnización a las familias de los muertos y heridos, así como que el Estado asumiera la responsabilidad de lo que había ocurrido. Como puede observarse estas demandas iban al centro del sistema político, autoritario, vertical, paternalista y violento por naturaleza.
El movimiento pro-libertades democráticas sucumbió ante testigos, cómplices y culpables que no han sido juzgados. La historia de este crimen todavía no termina, como no termina la indignación ante estos hechos. Por ello está en nuestro sentimiento, que la conmemoración del movimiento estudiantil-popular de 1968, es la lucha de la memoria contra el olvido.
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