ENCUENTRO CIUDADANO
El Legado Juarista en Querétaro
A 213 años de su natalicio, es indudable que la figura de Benito Juárez tiene un peso simbólico innegable para la política contemporánea. A su memoria y figura se han acercado todo tipo de políticos y luchadores sociales, a fin de compartir con él los principios liberales. Y de los diversos lugares por donde el Benemérito paso en su travesía presidencial, uno tiene una huella imborrable y crucial, Querétaro. Ciudad dónde fenece el malogrado segundo imperio, y en particular esta un pequeño promontorio que alberga el titánico triunfo: el cerro de Las Campanas. Los historiadores concuerdan que la rendición del archiduque se dio a las faldas del cerro, representando su derrota al entregar su espada al general Mariano Escobedo y al ser condenado con la pena de fusilamiento, se realiza en ese mismo lugar. Por ello la importancia de este sitio histórico, ya que en él se concluye la gesta emancipadora conocida como “El triunfo de la República”.
En la actualidad es un espacio de encuentro con la historia, que nos ofrece el significado de quiénes somos, ya que ahí se habla a la población y visitantes sobre la magnificencia de la que procedemos. A medio cerro está asentada la capilla con tres cruces que erigieron en mausoleo, lugar donde la República puso fin definitivo a las aspiraciones de hacer de México una colonia franco-austríaca.
Pero si nuestra mirada ve a lo alto, coronando el cerro, nos mira una gran efigie; la del benemérito de las Américas, Don Benito Juárez García. Líder de los mexicanos libres, que tuvo siempre como bandera la Ley. Juárez, hombre de gran carácter, puso al servicio de México su liderazgo, basado en sus valores personales, entre los que destacan: La humildad como principio de su proceder; El respeto a los demás, como ideal fundamental de su vida; su patriotismo, que lo condujo a la defensa de la soberanía nacional; su carácter firme, para que las decisiones soberanas sean respetadas; y su lealtad, demostrada en la búsqueda del respeto a la ley.
Juárez lucho por la igualdad, la libertad, la legalidad y la democracia, continuamente en situaciones adversas, y casi siempre con inferioridad de fuerzas. Pero aun cuando era derrotado, sabía cómo animar a sus hombres, teniendo la palabra cercana de aliento y de fuerza, para la gigantesca empresa que les deparaba el destino.
Juárez nos dejó lecciones de honradez, honorabilidad, transparencia del gobierno; se empeñó en forjar la democracia representativa, el carácter laico de las instituciones públicas y la libertad de credos. Los cambios que hizo Juárez en México a lo largo de su paso por la presidencia, fueron primordiales para fomentar el Estado laico y de Derecho. Restando poder a la iglesia, que dominó por muchos años la economía, la educación y la vida social. Con las reformas promulgadas durante su gobierno, se logró: suprimir el fuero al clero y al ejército; declarar a todos los individuos iguales ante la ley; prohibir el cobro y derecho de obligaciones parroquiales como el diezmo; que los bienes, propiedad de las iglesias, pasaran a manos del Estado; declarar la libertad de cultos; prohibir la existencia de claustros y conventos; y que el registro de los nacimientos, matrimonios y defunciones pasara a manos del Estado, a través del registro civil. No está por demás recordar sus palabras, cuando hablaba del proceder de un gobernante, señalando que: “No se puede gobernar a base de impulsos de una voluntad caprichosa, sino con sujeción a las leyes. No se pueden improvisar fortunas, ni entregarse al ocio y a la disipación, sino consagrarse asiduamente al trabajo, disponiéndose a vivir, en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala”. El principal legado de Juárez para la universidad pública, es la libertad de pensamiento que fue la divisa central del liberalismo juarista y que se convertiría en una de las ideas más fuertes y vigentes de todos los mexicanos.
Quizá un modo apropiado de medir su grandeza se halle en la referencia con que Víctor Hugo sintetizó, al momento en que se iniciaba la intervención extranjera: “De este lado del mundo tres imperios, del otro lado del océano, un solo hombre: Juárez”.
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