ENCUENTRO CIUDADANO
La participación ciudadana
“La violencia es el último recurso del incompetente”
Isaac Asimov
En los últimos años hemos visto, y no sólo en Querétaro, gobiernos que son especialmente buenos para identificar negocios, hacer propuestas de carácter técnico, pero tienden a ser profundamente ignorantes sobre lo que motiva el actuar de la población. Suponen que la gente responderá a sus ordenamientos sin chistar y sin jamás poner en duda la “buena voluntad” del gobierno. Y así parece ser la lógica de la estrategia política del municipio de Querétaro: imposición en lugar de convencimiento, autoritarismo en vez de liderazgo, violencia en lugar de diálogo. La imposición no funciona en la era de las organizaciones civiles y de globalización. Querétaro y el país requieren orden y atención a las pequeñas grandes cosas, como que la población no se sienta amenazada y agredida por quiénes deben atenderla y escucharla.
La organización vecinal, de trabajadores, de consumidores, de organizaciones civiles, han generado en los últimos años una producción creativa que es parte del entorno democrático, en los ámbitos locales, regionales, nacional e internacional. Y no sólo en movimientos coyunturales, sino en experiencias colectivas que maduran en la constitución de dinámicas organizaciones no gubernamentales de gestión permanente. En las últimas dos décadas ha habido una lenta revolución con un nuevo tipo de organizaciones, entidades que sin ser públicas y sin perseguir el beneficio que caracteriza al libre mercado están conformando lo que se denomina el Tercer Sector. Que es aquel compuesto fundamentalmente por Entidades Sin Ánimo de Lucro (ESAL), que son organizaciones que no redistribuye sus beneficios a sus propietarios y accionistas, sino que los reinvierte en la entidad para seguir cumpliendo sus objetivos fundacionales.
Y las conocemos como Sin ánimo de lucro (“non profit”); No Gubernamentales; de Sociedad Civil; de Economía Social o Tercer Sector. Y todas ellas tienen acciones e implicaciones políticas muy significativas. Me refiero directamente a aquellas organizaciones sociales que tienen la intención explícita de intervenir en las decisiones públicas. El supuesto básico es la presencia de organizaciones voluntarias, estables, profesionalizadas, que a partir de su experiencia en el desarrollo social (en el sentido amplio, integrando los derechos humanos, sociales, económicos, culturales, ecológicos, de género, etc.), construyen y expresan consensos de sectores específicos sobre temas acotados, que les permiten incrementar la eficacia de las acciones públicas por medio de su intervención en todo el ciclo de las políticas públicas. A la sociedad civil la podemos describir como aquella, que se identifica en la construcción de una nueva moralidad; de la crítica al utilitarismo y a la visión instrumental tecnológica; surge como una visión que reconoce procesos de construcción social en la comunicación; aquella que construyen nuevas subjetividades, de manera plural y no unicéntrica, y donde se intercambian proyectos, estrategias e identidades colectivas.
Muchos de estos movimientos no tienen jerarquía, así que el Estado no tiene con quién hablar o negociar. No hay liderazgos. Son movimientos sin estructura jerárquica, así que no los pueden cooptar. La paradoja de la democracia es que (supuestamente) debe crear un sistema para hacer posibles cambios sociales a gran escala, sin violencia y sin irrupciones, mediante un proceso legal en el que se eligen personas.
Pero el hecho es que los grandes cambios radicales no han sucedido como producto de una legislación o elecciones, sino que han sucedido en las calles, en levantamientos que amenazan con salirse de control a las élites políticas y económicas, cada vez más asustadas y aterrorizadas. En esta dinámica se inscriben “la otra campaña”, la emergencia estudiantil y juvenil, el movimiento por la paz con justicia y dignidad, los ocupa, Anonymus, los indignados, etc., y aquí en Querétaro la digna resistencia que han realizado vecinos y comerciantes de las calles de Ezequiel Montes y Madero, los cuáles han sufrido en carne propia los caprichos y violencia municipales. Éste y otros espacios de la sociedad civil, proponen y actúan por fuera del sistema político y su mercado de campañas, en una nueva relación, no con el estado, sino con todos los otros interlocutores que demandan una reformulación urgente de la nación, desde abajo, sin violencia.