- A Sergio Arturo primera entrevista en Matamoros
- Hoy cumple 6 años como arzobispo de Durango
- Profunda huella como IX Obispo de Querétaro
- Mensaje de aliento por la muerte de El Armero

Foto: Archivo
De memoria.
Por más de ocho años nuestro noveno obispo, don Faustino Armendáriz Jiménez, sirvió a la comunidad queretana con gran emoción y sin descanso. Imponiendo lo que en política Daniel Cosío Villegas llamaba el estilo personal, en este caso: de evangelizar.
Hace seis años, que se cumplen hoy, asumió el Arzobispado de Durango, por decisión del Papa Francisco y empezó a mover a sus nuevas ovejas.
En Querétaro se hizo peregrino y encabezó nueve veces la romería al Tepeyac, además de hacer un centenar de giras por la Sierra Gorda.
Tuvo también inusual cercanía con los medios de comunicación a los que atendía todas las semanas y cuando se le requiriera para algún tema específico.
En el caso de PLAZA DE ARMAS, nuestro director editorial Sergio Arturo Venegas Ramírez (†) lo entrevistó por primera vez en Matamoros, al frente de la Diócesis de Tamaulipas y atestiguó su ungimiento en 2019 en Durango.
“No me voy, me llevan” nos dijo en la última plática como obispo, antes de despedirse de Querétaro el 31 de octubre de ese año con una celebración para la Virgen de Soriano acompañado de una veintena de obispos y decenas de miles de representantes de las 117 parroquias de la Diócesis a la que sirvió con amor y emoción.
El 21 de noviembre de 2019 tomó la encomienda que dispuso el Santo Padre y asumió como responsable de una provincia que abarca Durango y las diócesis sufragáneas de Mazatlán, El Salto, Torreón y Gómez Palacio, en donde, admitió, extrañará a Querétaro, porque en nuestra tierra aprendió las manifestaciones de piedad popular y se enamoró de su centenaria Peregrinación al Tepeyac.

Foto: Plaza de Armas
Y es que, como nos confesó (valga la expresión) él tenía la seguridad de permanecer aquí, en donde ninguno de sus antecesores había sido trasladado a otra sede episcopal, por lo que dejó muchos planes pendientes, incluido el de la catedral y nuevas parroquias, que ha retomado su sucesor, el obispo Fidencio.
Su última misa –emotiva como la que más- la ofició el domingo 17 de noviembre en el Seminario Conciliar de Hércules, acompañado de la Patrona de Querétaro, la Virgen de los Dolores de Soriano. Ahí, explicó, “la vida de un pastor es una vida itinerante, donde ahora vamos a otro servicio donde Dios nos pone, donde Dios nos pide, no importa el lugar, la distancia ni la realidad social”.
Aquí lo importante, añadió, “es evangelizar y llevar a Jesucristo a los demás, como luchamos por hacerlo aquí y es lo mismo que vamos a hacer en Durango. A querer primero a nuestro pueblo, que ya lo queremos, y continuar realizando esta tarea incansable, porque tiene que serlo para dar frutos. O sea, tiene que ser permanente”.

Foto: Sergio A.
Venegas Alarcón
¿Qué se lleva? Le preguntamos.
-El cariño de los queretanos. Me llevo la cultura de los queretanos. La fe de los queretanos y, sin duda, todo aquello que implica una realidad y una idiosincrasia de un pueblo muy valioso. Creo que muchos obispos querrán estar aquí en Querétaro.
¿ Y qué nos deja?
-Les dejo mi gratitud y también un trabajo que luchamos por realizar. La semilla del Evangelio que se sembró casa por casa, entre los jóvenes, entre los adultos, los ancianos, en los lugares muy desafiantes como fue la Colonia Juárez de San Juan del Río, el caminar por las vías, el encontrarnos a hermanos con adicciones terribles, el encontrarnos con situaciones de familias de vacío de fe, de violencia doméstica, pero al final de cuentas lo importante es que les llevamos a Jesús.
Previamente, en su última homilía a los queretanos, invocó el ejemplo de San Pedro y Pablo, hombres fieles hasta el sacrificio. “Hermanos, advirtió, no esperemos caminos evangelizadores, sobre todo quienes somos especialistas en ello, como somos los sacerdotes, los pastores, los agentes de pastoral laicos, sin el ingrediente del sacrificio y del dolor”.
Así, Faustino dijo adiós a los queretanos el 20 de noviembre, hace seis años, un día antes de tomar la Diócesis de Durango. Todavía en el Aeropuerto Internacional de Querétaro algunos feligreses le pedían que se quedara.
Imposible. Ya iba en camino, llevándose en el corazón la consigna de San Junípero Serra, de mirar siempre adelante y nunca retroceder. Va a extrañar mucho a Querétaro, declara –“aquí se queda parte de mi vida”- y esperaba regresar en viajes de descanso y lo hemos visto hasta en la peregrinación de este 2025.
A los Armeros nos quedará el recuerdo de su carisma y apoyo en los años recios y necios, en donde siempre encontramos su apoyo, sintiendo en él –con respeto a su jerarquía- un verdadero amigo, como se lo dijimos en la honrosa e inolvidable comida que compartimos antes de su partida con el ya Arzobispo, mi Nena, los hijos y el exembajador en el Vaticano, Mariano Palacios Alcocer y su esposa Anita.Testigos todos de su estilo personal, sencillo y cercano.
Tan cercano que en las últimas semanas mantuvimos diaria comunicación con don Faustino a partir de la enfermedad y dolorosísima pérdida de El Armero, por quien ha estado orando y dedicado misas.
Guía espiritual de la familia Venegas Ramírez, su voz y acompañamiento, junto con el de tantos amigos y colegas, ha sido fundamental en estos los peores días de nuestras vidas.
Damos fe.

Foto: Alejandra Vilchis.





