Aparentemente este gobierno estudia la historia nacional y se nutre de ella y sus mejores ejemplos. Sólo aparentemente.
La bravata pendenciera de Manuel Bartlett Director General de la CFE sobre la cancelación unilateral de contratos a productores privados de electricidad, (acto jurídico civil o mercantil cuya esencia es la convivencia de las partes y su mutuo acuerdo), es un ejemplo de ceguera (no ignorancia) ante la historia.
No vamos a pagar expropiaciones; ha dicho en resumidas y simples cuentas. Y eso se llama confiscar. Y por extensión, robar.
Expropiar por causa de utilidad pública es una facultad del Estado. Cubrir una indemnización a quien resulte afectado en sus bienes, es una obligación legal.
En su gran discurso a la Nación cuando fueron expropiadas las instalaciones petroleras de las compañías extranjeras, el general Cárdenas no echó a la basura las consecuencias legales. Al contrario, les pidió a los mexicanos –y obtuvo de ellos–, su colaboración ante las obligaciones contraídas.
Por eso, como se verá en el siguiente fragmento, habla del respaldo material, cuya culminación quedó simbólicamente eternizada en la fotografía de una mujer campesina cuyo donativo sólo pudo ser un guajolote.
Recordemos un ejemplo luminoso en todo sentido:
“…pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable.
“El Gobierno ha tomado ya las medidas convenientes para que no disminuyan las actividades constructivas que se realizan en toda la República y para ello, pido al pueblo, confianza plena y respaldo absoluto en las disposiciones que el propio Gobierno tuviere que dictar.
“Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en las que la nación ha entrado durante este período de Gobierno para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de Expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la Patria nos dará cuantiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído, debemos aceptar que nuestra economía individual sufra también los indispensables reajustes, llegándose, si el Banco de México lo juzga necesario, hasta la modificación del tipo actual de cambio de nuestra moneda, para que el país entero cuente con numerario y elementos que consoliden este acto de esencial y profunda liberación económica de México.
“Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nuevos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo, es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos.
“Y como pudiera ser que los intereses que se debaten en forma acalorada en el ambiente internacional, pudieran tener de este acto de exclusiva soberanía y dignidad nacional que consumamos, una desviación de materia primas, primordiales para la lucha en que están empeñadas las más poderosas naciones, queremos decir que nuestra explotación petrolífera no se apartará un sólo ápice de la solidaridad moral que nuestro país mantiene con las naciones de tendencia democrática… “
Este tono de urgencia nacional en cuanto al control de un bien del subsuelo, en nada se parece a la bravucona advertencia de Bartlett, quien de seguro no actúa por propia iniciativa.
Y esta confiscación anunciada no es para recuperar un recurso nacional, porque la electricidad, en cuanto a fenómeno físico (un camino de electrones), no es un patrimonio nacional. Puede ser una industria estratégica estatal, pero no hubo demonio para escriturar los “veneros del kilowat”.
La luz no es nuestra; el petróleo sí… el litio también, como todos los minerales debajo de la tierra.
Con una pequeña planta generadora, cualquiera puede producir electricidad. Pero nadie puede fabricar petróleo.