Gustavo Villegas es un artista visual que indaga en diversas disciplinas del arte. Puede ser descrito como una persona curiosa, multidisciplinaria y experimental. Se caracteriza por explorar distintas formas de expresión, como la pintura, la escultura, la fotografía y la instalación, fusionando y superando las fronteras entre estas disciplinas. Su trabajo refleja una constante búsqueda de nuevos lenguajes y formas de comunicación, siempre dispuesto a cuestionar y expandir los límites tradicionales del arte.
Al entrar a su estudio, es evidente que es un artista innovador, interesado en integrar diferentes medios y técnicas para crear experiencias sensoriales y conceptuales que inviten a la reflexión. La diversidad de enfoques en su obra le permite abordar temáticas complejas desde distintos ángulos, generando un diálogo entre los medios con los que trabaja. Esto aporta a su proceso creativo una gran riqueza y dinamismo.
Diseñador gráfico de profesión, su inquietud por el arte nació desde pequeño, cuando su primer acercamiento artístico fue a través de la pintura de figuras de cerámica. Nació en la Ciudad de México y actualmente reside en Querétaro. “Para mí, el arte era un pasatiempo. Cuando estudié la carrera, trabajé durante años en mi profesión y, al mismo tiempo, tomé clases de acuarela con el profesor Alfredo Ravelo”.
“Una de las cosas que no me gustó del despacho de diseño fue la necesidad de justificar el trabajo. Me empezó a latir más el arte, así que tomé algunas clases con Santiago Carbonell y Rafael Rodríguez. Aprecio a todos mis maestros, pero quien dejó una huella más fuerte en mí fue el Maestro Alfredo Ravelo. Su técnica, basada en la construcción de figuras a partir de manchas, me impactó. Intenté trasladar esa técnica al óleo y fue ahí donde comencé a experimentar”.
“Mi acercamiento al arte fue natural, no planeado. No tenía la idea de que se podía vivir de esto. Sin embargo, cuando tomé clases con el profesor Ravelo y trabajé en el despacho de diseño, me fui involucrando cada vez más con el objetivo de exponer. Mi primera exposición fue en la Galería Municipal; la segunda, en el Museo de la Ciudad, con acuarelas; y la tercera, en el Museo de Arte de Querétaro, donde hice la transición al óleo y al paisaje urbano. En Querétaro me comenzaron a conocer como ‘Gustavo, el que pintaba paisajes urbanos’. No tengo una formación formal en artes plásticas; más bien, lo que aprendí y mi ojo entrenado en la publicidad me encaminaron a la pintura”.
En diciembre de 2005, renunció a su trabajo y, en enero de 2006, comenzó a dar clases para contar con una fuente de ingresos. Actualmente, tiene un local en Milenio, donde ya cuenta con tres grupos. “Eso me dio cierta estabilidad económica, ya que dedicarse al arte es un sube y baja, y hay que aprender a administrarse, sobre todo siendo tan aprensivo con el dinero como yo. Mi profesión es solitaria, y yo venía de trabajar en un despacho donde las personas eran como mi familia. No quería estar completamente solo trabajando, así que las clases me brindaron un espacio para convivir con personas interesadas en pintar y aprender”.
Gustavo se define como un artista inquieto que ha trabajado con la temática de la destrucción. Su curiosidad y dinamismo lo han llevado a explorar diversas formas de representar este concepto, especialmente a través de autos y edificios destruidos. Principalmente desde la pintura, pero también ha incursionado en la instalación, la escultura y la fotografía. Ha colaborado con otros artistas para enriquecer su trabajo; por ejemplo, en una pieza expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo, donde presentó casas destruidas, invitó al artista sonoro Enrique a sonorizar la obra. “Si bien soy pintor y me encanta, poco a poco me gustaría que otras disciplinas invadieran el estudio y mis ideas”.
El tema de la destrucción surgió de manera orgánica. “Como no tengo una formación académica en artes visuales, comencé sin saberlo, pero me lancé. Mis primeras exposiciones no tenían relación con la destrucción; eran acuarelas de realismo costumbrista y luego paisajes urbanos. Mi primera exposición sobre destrucción fue en el Centro de Arte Bernardo Quintana, y esa misma muestra la llevé al Polyforum Cultural Siqueiros. Antes de eso, experimenté con varias temáticas, como los significados y significantes de las señales de tránsito, en una exposición en la Galería Libertad. Pero cuando decidí hacer la exposición de autos chocados y fui a un deshuesadero, sentí una atracción por la lámina rota y el vidrio quebrado. En Querétaro, hay una corriente artística sobre la estética del horror y la fealdad, lo cual me atrajo, y decidí explorar ese camino. Desde entonces, sigo trabajando en esta línea, abordándola desde diferentes perspectivas. A veces, exploro la impermanencia y cómo el paso del tiempo modifica las cosas. También he intentado trasladar la pintura más allá del lienzo, llevándola a una forma escultórica, en la que los autos chocados simulan el efecto del papel arrugado. Todo esto se ha dado de forma natural, y en mi obra siempre está presente la estética de lo diferente, de lo no tradicional”.
“De alguna manera, me ubico en el realismo, pero a veces exploro el hiperrealismo con un volumen tridimensional, convirtiendo la pintura en algo escultórico. Otras veces, busco una pincelada más suelta, alejándome del hiperrealismo hacia un fotorrealismo expresionista. Me gusta que, de lejos, mis piezas parezcan realistas, pero que, al acercarse, se perciban las pinceladas y manchas generadas con los pigmentos y texturas. No podría encasillarme en un solo estilo, ya que me muevo constantemente entre distintas formas de expresión. Me atraen las piezas vivas, en movimiento, que rompen reglas. Incluso, dejo que la pintura se deteriore con el tiempo, cuestionando dónde empieza y termina una obra. Con mi trabajo, busco romper mis propios esquemas y entender que la pintura puede ir más allá de la imagen; la pintura también puede ser el concepto de la obra, pero no solo en términos visuales, sino como materia”.
La obra de Gustavo Villegas desafía muchas de las líneas tradicionales de la pintura. Su experimentación constante y su enfoque impermanente lo han llevado a repensar los límites del arte visual.