La decisiva influencia de Pablo Picasso y los muralistas mexicanos en los inicios de la carrera del pintor estadounidense Jackson Pollock, una de las grandes figuras del arte expresionista abstracto, es objeto de una exposición que se abrió en París.
Jackson Pollock (1912-1956) es considerado uno de los artífices de la hegemonía del arte estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial. Su técnica de goteo sobre grandes telas, que trabajaba en el suelo de su taller, causaron sensación a partir de su aparición en público hacia 1947.
Esa etapa duró pocos años, pero marcó el arte contemporáneo y ayudó a trasladar el centro de la atención de París a Nueva York, adonde Pollock había llegado como estudiante en 1930.
Pero la leyenda Pollock nace de cierto malentendido, asevera Joanne Snrech, comisaria de Jackson Pollock: Los primeros años (1934-1947).
La exposición, con cerca de un centenar de obras, está abierta en el Museo Picasso de París desde el lunes pasado y hasta el 19 de enero de 2025.
Hay cierta tendencia a retratar a Pollock como un hombre hecho a sí mismo, surgido de una familia muy humilde, explica Snrech
Esa teoría supone que el goteo o chorreo de pintura sobre telas fue algo totalmente personal, un deseo de romper con la pintura como una técnica ancestral en la que el pincel forzosamente acaricia (o golpea) la tela para que surja la obra de arte.
Pero Pollock llega a ese método tras recibir influencias variadas en el Nueva York burbujeante de los años 1930, a donde están llegando todos los grandes maestros europeos que escapan de los totalitarismos, y también de los muralistas mexicanos, como Diego Rivera o David Alfaro Siqueiros.
El impacto del Guernica
Pollock no llegó a conocer a Picasso, pero su obra lo sacudió desde que uno de sus hermanos le mandó un primer folleto con fotografías.
La gran retrospectiva de Picasso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) de 1939 lo deslumbró.
“Es el momento en el que el Guernica desembarca en Estados Unidos, y sabemos que Pollock acude a verlo varias veces”, explica la comisaria.
De ese periodo surgen numerosos bocetos y cuadros como Birth (1941), en los que el espectador asiste a la transfiguración de los famosos caballos o toros picassianos, con enormes quijadas abiertas. O el espectacular Mural, de 1943, compuesto con gruesos trazos.
Pollock imita la experiencia formadora de Picasso cuando era joven en París y se inspira en el arte primitivo, en su caso de los artistas indígenas del Oeste, a los que descubre en otra histórica exposición en el MoMa en 1941.
Pollock reproduce los tótems indígenas, incluso prueba con la escultura, con una obra tallada en 1941 en un hueso de animal, raramente expuesta en público.
El taller de Siqueiros
A su vez, Estados Unidos agasaja a los muralistas del vecino del sur. Rivera o Siqueiros pintan murales para millonarios, museos y universidades estadunidenses.
Siqueiros abre un taller de pintura experimental en Nueva York, al que Pollock se inscribe. El taller dura poco, y en la exposición parisina se puede leer una carta de disculpas del maestro mexicano a sus alumnos.
Pollock aprende y absorbe todas esas influencias, y mientras Europa se desgarra por la guerra, él ahonda en su pintura, que es también una cura a sus crecientes problemas con el alcohol o la depresión.
La pintura es un descubrimiento de sí mismo. Todo buen artista pinta lo que es, explicó en 1956.
Su obra se vuelve cada vez más abstracta, hasta el salto de 1947.
Años después, Picasso expresaría su escepticismo sobre esa manera revolucionaria de pintar, revela Joanne Snrech.
A Picasso le parecía una pérdida de tiempo esa ausencia de control del gesto, era algo contrario al espíritu de la pintura tal como él la percibía, apunta.