Recordando a los difuntos inicia este mes y una vez satisfecha la tradición de evocarlos e invitarlos a ser partícipes de su propia fiesta y retornarlos mentalmente al espacio del recuerdo, se retoma la cruda realidad marcada por la violencia, que se va instalando cómodamente como forma de vida.
En estos días se publicó el horripilante hecho, realizado por una adolescente alumna de una escuela secundaria de la capital queretana, quien al salir de clases, delante de otros estudiantes como ella, le sacó un ojo a un perro, y uno se pregunta ¿qué grado de insensibilidad influirá el entorno de ésta casi niña para actuar así?
Hace décadas, cuando todavía se criaban animales en los corrales de las casas y era necesario matar una gallina para comer, las mamás alejaban de la escena a los niños argumentando “no es bueno que vean porque se les hace el corazón duro”, es decir, se cuidaba de no insensibilizar a los niños ni con un evento tan cotidiano como aquel. El acceso a la televisión también era controlado, ni siquiera las telenovelas que eran pura hiel y miel se les dejaba ver a los chicos. Sin embargo, en nombre de la evolución social, de la integración a la aldea global y sobre todo del consumismo, se dejó de evitar en gran medida que los niños se contaminaran del virus más peligroso que es la deshumanización y así los vemos mortificando a otros hasta el acoso, que incluso ha orillado a los acosados a replegarse en la soledad, a odiar a otros y a sí mismo, a dejar escuela y vida social y a veces hasta al suicidio. Así los vemos levantando falsos contra otros alumnos y aún contra maestros, portando armas a tontas y locas, rayando paredes y autos y dañando a su paso lo que sea, como si la destrucción fuese su firma.
En una fiesta infantil que incluía chapoteadero, una niña de escasos nueve años se esmeraba en “querer ahogar” a los niños, a los varoncitos más chicos que ella, a quienes atrapaba del cuello, y cual si fuese escena de lucha libre, los torcía hasta meterles al agua la cabeza y ver al niño manotear desesperado.
¿Quién es capaz de educar a sus hijos en la violencia? no creo que haya otro instructor más que la televisión o ahora el internet en cualquiera de sus formas. La libertad de ver que se acosa y agrede bajo el pretexto de poner a prueba; la posibilidad de que los chicos vean lo que sea que los entretenga, que los mantenga callados o aislados, que no den lata, aunque su quietud sea a costa de embelesarse en la llamada narcocultura, en la posesión de armas virtuales, en el desprecio por la vida. Luego nos asombramos por los suicidios de adolescentes, por la edad tan temprana en que los atrapan las adicciones, nos asombramos porque son el espejo de la sociedad que los dejó ser, aunque no fueran Al tiempo.