En mi columna de la semana pasada nos sumergimos en el innovador mundo de los baños secos. Abordamos cómo estos sistemas no solo son un reflejo de vanguardia y profunda conciencia ambiental, sino que también se convierten en símbolos de eficiencia hídrica. En este sentido, se mencionó que la reducción en la necesidad de sistemas de drenaje y tratamiento de aguas residuales centralizados representa un cambio de paradigma prometedor en el manejo sostenible de los recursos hídricos, en especial de su saneamiento, un tema crucial que quiero abordar en esta columna.
El agua, origen y sostenibilidad de la vida y el desarrollo, nos plantea un reto esencial: su gestión. En las ciudades y zonas metropolitanas, nos hemos acostumbrado a desconectarnos con este valioso recurso una vez que desaparece por los drenajes. A la par, se enfrentan problemas de escasez, contaminación y deterioro de los ecosistemas acuáticos. En este panorama, una solución que emerge con fuerza es el saneamiento de aguas residuales fuera de la red de drenaje, propuesta que trasciende la simple tecnología para convertirse en una filosofía de resiliencia y sustentabilidad.
Desde una óptica integral, este enfoque replantea cómo concebimos el uso y reúso del agua. Por décadas, el sistema centralizado ha sido la norma: recolectamos agua, la usamos y la descargamos. Pero ¿y si el ciclo pudiera ser más corto y cerrado? Con sistemas descentralizados, el agua se trata y se reutiliza en el mismo lugar o en cercanías, reduciendo costos de infraestructura y evitando la contaminación de cuerpos acuáticos.
Esta perspectiva holística nos invita a valorar el agua en todas sus etapas. Ya no es un residuo, es un recurso. De hecho, los nutrientes presentes en las aguas residuales pueden ser recuperados y utilizados en agricultura, reduciendo la dependencia de fertilizantes artificiales y cerrando otro ciclo vital.
El manejo eficiente de los recursos hídricos a través de estos sistemas fortalece la resiliencia de nuestras ciudades. Ante eventos climáticos extremos, un sistema descentralizado presenta menos puntos vulnerables que uno centralizado, reduciendo el riesgo de desbordamientos y contaminaciones masivas. Además, la eliminación de la necesidad de sistemas de drenaje y plantas centralizadas de tratamiento conlleva beneficios socioeconómicos. Se disminuyen los gastos en infraestructura y mantenimiento.
La economía detrás del saneamiento de aguas residuales fuera de la red de drenaje es contundente. Según un estudio del Banco Mundial, los sistemas descentralizados de saneamiento pueden reducir los costos de inversión en infraestructura hasta en un 60% en comparación con los sistemas centralizados tradicionales. Además, los gastos de operación y mantenimiento pueden disminuir hasta un 40%. En cifras tangibles, esto significa que, para una ciudad mediana, la implementación de sistemas descentralizados podría traducirse en ahorros de entre 10 a 50 millones de dólares en un período de 10 años, dependiendo del tamaño y las condiciones locales.
Un ejemplo destacado lo encontramos en Suecia, particularmente en la ciudad de Gotemburgo, donde han implementado sistemas de recogida y tratamiento de aguas residuales a pequeña escala. Estos sistemas, en muchos casos, transforman las aguas residuales en biogás. No solo se produce energía limpia a partir de este biogás, sino que también se obtienen nutrientes que son utilizados como fertilizantes en la agricultura local. Este ciclo cerrado ha llevado a una disminución en la importación de fertilizantes y ha fortalecido la economía local al producir y utilizar energía renovable, reduciendo su dependencia de combustibles fósiles.
En África, específicamente en Nakuru, Kenia, encontramos el caso de la planta de tratamiento de aguas residuales de Nakuru, que utiliza tecnología basada en humedales artificiales. Estos humedales, además de tratar eficientemente el agua, crean espacios verdes que funcionan como áreas recreativas para la comunidad. Asimismo, esta planta ha generado empleo local y ha reducido drásticamente las enfermedades relacionadas con la contaminación del agua en la región. Además, el agua tratada se reutiliza para la agricultura, lo que ha incrementado la producción agrícola y ha mejorado la economía de los agricultores locales.
Ambos ejemplos reflejan claramente cómo el manejo descentralizado de aguas residuales se alinea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. En particular, estos sistemas abordan directamente el ODS 6, que busca garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible, así como el saneamiento para todos. Pero también impactan otros ODS, como el 7 (Energía asequible y no contaminante), el 11 (Ciudades y comunidades sostenibles), el 12 (Producción y consumo responsables) y el 13 (Acción por el clima). Al adoptar este tipo de sistemas, no solo estamos innovando en la gestión del agua, sino que estamos dando pasos agigantados hacia un futuro más sostenible y equitativo.
Este cambio de paradigma no solo es una respuesta a la crisis hídrica, sino también una manifestación de una sociedad que comprende y valora sus recursos naturales, una sociedad que busca no solo sobrevivir, sino coexistir armónicamente con su entorno. El desafío está planteado y la solución, aunque compleja, nos ofrece un horizonte esperanzador hacia el cual trabajar conjuntamente. Porque el agua no es solo un recurso, es vida, y su gestión refleja la relación que deseamos construir con nuestro planeta.