Explicarse las decisiones del mandatario mexicano es, cada vez más, una labor propia de psicólogos o algo más especializado, porque razones técnicas o de racionalidad administrativa no se encuentran. Hay en cambio cierta racionalidad política si se trata de acumular poder e imponer una concepción bucólica y rupestre de lo que él considera debe ser este país.
Fuera de ello y su notable habilidad comunicacional, la marcha de su administración es zigzagueante y desconcierta, al grado de que los puntos medulares del discurso utilizado como opositor, y razón inicial al inicio de su gobierno, hoy están desdibujados o en las antípodas.
Explorar en el fondo de sus decisiones requiere ubicarse en una mecánica racional simple: las toma porque puede y porque quiere y, por las mismas razones las lleva a cabo. No hay estudios técnicos o de impacto social que las justifique, solo una voluntad orientada por fobias y prejuicios, asentadas en su mente desde su formación familiar, estudiantil y política, no podemos decir profesional pues nada en su comportamiento lo acredita.
No hubo estudios técnicos previos a la cancelación del NAIM, como tampoco los hubo para la construcción del Felipe Ángeles, solo la presunción de un jugoso negocio inmobiliario y el cálculo de la rentabilidad política de la decisión para demostrar su poder. El costo para el erario nacional no importó y las consecuencias que ha traído fueron para él intrascendentes.
Tampoco los hubo para el Tren Maya, para justificar la relación costo beneficio, el impacto social y esas minucias como el impacto ambiental que le dan sustentabilidad a la obra, solo su convicción personal. Misma convicción que lo mantiene destinando fondos fiscales cuantiosos al rescate de empresas que son y serán un barril sin fondo sin una intervención gerencial profesional y eficiente que les de viabilidad por encima de la carga laboral y la ineficiencia que las agobia.
El presidente parece gobernar (?) por instinto, visceral y no racionalmente, con un cálculo que lo hace único en su habilidad fundamental, hacer política electoral. No hay una sola decisión que no haya tenido un fin de rentabilidad electoral. Por ello, la vacunación contra el COVID estuvo a cargo de los servidores de la nación y de la Secretaría del Bienestar, no de la Secretaría de Salud y todo el sector como correspondería.
Por ello creo ese grupo de promoción de los servicios sociales del gobierno, que luego desdobla aprovechando sus padrones para coersionar a sus usuarios. Y así cada acción gubernamental lleva aparejada su dosis de propaganda electoral, y la utilización de los medios del estado se ha vuelto cínica e ilegal, aunque en el pasado se hubiera opuesto vehementemente a que eso sucediera.
Su principal medio de propaganda política es la conferencia de prensa matutina, en la cual lo menos relevante es el informe de las acciones de su gobierno y es ahí donde se exhiben los rasgos de una personalidad que, al menos a mi juicio, no se sabe si es la de él o del personaje que creó durante su trayectoria. Los políticos algo tienen de actores y siempre tienen una cara y una palabra para cada suceso, la mayoría improvisa sobre la marcha sin desvincularse de su personalidad.
En el caso de Andrés Manuel López Obrador, creo que el personaje domina al actor y este vive y actúa, de la misma forma que el sujeto que creó.
Un personaje a la medida de lo que el público quiere escuchar y ver, y por eso se explican sus niveles de popularidad. Pero ya sea el personaje creado por mimetismo o su verdadera personalidad, es en la conferencia mañanera donde se encuentran los principales rasgos que lo definen psicológicamente. ¿Qué es lo que lo lleva a utilizar un lenguaje y darle un matiz soez a lo que debiera ser formal medio de información de los actos de gobierno? Sin duda, vuelvo al tema, la rentabilidad electoral y la necesidad de mantener la vigencia del personaje.
Allá por la primera mitad del siglo XX, antes de la televisión y en tiempos de férrea censura a los medios, fue sumamente popular un cómico; Jesús Martínez “Palillo”, que en sus presentaciones decía exactamente lo que el pueblo quería escuchar de sus políticos y personajes de la vida nacional, y era pródigo en insultos, ignoro si en la vida diaria fuera igual pero no tengo constancia o referencias de ello. Lo cierto es que la asimilación del personaje con el pueblo le dio vigencia y credibilidad.
No es que esté comparando al señor presidente con “Palillo”, nada más apartado de la intención, sino la necesidad de encontrarle sentido a las acciones y decisiones presidenciales, ya que si vienen de la personalidad de un personaje creado para agradar a los votantes, a su cauda de seguidores, se entiende entonces su actitud desparpajada frente al presidente de los EEUU y el lenguaje soez de las mañaneras, más si no es así, debiera preocupar que las riendas del país estén en manos de alguien que entre prejuicios, fobias y paranoias toma las decisiones importantes sin más horizonte que su popularidad y la próxima elección.