En la reciente VI Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Morena, celebrada el fin de semana pasado, el partido oficialista aprobó por unanimidad una serie de supuestos lineamientos éticos y políticos propuestos por la presidenta Claudia Sheinbaum. Estos acuerdos buscan, según la narrativa morenista, reforzar los principios fundacionales del movimiento, como la austeridad, la prohibición de actos anticipados de campaña y el fin del nepotismo, que tanto presumieron pero que no han llevado a la práctica.
La carta enviada por Sheinbaum Pardo al Consejo Nacional, leída durante la sesión, enfatiza la necesidad de corregir el rumbo del partido y reafirmar su liderazgo. Entre los puntos destacados se encuentran la unidad, la honestidad, la humildad y la prohibición de prácticas como el amiguismo, el influyentismo y el nepotismo, que por cierto en el Congreso de la Unión fueron pateados hasta el 2030 por sus partidos aliados, ante la imposibilidad de hacerlo los propios morenistas.
Sin embargo, estas medidas han sido recibidas con escepticismo por diversos sectores, que cuestionan si representan un verdadero compromiso con la democracia o si son una estrategia para consolidar el poder del partido y su liderazgo.
Desde el inicio del sexenio de la presidente Claudia Sheinbaum, los lideres y coordinadores de ambas cámaras federales, por no decir los dueños del Congreso, así como los gobernadores puestos por López Obrador y la dirigencia nacional de Morena, han sido un factore real de poder que le ha maniatado las manos a la presidente y que más de una vez la han contradicho en sus propuestas legislativas y políticas, dejando entrever una lucha de poder de facciones y regionalismos a los que la voz de la presidenta parece no inmutarlos.
Por otro lado, y en fechas recientes, el expresidente Ernesto Zedillo ha sido una de las voces más críticas al respecto del ejercicio democrático del poder de la titular del Ejecutivo. En un artículo publicado en la revista Letras Libres, Zedillo afirmó que México ha pasado de ser una democracia a una tiranía, señalando que las reformas impulsadas por Morena, como la elección popular de jueces, politizan la impartición de justicia y someten la Corte a los intereses de un solo partido.
Zedillo también ha criticado la eliminación de organismos autónomos, la ampliación de la prisión preventiva oficiosa, la desaparición del derecho efectivo a la transparencia y la cooptación de las fuerzas armadas, argumentando que todas estas acciones forman parte de un proyecto político que desprecia la ley, la división de poderes y, que finalmente, socava la democracia.
En respuesta, Sheinbaum ha cuestionado la autoridad moral de Zedillo para criticar las reformas al Poder Judicial, recordando su papel en el controvertido rescate bancario del Fobaproa y otros eventos durante su sexenio. Este intercambio de acusaciones refleja una polarización política creciente en México, donde las críticas a las reformas del gobierno son respondidas con ataques personales en lugar de un debate serio sobre modelos políticos.
La consolidación del poder por parte de Morena y las reformas impulsadas por el partido han generado preocupaciones sobre el futuro de la democracia en México. Si bien las medidas aprobadas en el Consejo Nacional de Morena buscan reforzar los principios éticos del partido, es fundamental que estas acciones se traduzcan en una verdadera apertura al diálogo y al respeto por las instituciones democráticas.
La democracia no se fortalece con discursos o documentos, sino con acciones concretas que garanticen la independencia de los poderes, la transparencia y la rendición de cuentas. Es responsabilidad de todos los actores políticos y de la sociedad civil velar por la preservación de estos principios fundamentales.
En este contexto, las críticas de Zedillo, más allá de su historial político, deben ser consideradas como una llamada de atención sobre los riesgos que enfrenta la democracia mexicana. Es necesario un debate abierto y constructivo que permita evaluar las reformas en curso y su impacto en el sistema democrático del país.
La historia de México ha demostrado que la concentración del poder y la falta de contrapesos pueden conducir a regímenes autoritarios. Es imperativo que las reformas actuales no repitan los errores del pasado y que se garantice un equilibrio entre la transformación y el respeto por las instituciones democráticas.
La democracia mexicana se encuentra en una encrucijada. Las decisiones que se tomen en los próximos meses serán cruciales para determinar si el país avanza hacia una mayor consolidación democrática o si, por el contrario, se encamina hacia un modelo autoritario disfrazado de legalidad.
Es momento de que los líderes políticos, incluidos aquellos en el poder, escuchen las voces críticas y trabajen en conjunto para fortalecer la democracia, garantizando la participación ciudadana, la transparencia y el respeto por los derechos humanos. Solo así se podrá construir un México verdaderamente democrático, donde las transformaciones se realicen con base en el consenso y el respeto por las instituciones, y no mediante la imposición de una visión única del poder.
El futuro de la democracia en México depende de la capacidad de sus líderes y ciudadanos para defenderla y fortalecerla frente a los desafíos actuales. Es responsabilidad de todos asegurar que las reformas y acciones del gobierno se alineen con los principios democráticos y no se conviertan en herramientas para consolidar un poder hegemónico.
La historia juzgará a quienes, en momentos cruciales, eligieron el camino del diálogo y la construcción democrática sobre la imposición y el autoritarismo. Es tiempo de actuar con responsabilidad y compromiso con el futuro democrático de México.
