Lo acontecido en la sesión del domingo pasado en la Cámara de Diputados –cuando la oposición impidió con sus votos la aprobación de la Reforma Eléctrica, asestando al presidente Andrés Manuel López Obrador la más importante derrota en su gobierno–, sigue reverberando.
Y por lo que se ve, continuará. Quizás hasta se acentúe. Seguirán con su campaña de odio y de linchamiento. No logran asimilar la derrota. Continúan con la misma actitud que mostraron durante el debate del 17 de abril: paseándose entre la rabia, la bilis y la soberbia.
Morenos y aliados tuvieron la oportunidad de horadar el bloque opositor el mismísimo día siguiente de su derrota, con la reforma al litio. El propio AMLO les puso el balón para anotar.
Pero los del partido en el poder siguieron desgarrándose las vestiduras por la “traición” y gritando su derrota desde las curules. Fueron incapaces de ver que Movimiento Ciudadano permanecía en el salón de plenos –a diferencia del PRI, PAN y PRD, que abandonaron la sesión– y que posicionaba incluso su voto en lo general a favor de la llamada “nacionalización” del litio.
No aquilataron tal gesto. Al contrario, fustigaron a los naranjas, los vilipendiaron y lanzaron a la basura cada una de sus reservas.
Perdieron ahí, por esa rabia que los enceguecía, la posibilidad de construir acuerdos hacia adelante y romper ese bloque PAN-PRI-PRD-MC que logró rechazar por vez primera una reforma constitucional enviada por el Ejecutivo.
A cambio de ello, se pusieron a danzar –y lo siguen haciendo– con carteles en los que aparecen rostros de múltiples opositores, acusando de “traición a la patria” a los legisladores que votaron en contra de Reforma Eléctrica.
Llevaron su ira a las redes sociales, a las calles, a los estados. La trasladaron también al Senado de la República y la subieron –innecesariamente– a la tribuna, con ganas más de venganza que de otra cosa. La herida siguió supurando…
Dicen los morenos que lo ocurrido es imperdonable, que habrán de fustigar y estigmatizar a los “traidores” de por vida.
Ese es ahora su rezo y la bandera para izar.
La estrategia con la que, advierten, caminarán hacia las elecciones que se celebrarán en junio, a las del año entrante y obviamente a las presidenciales de 2024.
Estrategia no sólo de polarización, ahora también aderezada de rabia.
¿Qué pasará entre tanto con las reformas constitucionales anunciadas? ¿La electoral, por ejemplo? En este ambiente, tal vez sirva meramente para pavimentar un discurso de odio.
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De ser así, Ricardo Monreal ya podría despreocuparse por las dificultades que le están provocando sus compañeros de partido para la construcción de mayorías calificadas.
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POR MARTHA ANAYA
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