No son los aranceles la peor amenaza para nuestra economía, sino el pésimo manejo de la política económica (si la hay) y la incompatibilidad del ideario político del régimen con la dinámica de la economía nacional y mundial. Los signos que apuntan hacia la recesión o, en el mejor de los casos, el estancamiento de la economía se han venido estableciendo desde 2024 y los nuevos reportes confirman la tendencia.
El INEGI, en el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) reportó una variación negativa para el crecimiento en diciembre de -1.0 mensual y fijó el anual en -0.6, el peor resultado desde febrero de 2021.
De los 19 grandes sectores que componen el IGAE, nueve mostraron descensos anuales y los más destacables son: Servicios de apoyo a los negocios y manejo de residuos que bajó 9.9%, hilando un año a la baja; la producción agrícola con una contracción del 8.7% anual; servicios de esparcimiento y recreativos -7.2%; construcción -7.1%; minería -6.2%; comercio al mayoreo -4.7%; servicios de alojamiento, alimentos y bebidas -1.9%; industrias manufactureras -0.3%.
A su vez, el Banco de México rebajó su estimación de crecimiento para 2025 de 1.2 a solo 0.6%. Contrastando dicha estimación con la que la Secretaría de Hacienda estableció en el presupuesto, que fijó en 2.3%.
Se puede decir que esta apreciación del banco central se debe a la amenaza de los aranceles y el perjuicio que causarían, pero no es necesariamente así, ya que los datos negativos vienen acumulándose y si no hemos caído en recesión, es porque eventualmente algún sector registró crecimiento coyuntural.
Todos estos datos son anteriores a la amenaza de los aranceles, así que hablar ahora de ellos es como dice el refrán: “Ya éramos muchos y parió la abuela”. Pero más allá de la referencia popular, y a pesar de que la propaganda oficial festeja que México recibió inversión extranjera directa por 36,872 millines de dólares, esto es solo un 2.3% más que en 2023 y en su mayoría se trata de reinversiones para plantas ya establecidas.
La falta de nueva inversión se refleja en la generación de empleos y aunque se festina que la tasa de desempleo disminuyó a 2.6% en 2024, respecto al 2.7% en 2023, la población económicamente activa, 61.1 millones, en su mayoría se desempeña en la informalidad (54.5%). Sin olvidar que a finales de 2024 se perdieron más de 400 mil plazas laborales.
Así que no nos engañemos con los aranceles, la fragilidad y vulnerabilidad de la economía mexicana deriva del incremento de la incertidumbre y el lastre derivado de los esfuerzos de consolidación fiscal para abatir el déficit de 6% que dejara el anterior gobierno. De la frenética actividad legislativa que mina la confianza de los sectores económicos, aprobando iniciativas como la reforma al Infonavit y el desaseado proceso para la elección del nuevo Poder Judicial.
Los aranceles vendrán porque el gobierno no ha entendido el verdadero objetivo del presidente estadounidense. Y no lo ha hecho porque tampoco está entendiendo el contexto geopolítico y económico actual. Los EUA se están cerrando para protegerse de sus propias debilidades y una de ellas, quizás la primera, es la dependencia del exterior en la cadena de suministros. Necesita en su territorio la fabricación de chips y una industria metalúrgica y de transformación sólida y en su territorio y socios incondicionales para no depender de que una fuerza externa, bloqueando las cadenas de suministros, paralice su economía.
Tampoco han entendido, o hacen como que no, que la detención del flujo de fentanilo no es la médula de la demanda, sino la destrucción de los carteles y el connubio que han establecido con el gobierno, a pesar de que fue expresado con claridad y por escrito. Necesitan entender que tampoco abona a la relación, que nuestro gobierno no respalde la política hemisférica contra Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua o se subsidie con petróleo y otras acciones a Cuba.
En las negociaciones futuras del TMEC y en las actuales para evitar los aranceles, el gobierno tiene que elevar su nivel de comprensión acerca de los intereses de su socio. A él no le preocupa la inflación que puedan provocar los aranceles; si seguimos por ahí carcajadas saldrán de la Casa Blanca y uno que otro coscorrón arancelario, que para nosotros puede ser un descontón y la puntilla para una economía prendida de alfileres.