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¿Engañaron a López Obrador?

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
14 septiembre, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya
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Durante agosto, el presidente Andrés Manuel López Obrador utilizó a Emi­lio Lozoya, ex director de Pemex, para sacudir el avispero político y repartir a mansalva acusaciones de corrupción. Paría de la denuncia de hechos construida a dos ma­nos, entre Lozoya y la Fiscalía General, donde a cambio de que señalara con el índice a quien le dijeran, garantizaba su libertad, la de su fa­milia, su dinero –incluidos 10 millones de dóla­res que asegura la empresa Odebrecht le dio co­mo soborno- y, de paso, podría cobrarse cuen­tas personales. Pero desde hace tres semanas, el Presidente ha sido más cauteloso en sus di­chos y subrayado todo el tiempo que esas acu­saciones tendrían que probarse.

El entusiasmo de López Obrador en agos­to no correspondía con lo que sucedía en el in­terior de la Fiscalía General, donde veían que Lozoya estaba incumpliendo el pacto que hizo con el fiscal Alejandro Gertz Manero, al no es­tar entregando a toda la documentación dura, demostrable e incontrovertible, que soportaran sus múltiples imputaciones. La molestia con­tra Lozoya motivó la petición a las autoridades alemanas para catear las propiedades de su es­posa en Baviera, a principios de agosto.

En víspera de ese cateo, la Secretaría de Ha­cienda presentó una querella contra el ex di­rector de Pemex por haber pagado menos im­puestos de los que debía. El director general de Delitos Fiscales de la Subprocuraduría Fiscal Federal de Investigaciones, que depende de la Procuraduría Fiscal de Hacienda, Josué Miguel Contreras, presentó la querella a Gertz Manero el 27 de julio, donde señala que Lozoya decla­ró el 9 de mayo de 2017 ingresos menores a los “realmente obtenidos”, y dejó de pagar en im­puestos sobre la renta dos millones 695 pesos.

Contreras le entregó a Gertz Manero las de­claraciones patrimoniales de Lozoya que mos­traba que durante 2016 –él renunció a Pemex a mediados de febrero de ese año-, había teni­do ingresos acumulables por casi 10 millones de pesos, de los cuales poco más del 8% habían sido por salario. Además, le entregaron la do­cumentación que había tenido depósitos en sus cuentas bancarias por 18 millones de pesos, por lo que el pago de impuestos sobre la renta, se ha­bía quedado corto. Hacienda le pidió a la Fisca­lía que investigara lo que a su juicio es un delito.

No se sabe del resultado que tuvo la querella, o si la Fiscalía General inició la investigación so­licitada. El caso Lozoya, sin embargo, tiene sín­tomas que está resultando más difícil de armar de lo que alegremente pensaban en el gobier­no, y que concediendo criterios de oportunidad como un sistema anticorrupción, podían fácil­mente imputar a ex funcionarios, con susten­to o sin sustento, para llevar a cabo la purifica­ción de la sociedad que pregona el Presidente.

Pero algo extraño está pasando en el Caso Lozoya. El ex director de Pemex llegó a Mé­xico, procedente de España, el 17 de julio. Ló­pez Obrador dijo tres días después que ya había rendido su primera declaración ante la Fiscalía General, pero 48 horas después la Fiscalía Ge­neral desmintió al Presidente y negó que fuera cierto. Lo que había entregado Lozoya, en rea­lidad, y como parte de su negociación para no pisar la cárcel y caminar rumbo a la puerta de la libertad, fueron memorandos donde narraba diferentes casos de presunta corrupción, acu­saba a ex funcionarios y legisladores, culpaba a todos de ilícitos y se decía inocente, víctima de un mecanismo que lo obligó a cometer delitos.

A regresar de España, Lozoya estuvo du­rante 11 días sin que nadie supiera de su para­dero y sin que pasara por un juez. Hasta el 28 de julio, tuvo su primera audiencia, y una se­gunda el 29, tras las cuales el juez, siguiendo los lineamientos de la Fiscalía con Lozoya, lo dejó en libertad condicional, con un dispositi­vo electrónico colocado en el tobillo, y la obli­gación de firmar dos veces al mes ante la justi­cia, lo que hace de manera virtual.

Lo que ha venido después es la nada. Se des­conoce si ha rendido más declaraciones minis­teriales, si ha empezado a aportar la documen­tación prometida, o si los entregables pudieron corroborarse. Gertz Manero logró que el juez extendiera el periodo de ampliación de la in­vestigación hasta finales del año, por lo que no puede decirse que el Caso Lozoya esté en el lim­bo. Se encuentra en otro estadio, el de la suspi­cacia de que se trata de un gran timo, el de Lo­zoya a la Fiscalía, el de la Fiscalía al Presiden­te, y el del Presidente a la sociedad mexicana.

En la última semana, el lunes pasado para ser más preciso, se movió el caso, pero no por la Fiscalía General, sino por la Fiscalía de los fiscales de Hacienda, en donde colocó Contre­ras la querella, lo que los conocedores señalan que es una señal de que la van a impulsar, más allá de lo que haga la Fiscalía General. Si esto marcha por esa vía, Lozoya tendrá una presión adicional a las que ya tiene, donde su madre si­gue en detención domiciliaria, y su hermana y su esposa son prófugas de la justicia, porque tienen orden de aprehensión. De proceder la querella hacendaria, enfrentará un presunto delito que no contemplaba, el de evasión fiscal.

Si Lozoya se está burlando de la Fiscalía, Hacienda está actuando. Objetivamente ha­blando, la credibilidad del ex director de Pe­mex está muy mermada, y futuras imputacio­nes, ante la presión a la que está sometido, ten­drían que ser evaluadas y procesadas tomando en cuenta todo el contexto. Es cierto que en es­te gobierno, la legalidad no es prioridad ma­yor a la política, y López Obrador necesita al Lozoya locuaz de la denuncia de hechos, por­que está teniendo rendimientos decrecientes en materia de corrupción, al empezar a salir in­formación de presuntos delitos en donde me­nos esperaba, de su seno familiar, sin nada pa­ra contrarrestarlo.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

Etiquetas: ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOREmilio LozoyaPEMEX

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