Dicen de los montañistas y el peligro de la altura:
“Cuanto menor es la presión atmosférica menor es la presión de oxígeno. A 5 mil 200 metros de altura la presión atmosférica de oxígeno es la mitad de la que hay a nivel del mar, y a la altitud correspondiente a la cima del Everest es un tercio.
“El cerebro es muy sensible a la falta de oxígeno, hasta el extremo que si se suspende completamente la oxigenación cerebral se pierde la consciencia en cuestión de segundos.
“Aunque aún no sabemos exactamente cuál es el valor mínimo que debe tener la presión de oxígeno entre las neuronas para que el cerebro mantenga un funcionamiento normal, se estima que este valor debe estar por encima de los 10 mmHg…”
Todo esto lo debe saber quien quiera aprovechar las posibilidades casi infinitas de la juventud y ascender montañas por encima de los cinco mil metros. Caminar, por ejemplo, hasta la cima del mundo; las montañas de la cordillera del Everest y sus picos de ocho mil metros.
Pero aquí hay un error.
La cima del mundo, al menos para los daños posibles en la oxigenación cerebral, no es la Chomolungma (Diosa madre en la montaña), sino el poder.
El poder, cuya enfermedad ya descrita por tantos especialistas es la “hybris”. Una excesiva vanidad, un desquiciamiento progresivo entre el valor imaginario y el valor real del poderoso Narcicista, cuyos rasgos complementarios son la manía persecutoria (o el delirio de persecución), y el desdoblamiento de la personalidad.
El individuo se asume a sí mismo como la encarnación de aquello que representa. “El Estado soy yo”; dijo el célebre monarca Luis XVI. La hybris hizo posible la locura de Hitler y el Holocausto. Por ese mal Stalin dispersó Gulags por toda la Unión Soviética. Por la hybris, Villa violaba, asesinaba y robaba sin pudor ni remordimiento.
Sin atreverme a diagnosticar nada, creo que en la actual conducta del señor presidente hay rasgos reveladores de este “mal de montaña” o hybris. Por ejemplo, esa frecuente actitud de presentarse como una bondadosa víctima de la maldad generalizada.
Hace ya mucho tiempo el señor presidente, sin tomar en cuenta dimensiones ni similitudes o diferencias, se acomodó en un lugar de la historia junto a Francisco Madero (aunque sólo sea por eso y sin ningún otro parecido), nos dijo en repetidas ocasiones, soy el presidente más mal tratado por la prensa desde “el apóstol de la democracia”.
Esa comparación tiene dos elementos de análisis. Uno, hablar, con intención indirecta o subliminal al golpe de Estado sufrido por Don Panchito y de paso, colocarse en la misma categoría democrática e histórica del coahuilense asesinado.
Ambas cosas son falsas.
La prensa no era precisamente dócil ni cariñosa, por ejemplo, con Vicente Fox, quien también llegó a quejarse de la “tundiza” y en su caso por partida doble, porque la esposa del Ejecutivo, la señora Martha, sufrió golpes constantes a lo largo de todo el sexenio. Ahí se atacaba a “la pareja presidencial”.
Y de Enrique Peña Nieto, mejor ni recordar. Las exageraciones con “La casa blanca” y el caso Ayotzinapa, fueron demoledoras.
Pero el presidente magnifica el papel de los medios. Por una parte, los declara prescindibles gracias a las “benditas redes sociales”, para cuyo funcionamiento tiene un ejército de granjas robóticas, y por la otra se duele y se indigna cuando algo se le señala. Ni siquiera se le acusa.
Si alguien habla de la inseguridad nacional (un hecho comprobado), automáticamente es un nostálgico de la chayotera, como si el silencio pudiera resucitar a 160 mil perdonas asesinadas en este sexenio.
Y ahora, en la efervescencia electoral en cuyo fomento partidario viola constantemente la ley, cualquier mención al riesgo de violencia durante las campañas, lo resiente como un ataque directo a su persona y no como una reflexión cuya sensatez podría hasta resultar oportuna, para luego no lamentar imprevisiones.
Aun cuando yo mismo he sido mencionado por el señor presidente (cosa de agradecer pues pone a mi persona a la altura de su divina palabra), no quiero presentar estas reflexiones como una respuesta individual. Simplemente las incluyo en este breve catálogo de los síntomas del mareo de la altura.
Ya habrá tiempo para responder públicamente a sus acusaciones. Ahora no. En esta ocasión quiero repetir sus palabras, en las cuales se advierten los rasgos señalados al comienzo del texto:
“…quienes impulsan esta campaña, esta guerra sucia, pues son personajes muy vinculados a Salinas de Gortari, al grupo de poder económico y político que dominaba México, que se sentían dueños de México. Esa es una característica, un distintivo: su vinculación a la oligarquía corrupta que dominaba nuestro país.
“Lo otro, muy específico, particular, es que casi todos recibían dinero del gobierno anterior, y eso los tiene muy molestos porque no les están saliendo las cosas. Como lo comenté ayer, para fortuna del pueblo de México está bien la economía, hay bienestar en el país…
“…Entonces, como no les sale nada, están desesperados y es importante que se sepa que son capaces de mentir, de calumniar y de crear ambientes enrarecidos.
“Eso también es muy característico de la derecha.
“El generar odio y la violencia no tiene que ver con la izquierda; ni en México ni en el mundo. Siempre el autoritarismo lo impulsa la derecha, el conservadurismo, siempre. Y en México hay pruebas suficientes de lo que estoy sosteniendo, baste decir de que es en el periodo neoliberal en que se atreven a asesinar a un candidato, a Luis Donaldo Colosio.
“En el tiempo que llevamos nosotros no ha habido represión y no va a haber represión porque no somos iguales, pero están muy desesperados…”
“…Y debemos de tener confianza en el pueblo, que es sabio, que está muy consciente (…) porque hemos llevado a cabo desde hace muchos años lo que conocemos como revolución de las consciencias y eso ha llevado a un cambio de mentalidad en nuestro país, que yo creo que es uno de los mejores aportes de nuestra lucha, el cambio de mentalidad de nuestro pueblo, porque cuando cambia la mentalidad del pueblo cambia todo.
“Entonces, no estemos dudando, vamos muy bien, vamos muy bien…”
Convocar al pacifismo y rechazar la agresión, mientras se acusa, se agrede, se descalifica y se ataca, no parece un signo de congruencia o escasez de oxígeno. Ya no digamos algo más.
“…Nuestra lucha ha sido, es y seguirá siendo pacífica. Nosotros somos partidarios de la no violencia, somos pacifistas y también somos partidarios del amor al prójimo. Entonces, no preocuparnos, vamos muy bien, porque, si somos buenos, somos felices…”
“…Pero, regresando a mi planteamiento, es llamar a todo el pueblo de México y en especial a nuestros simpatizantes, a los que estamos impulsando la transformación del país, a no caer en ninguna provocación, ni siquiera discutir o querer convencer a estas personas. Es muy difícil, porque están defendiendo privilegios que ya no tienen, es muy difícil convencerlos…
“… ¿Y por qué no debemos preocuparnos, ni mucho menos caer en provocaciones?
“No tocarlos, no testerearlos, no tocarlos ni con el pétalo de una rosa.
“Lo que decía yo, abrazarlos y decirles así: Amor y paz y, primo hermano, sigue tu camino, vas bien, ahí la llevas, sigue con Claudio X. González, sigue con Salinas, sigue con Fox, sigue con Calderón, sigue con los medios de información o manipulación, (…) vas bien.
“Y no pelearnos, no pelearnos”.