Ocupada como está la agenda por los asuntos domésticos que a diario se ventilan en las conferencias matutinas, los medios y los mexicanos hemos perdido de vista la globalidad en la que estamos inmersos. La obtusa visión de una administración limitada en sus habilidades gerenciales ha devenido en un ejercicio inercial del gobierno, enfocado a los asuntos interiores, especialmente los de interés para el Presidente de la República.
Así, parece que a él y al gabinete, les pasó de noche que recientemente, el 15 de noviembre, se firmó el tratado RCEP por sus siglas en inglés, o Asociación Económica Integral regional, conformado por diez países miembros de la Asociación Nacional del Sudeste Asiático (ASEAN), que son: Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia, Vietnam, y cinco estados más con economías potentes como Austria, China, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda.
Estos países suman en términos generales, el 30% de la población mundial y el 30% del Producto mundial bruto. Este tratado, inicialmente auspiciado por el régimen de Barack Obama, inició conversaciones en noviembre de 2012, sin incluir lógicamente a China y la India, buscando consolidar el dominio comercial de USA. La política aislacionista de Donald Trump, abandonó al grupo, al igual que lo hiciera con el acuerdo Transpacífico, y dio pie para que China se introdujera con fuerza y hoy, pacíficamente controla el denominado mar de China meridional donde reclaman derechos Vietnam, Malasia, Brunei y Taiwan, consolidándose como el gigante comercial de esa región y fuerte competidor para la hegemonía estadounidense.
México al parecer estuvo ausente y no promovió su inclusión o participación en dicho bloque, posiblemente enfocado en el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, insistentemente buscado en la administración de Peña Nieto y públicamente ignorado y al parecer olvidado por la actual administración. Este acuerdo Transpacífico inició conversaciones en la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, realizada en Los Cabos México en el año 2002.
Estados Unidos manifestó interés en el 2005 y Japón se unió como observador en 2013; previamente, Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam entraron en las negociaciones, sin embargo, la administración Trump retiró a USA de las negociaciones y el acuerdo, con lo cual quedó integrado actualmente solo por cuatro estados; Singapur, Nueva Zelanda, Chile y Brunei, mismos que ahora quedan suscritos al gigante acuerdo recientemente firmado y por lo tanto el Transpacífico podemos decir que quedará inoperante.
Entonces ¿en dónde está México en el contexto internacional? ¿Encerrado y constreñido en el TMEC? México se ha quedado como el perro de las dos tortas, ausente en los dos bloques comerciales, (RCEP y Transpacífico), marginado en el contexto Asia – Pacífico y ligado al TMEC, dónde es hermano menor de dos potencias, atado a su mercado y condiciones y lo peor, esperanzado solamente a dicho recurso como opción de desarrollo y recuperación económica.
No hay a la vista ninguna iniciativa, ni en Relaciones Exteriores o en la Secretaría de Comercio que esté generando condiciones para que las empresas y productos mexicanos participen en ese rico mercado, cuando menos no se conocen porque la agenda gubernamental está enfocada en crear distractores para desviar la atención de los grandes problemas nacionales. Por otra parte, las iniciativas particulares y empresariales que pudieran tener interés no encuentran respaldo, recordemos que desaparecieron los organismos de promoción internacional y además, parecen más preocupadas en sobrevivir a los acosos gubernamentales y a la incertidumbre creada, que en pensar en expansiones de mercado.
Caro está costando a México haberse ceñido a las políticas excluyentes de la administración Trump y abandonar iniciativas propias. Es posible pensar que también han sido motivaciones dogmáticas que asocian el libre comercio con el satanizado neo liberalismo, pero ello no justifica que México y sus sectores productivos de vocación exportadora y competitiva, sean víctimas de una visión obtusa, propia de gobiernos aldeanos sin visión de futuro.
Estamos remando en dirección diversa, incluso de nuestros propios socios en el TMEC, en donde ambos, Estados Unidos y Canadá han manifestado ir por una limpieza del ambiente y el impulso de energías limpias, mientras aquí impulsamos la generación eléctrica a base de carbón y combustóleo.
Abandonar el universalismo del comercio en este tiempo de globalidad y concentrarse en rescatar entidades productivas del estado como único motor del desarrollo nacional es un tremendo error que costará generaciones reparar, pues no es solo el ramo del comercio internacional el que acusa los rezagos y omisiones, sino también el desarrollo de la investigación y la preparación de las condiciones para los cambios que se avizoran en materia energética, el uso de nuevas tecnologías y la necesidad de crear más infraestructura para la competitividad en comunicaciones y ambiente digital.
Ante este panorama México parece estar parado en un escampado, empapado de contradicciones y discusiones bizantinas, rumbo a un sistema autocrático ideologizado, sin hoja de ruta para su actuación frente al mundo y lo peor rezagado en capacidades y potencialidad humana por el inexplicable desprecio a la investigación y al conocimiento científico.