En un país donde los hospitales no cuentan con lo indispensable y las escuelas públicas se caen a pedazos, lo raro sería que su sector cultural tuviera por lo menos lo indispensable. Obviamente no es el caso. Teniendo un envidiable patrimonio y un conjunto de industrias al alza (a pesar de no contar en muchos casos con apoyos oficiales y sí, en cambio, muchos obstáculos), el sector cultural mexicano enfrenta una de sus mayores crisis.
Así las cosas, en 2025 el sector cultural está ejerciendo un presupuesto de 15 mil millones de pesos, lo que significa una reducción del 30.8% con relación al presupuesto de 2024. Es es el más bajo desde que fue creada la Secretaría de Cultura en 2017. Los museos son reflejo, claro y triste, de esta debacle presupuestal. La situación es tan crítica que el Museo del Caracol, El Carmen, el de las Intervenciones y, más recientemente, el de Antropología e Historia (el más emblemático del país) se han visto obligados ha cerrar temporalmente por falta de personal de vigilancia, lo que expresa la precariedad laboral y la insuficiencia de recursos operativos en que están sumidos desde que la austeridad de la Cuarta Transformación los comenzó a castigar.
Desde luego, la crisis de los museos y del sector cultural en su conjunto pasa no sólo por el tema presupuestal. Como bien dice Mericia Curiel, experta en patrimonio cultural, no existen diagnósticos recientes, por lo que también se anda a ciegas: “en otras administraciones se buscaba la capacitación o la asesoría de expertos (…) Ha habido nulo diálogo y nulo expertise, sobre todo en cultura organizacional, interna y externa. Los diagnósticos de comunicación en las entidades culturales están perdidos y, por lo tanto, sin diagnósticos, sin datos y sin observaciones, no se pueden construir políticas públicas culturales ni tampoco se puede estar citando a los participantes culturales convenientes” (https://x.com/contramascaras/status/1931870933335322897 ).
Examinando el caso del Museo de Antropología, que acaba de obtener el Premio Princesa de Asturias por su contribución a la concordia –una bofeta con guante blanco del gobierno que no nos ha pedido “perdón” por la conquista, como ridiculamente solicitó AMLO y su sucesora– , el escritor Juan Villoro explicó hace unos días cómo llegamos a esta situación:
“López Obrador dejó al país con una deuda que tiene asfixiado al gasto público, proyectos mesiánicos inservibles como el Tren Maya, los mayores índices de violencia de la historia y la destrucción del sistema judicial. Mientras consumaba esos desastres recordó lo ocurrido hace cinco siglos. ¿Por qué lo hizo? Un personaje de mi novela La tierra de la gran promesa dice: «El rencor es la forma mexicana de tener buena memoria». No es casual que Pedro Páramo, modelo del caudillo atrabiliario, sea descrito como «un rencor vivo»” (Reforma, 6-VI-2025).
Este “rencor”, por lo visto, sigue animando a la Cuarta Transformación. Véase el caso de la Ciudad de las Artes en Tepic, un complejo cultural que está siendo destruido en estos días para construir un estadio de fútbol. El gobernador Miguel Ángel Navarro y su partido, Morena, no le ven ninguna utilidad a la Ciudad de las Artes, pero sí al terreno sobre el que se erigió. En su bárbaro afán por contar con los votos de los aficionados al futbol (que calculan que deben ser muchos más que los públicos de las artes) el gobierno destruye también un parque que está junto al complejo cultural.
La demolición ya comenzó y el gobierno estatal, que se sabe impune, ignora los legítimos reclamos de la comunidad artística y cultural, así como de los ecologistas y urbanistas que han criticado su proyecto. Recojo el testimonio de Lissette Álvarez Cazola, gestora cultural de Tepic, quien ha venido denunciando todos estos atropellos que incluyen el desaolojo de los estudiantes de la Escuela de Música para iniciar la destrucción de la Ciudad de las Artes: “Hay una serie de requisitos que tienen que presentar, entre ellos un permiso por parte del Ayuntamiento, porque ninguna obra se puede hacer si no se tiene ese permiso. A la población aledaña al complejo tampoco se la ha consultado ni informado de qué se va a construir ni cómo esto les va a cambiar la vida. Hay comercios que pagan impuestos y llevan años allí y ya los cerraron. Es una atrocidad tras otra. Y nuestra forma de protestar es con arte, con artistas tocando en medio del derrumbe” (El País, 8- VI-2025).
En su momento tuvo una inversión millonaria de alrededor de 500 millones de pesos que hizo posible que contara con un anfitetaro, biblioteca, escuela de música y espacios para exposiciones y diversos talleres artísticos, pero según el gobierno se trata de “una obra fallida” realizada por un gobierno corrupto (y lo fue, pero no por eso el espacio es inservible).
A la Ciudad de las Artes le está pasando algo peor que al Aeropuerto Internacional que canceló López Obrador por su terquedad y rencor, porque ya funcionaba y era, mal que bien, el gran espacio cultural de la ciudad. Demolerlo es no sólo una “revancha política”, como han denunciado varios activistas, sino un acto irracional que viene a confirmar el profundo desprecio que Morena y sus gobiernos tienen por la cultura.
@ArielGonzlez FB: Ariel González Jiménez