POSVERDAD
Andrés Manuel López Obrador se ha caracterizado por ser protagonista de la atención nacional en los últimos años. Ahora como presidente, no es la excepción. En un evento multitudinario con la participación de gobernadores, legisladores, lideres religiosos y empresarios, López Obrador hace gala de su vocación por el ritual y por lo simbólico. Sin embargo, Tijuana presenció la respuesta de un presidente mesurado, consciente de la relación que guarda México con estados Unidos con una frontera de poco más de tres mil kilómetros y convencido de que la integración con América del Norte ha sido benéfica para México.
La cooperación y la amistad fueron los sellos de una cooperación coyuntural que se sobrepone a los “episodios de hostilidades de 1847”. El presidente a lo largo de su previsible discurso triunfalista, pretende hacer un llamado la unidad nacional, a generar empatía hacia una causa que desde su perspectiva, debería causar fervor y patriotismo de manera natural. Sin embargo, el acuerdo alcanzado con el gobierno estadounidense pone en duda las coordenadas de lo que es permitido y lo que no, para un gobierno que supuestamente enarbola a la izquierda como brújula del quehacer político. En este sentido, el acto del pasado sábado obedece más al campo del sofista que del estadista. El presidente ofreció un “dato conmovedor”: de los 521, 000 migrantes que deciden emigrar a Estados Unidos, poco más de 150, 000 son menores de edad. Si bien este dato es relevante, pone en evidencia al estado mexicano más por su impericia que por su autoridad moral para enfrentar este gran reto. Al mismo tiempo que el gobierno decidía mandar a la Guardia Nacional a la frontera sur, el gobierno peruano cerraba el ingreso a los 800, 000 venezolanos que han llegado a sus puertas. Se estima que alrededor de 4 millones de personas han decidido dejar Venezuela en el marco de la conocida crisis política y social del país sudamericano. Al otro lado del Atlántico, el líder italiano Matteo Salvini entraba en disputa con nada más y nada menos que el líder de la iglesia católica, Franciso Bergoglio, donde criticó su posición respecto a la migración. Salvini desde su llegada al gobierno italiano se ha caracterizado por un discurso de abierto rechazo hacia los migrantes.
La invitación del gobierno mexicano al presidente Donald Trump no solo carece realismo, sino que se envuelve en un nacionalismo falso. El envío de elementos de la Guardia Nacional a la frontera sur pone a más cerca de México del italiano Salvini o del Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán, que a la de un socialdemócrata latinoamericano. El costo de asumir cuotas arancelarias en el actual contexto económico de México hubiera aumentado la incertidumbre sobre el rumbo del país.
El gobierno logra una hazaña de comunicación política, más no atiende el confuso túnel de la relación con el país del norte. Una ingenua ambición de la “sustitución del leguaje diplomático”.