Los doctores Shangó, Obatalá, Ogún, Yemayá, Oshún, Babalú Ayé, Elegguá, grandes especialistas en la salud humana, mi socios, custodios de la salud comprendida de modo integral, no sólo la cosa física, ¿tú sabes?, del bienestar del cuerpo, sino también el reposo sereno del alma, llegaron ayer a la Ciudad de México al frente de un batallón de otros 500 médicos cubanos ( ¿ o a poco nomás exportaban bailarinas, músicos y fulleros?), cuya sabiduría legendaria se incorporará a la ciencia herbolaria mexicana, antes de convocar a la magna asamblea continental de santeros, babalaos y chamanes curanderos con ramas de pirul y quemazón de copal. Conviene conocer estos datos (Revista Encrucijada Americana):
“…En lo que concierne a la santería actual, como religión sincrética, cabe mencionar que dicha religión ha tenido un auge notorio a partir de 1959, después del triunfo de la revolución cubana, cuando se originó una migración considerable de cubanos, entre ellos algunos devotos de la religión, quienes se desplazaron a diversos puntos del continente, específicamente a ciudades geográficamente cercanas como Miami en los Estados Unidos (Fernández, 2008); Yucatán, Veracruz y el Distrito Federal en México (Argyriadis, 2005; Juárez, 2007 y Saldivar 2010); San José en Costa Rica, etc., movilidad que ha seguido manifestándose hasta la actualidad.
“Para el caso de los Estados Unidos la migración se ha dado a través de etapas, considerando la de 1959 como el punto de partida, pero después vinieron otras numéricamente significativas como la que sucedió a principios de la década de los ochenta a través del puerto del Mariel, cuando más de 120 mil personas (Perera, 2008) se establecieron en Florida (Fernández, 2008) considerándose a este suceso como la internacionalización de la santería debido a que entre ese grupo de personas se encontraban santeros y babalaos quienes iniciaron con la teatralización del folklore afrocubano (Argyriadis, 2005), como menciona Perera “uno de los cambios más significativos, desencadenado por esa oleada migratoria, fue la rápida expansión de las religiones de origen africano, especialmente de la santería o Regla de Ocha, entre otras razones por su alta presencia entre los “marielitos” y su popularidad entre los cubanos” (2003, p.5)”.
Así pues, mi sangre ya le vemos una de las hebras a esta madeja de tantos hilos, porque no hay modo ni manera de comprender el avance la ciencia moderna sin el babalao, a ver, ¿a quién se le ocurriría ponerse una vacuna de Pfizer contra el coronavirus, si se trata de fármacos neoliberales, producidos para las enormes ganancias de los laboratorios trasnacionales de la medicina industrializada capitalista contemporánea, como los Astra Zeneca; cuyos productores no consideran el bienestar del alma ni los derechos humanos de los delincuentes a quienes debemos cuidar…
Por ahora hagamos, junto con los médicos visitantes, este bonito ritual llamado de Olókun cuyos ecos llegan hasta el África meridional y en el cual “se hace un sacrificio de animales que funge como la primera ofrenda que se le hace al mar; acto seguido, se tiran los cocos para saber si la deidad está conforme, de ser así, el neófito escoge las nueve piedras y agua del mar y se retiran a la casa templo…
“…se elabora una serie de rituales secretos entre los babalaos que consisten en pedir permiso a Elegguá y a los Eggún para seguir adelante con la entrega de Olókun…”
Pero esto tiene una explicación: el declive de la medicina real en Cuba, como todo en esa Revolución fracasada, le ha abierto las puertas a la charlatanería de los palos santeros y demás supercherías propias del subdesarrollo, nombre real del sincretismo tan alabado por los antropólogos esnobistas.
Algo así como hacer un agujero en el suelo y pedirle a la Madre Tierra permiso para hendir con la maquinaria la ubérrima Selva de la península yucateca o exorcizar de demonios neoliberales el Palacio Nacional con una limpia de ramas.