México de 1880 irradiaba de una entera participación de un proceso de castas —como en el virreinato— debido a las fuertes diferencias de aplicación de la justicia, era más un “persecutorio de ladrones y vagos” —tratando de esconder a los pobres y mandarlos a calabozos— que una verdadera aplicación de litigo apegado a la moral jurídica, la pobreza extenuante daba por sí la razón de aplicarse un deterioro en las élites intelectuales y políticas, quienes al sentirse superiores, mofaban a la justicia con el Duelo, figura aceptada y que facilitaba los pleitos legales por rencillas atenuando la carga de trabajo en los tribunales, pero que tenían una fin trágico.
A esos años, solo nueve sentenciados sentenciados a purgar pena en la cárcel por Duelo en nada mostraban la realidad que se vive, hasta ese momento más de ciento treinta y nueve duelos se habían llevado a cabo, con cuarenta y dos muertes —casi siempre aparecían tirados en un canal— sesenta y dos heridos, las cuales le hacían la fiebre a más de unos cuarenta, la amputación de algún miembro lastimado, fuera en fractura o una aletargada enfermedad hasta morir, pero se contaban como muertes no relacionadas al duelo.
A pesar del reciente código penal del Distrito Federal —1870— que ponía como delito el duelo, realmente no se aplicaba pena alguna, los sentenciados no eran acusados de homicidio, sino de tentativa, casi en todo momento salían libres, por ello la justicia no atendió este proceso y lo delimitó como actividad “poco común” o riña entre particulares.
Una práctica secreta que escondía “algo” que no se sabía que pasaba, pero estaba llevándose a cabo, la modernidad.
El modernismo del duelo proviene de Europa, en donde todo lo que sucedía allá —en específico en Francia y España— llegaba como parte de novedad:
«… que de saberse que Lord Macginton se batió a duelo con Sir Leathtingter, siendo el primero el más ávido de la certeza de un caballero de lograr herir a su contrincante de muerte, por el honor mancillado de la hermana menor del Lord, quien a bien había encontrado entre sus cartas insinuaciones de amores y pasiones desenfrenadas e impuras…»
La fantasía del honor es una realidad en México, se debe que pagar con la sangre del atrevido, al ganador le rinden honores por toda su existencia de ser un hombre con virilidad, gallardía por encima de los comunes, llenando sus quehaceres por la tarde en algún rincón de brandis y tabaco, emulando los atrevidos duelos a muerte con más de alguno —así definen la valentía— esto a quienes le escuchan, les hace brillar de contento que alguna de sus hermanas contrajeran matrimonio con tan ávido héroe, más que alguno histórico que en realidad haya vivido batallas de nuestros invasores y hecho cumplir un honor patrio ¡incluso por encima de ellos!
¡Héroes de oropel!
¡Más valiera batirse en duelo para lograr la fama, que la fama misma de haber sido soldado mexicano y defender la patria! —se leía en el dintel del prestigiado centro de excursiones de la Ciudad de México, afiliado a su similar de Londres, Inglaterra—.
Somos en la Ciudad de México no más de cuatrocientos cuarenta mil habitantes, de ellos solo diez personas purgan una pena por homicidio asociado a un duelo ¡nada querido hermano! ¡no hay justicia para el asesino! cuando hay investigación ¡de inmediato se archiva y todo queda en paz!
—No implica alguna tu explicación querido hermano, me voy a batir con Irineo Paz ¡no habrá por Dios alguien que lo impida! el honor nos permite a los caballeros ser algo más que una simple parvada del populacho, los franceses desde su revolución utilizan el duelo para saberse por encima de su rival ¡es modernidad y debes dar paso a ella! … tal vez sea por la espada o por el cañón de una pistola, pero las afrentas se pagan con sangre.
Mira lo que encontré, el profesor de la Escuela de Medicina y miembro de la Sociedad Católica, José María Rodríguez, ha dejado claro en este escrito… espera… escucha, concentró sus argumentos en los antecedentes históricos, la antigüedad clásica ignoró el duelo, los bárbaros lo introdujeron en Europa, las corruptas cortes absolutistas lo toleraron, y la asamblea revolucionaria francesa amnistió a los acusados de practicarlo:
“No podría esperarse otra cosa de aquella reunión de furiosos, cuya ocupación no era otra que dar al traste con todo lo elevado y digno que había ennoblecido su pasado, las autoridades civiles modernas han demostrado “vacilaciones inexcusables” contra los duelistas: sólo la Iglesia Católica los ha “fulminado con sus censuras”
¡Ni los curas han parado esto hermano!
—Vamos, que no insistas ¡anda mejor prepara el brandy para hoy! el duelo es cosmopolita hermano, nos subleva a la modernidad, como si fuéramos la élite europea que en suntuosos jardines corre su sangre de honor, seré como los alemanes, como aquellos banqueros londinenses que limpian su honor, siendo no verdugos, sino sublimes actores de la justicia.
¡Sí pero aquí vas a morir en el canal!
—¿Sabes que en Prusia negarse al duelo es señal de cobardía? inclusive te pueden expulsar socialmente ¡no habrá persona que te dirija la palabra o interactúe contigo!
¡Estás en la ciudad de México! aquí si salimos no habrá quien te reconozca en todo el camino a la Alameda ¡vamos no seas necio! ¡podrían arreglarlo con una disculpa!
—Si nos liamos a golpes, seríamos como la gentuza ¡la chusma! terminaríamos arrestados; ¿una demanda judicial? impensable, el agravio no se limpia con la tinta de una sentencia… ¡no señor!; el duelo es la perfección ¡el olimpo de la justicia! es discreto y la fama … ¡la fama hermano! de saberse ganador, impulsa inclusive a la familia a un nivel no antes visto… ¡epíteto de la vida! ¡el duelo es una necesidad de la vida moderna!
Todo lo argumentas de manera correcta ¡seguro estoy de que convencerte es vano! pero existe una posibilidad de que mueras y terminas en el canal aventado ¡como un maleante!
—¡Ganaré este duelo hermano!
Sí lo sé, la posibilidad también te favorece a las mitades.
—Supongamos que la autoridad se entere, cosa que veo poco probable, se aperciba el día del duelo ¿lo suspenderá? seguro que sí, pero nos volveremos a poner de acuerdo y lo llevaremos a cabo. Supongamos, que esa posición te argumenta, que falleciera Irineo ¿voy a la cárcel? ¡no! el duelo está bien protegido querido hermano por el capítulo XI, con veintisiete capítulos ¡veintisiete! donde el honor no está penado ni el amague… he sabido de excelentes fuentes que ni siquiera la autoridad interviene en juicio alguno a los duelistas ni padrinos.
Pero podemos hacer que esto se resuelva como gente civilizada ¡con educación!
—¡No insistas! me batiré y no habrá quien lo impida.
27 de abril de 1880, cerca de la Hacienda de la Cruz, Tlalnepantla, Estado de México.
La humedad que ofrecía el rocío de aquella mañana presagiaba un final en tragedia, los contrincantes llegaron de lustrosos zapatos de charol y traje de gala —usanza de los duelos— los padrinos por cada uno buscaban el lugar propicio que les beneficiara a sus ahijados.
Con sus pies limpian de rocas y trozos de troncos para que la visión del tirador no se viera amenazada con distractores, ellos mismos revisaban las pistolas de duelo.
Se había acordado —previa reunión de los padrinos— que fuera un duelo a Primer Disparo, que constaba en que se disparaba al aire, sin apuntar, todo quedaba saldado. También podría ser Duelo a Sangre, una vez alguien saliera herido se terminaba y se cumplía la afrenta, el vencedor es quien no saliera herido ¡el tercero es a Muerte!
—¡A primer disparo señores!
Se escogió el par de armas que usualmente utiliza la Caballería Española, tanto el ejército como la Guardia Civil, hermosas piezas estilizadas con cachas de caoba y finos relieves en los cañones, con un hilo de oro que atraviesa por todo el cuerpo, su sistema de percusión permite que al disparo sea recto.
La caja de soporte permite que el estilo fino esté presente desde el cañón hasta el baquetero, dejan la protección para el tirador con un casquillo de latón y así evitar quemaduras, con empuñadura de nogal, con un peso posible de manejarse, permite rigidez en la muñeca para un mejor tino.
Estas dos piezas son revisadas constantemente —bajo protocolo— por los padrinos, quienes vestidos de gala hacen también valer que el Duelo sea de todas formas acorde a las exigencias del tiempo. Un quinto padrino designado por ambos, es quien está buscando que por algún lado no se presente autoridad alguna, para que dé un pitido con su silbato, logre que se apresuren los disparos o que por otra parte se huya velozmente.
¡El Duelo se ha decidido!
Los dos se colocan espalda con espalda, de finos trajes y guante —previo sin saludo y respetando las jerarquías— les son dichas las reglas.
—Recordad señores que es un duelo a Primer Disparo, solo al aire se tirarán y veremos las reacciones de cualquiera de ustedes, quedará saldada la afrenta a un solo disparo… ¿ha quedado claro?
—¡Sí señores!
—Haremos el conteo a los diez pasos, al escuchar el décimo voltearán y correrá el disparo al aire, primero el más valiente ¡quién así el destino le designe! ganador quien no haga mueca alguna.
—Uno, dos…
Al llegar al décimo voltearon tanto Irineo Paz como Santiago Sierra ¡el segundo de inmediato disparó! Irinieo movió una de sus rodillas al estruendo que sonó de por sí fuerte ¡como si rompiera el cielo! —con ello estaba ganado el duelo—.
Irineo disparó al cielo, pero ya todo estaba consumado ¡lo sabía!
Los padrinos de Irineo Paz le gritaron —¿así saldarás tan descabellada afrenta? — sacó de entre sus ropas una pistola que no estaba reconocida por los padrinos contrarios, apuntó a la cabeza de Santiago… ¡le disparó perforándole el cráneo!
Al sentir el disparo Santiago, asombrado perdió la fuerza de sus rodillas ¡un asco le sobrevino acompañado de un fuerte dolor de sienes! en su mente solo rondaban aquellas palabras que le diría a su hermano Justo:
«… hermano gané, como te lo dije… ¡es mío el triunfo!…»
¡De bruces, el respiro final fue de hierba y tierra mojada!
Justo Sierra apenas venía en camino cuando se enteró por medio de su cuñada que, por temprano al día ¡Santiago había salido a batirse en Duelo! hizo lo que su físico le permitía, llegó a la ladera del canal —lugar donde se había llevado a cabo el saldo de las afrentas— vio a unos padrinos hincados ante un cuerpo —sus esperanzas le permitían pensar que fuera el reconocimiento del cuerpo de Irinieo— al llegar observó a su hermano con el rostro lleno de tierra, un punto en su frente de donde emanaba pequeños hilos de sangre… se puso de hinojos a su costado, le abrazó, lloró culpándose de no haber podido intervenir ¡no había más que angustia profunda y remordimiento!
—… ¡Justo vámonos!… ¡anda levántate!… —escuchaba como si estuvieran a lo lejos los padrinos, pero les tenía junto—.
Ya los disparos habían alertado a los campesinos de las tierras pasando el canal, así que los silbatos de los gendarmes se dejaron escuchar ¡todos corrieron…!
Solo Justo Sierra se quedó abrazando a su hermano Santiago, pensaba tal vez que, si lo hacía con más fuerza, reviviría… ¡un dejo de esperanza!
Continuará…