“… pueden hacer muy poco bien aunque se lo propongan y mucho mal aunque no se lo propongan”; esta frase de Octavio Paz sobre las limitaciones de hombres y mujeres envestidos con poder, hoy en Querétaro es una realidad que exhibe de cuerpo entero a muchos de quienes lo alcanzaron por la vía electoral, dedazo, capricho o compromiso.
Ya se sabe que el poder es para poder hacer y a quienes se elige por mayoría para ejercerlo, es porque se comprometen a no abusar de él, a ceñirse al cumplimiento de las leyes existentes y mejorarlas siempre en beneficio de todos y para lograrlo se requiere ser buen político, porque esa habilidad les permitirá dialogar, consensuar, llegar a acuerdos, hacer de la mediación su mejor herramienta, porque con destreza y buena fe resolverá con justicia y sus decisiones serán respetadas.
A pesar de que la visión del ciudadano común siempre será limitada, la ofensa que se le está infringiendo al no ser escuchado, al ser menospreciada su opinión, al voltearle la cara ante una petición, un reclamo, una solicitud, al cerrarle las puertas de la participación y el debate, al acelerar las decisiones nocivas a la ciudadanía, suponiendo que al fin y al cabo “a palo dado ni Dios lo quita”, está rebasando la muy frágil línea del mínimo de confianza que un gobernante, cualquiera, grande o chiquillo, de medio pelo o de peluche, de curul o escritorio, necesita para gobernar.
Se pasó por alto el reclamo de la gente ante el elevado costo del innecesario cambio de placas, se ha ignorado a los de las zonas serranas y semidesérticas el clamor por agua potable, igual que a lo de los fraccionamientos a quienes se les ha despojado de áreas deportivas, verdes, y hasta espacios educativos para dárselos a constructores de casas; se ha menospreciado la opinión y el daño ocasionado a vecinos y comerciantes afectados por obras innecesarias, mal hechas, mal programadas, colgadas en tiempo y costos o por el cambio arbitrario del sentido de las calles; se han minimizado las señales de inseguridad en diversos aspectos, pero ninguno de estos agravios infringidos a la ciudadanía había unido en contra a la opinión pública de todo el estado como el derivado de la aprobación y publicación precipitada y por lo mismo cuestionada ley, que permitirá concesionar el agua potable y consecuentemente lucrar con un elemento tan vital como el aire, que nomás porque no se deja agarrar si no también lo etiquetaban.
Es penoso ver el nivel tan primario de los diputados que “defendieron” la decisión de dejar el agua al mejor postor, quizá la mas importante del trienio que les toca ser reyezuelos (afortunadamente), igual o de peor nivel de quienes la “propusieron” haciendo malabares para escabullírsele a quienes quisieron hacerles ver su error. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que al dejar el agua al alcance de “empresarios” se las quitarán a unos para abastecerles a mares a otros, quizá la pinten de azul o pongan olor a rosas para encarecerla, ya los conocemos, la desviarán, la esconderán, la condicionarán a que se les compren otros productos como casas, por ejemplo. Quienes echaron a andar este pequeño monstruo sabrán que “quien siembra vientos, cosecha tempestades”, el agua es vida, es vital, tenerla al alcance es cuestión de vida o muerte, los pleitos por ella pueden alcanzar dimensiones insospechadas.
Cuentan que a mediados del siglo pasado, uno que aspiraba a ser Presidente de la República llegó ante el Presidente con un portafolio del que salieron cientos de telegramas de apoyo a su candidatura “estás seguro de que todos estos son tus amigos y cuentas con ellos”, preguntó el Presidente al aspirante señalándole los sobres, ¡claro que sí¡ respondió entusiasmado. “Entonces guárdalos muy bien, porque los vas a necesitar” contestó socarrón el Presidente a sabiendas de que los necesitaría cuando fracasara en su intento. Ojalá que quienes metieron las manos al fuego para aprobar el concesionar el agua, guarden muy bien las manifestaciones de respaldo que hoy tienen para cuando se les vengan, ahí sí, en cascada, los problemas. Al tiempo.