Amigo mío debo de advertirte que este relato sobrepasa cualquiera de tus imaginaciones, siquiera lo que has escuchado con anterioridad te servirá de protección ¡Ten cuidado! No lo leas apenas llegue la noche ¡Ni cuando vayas a dormir! Puede que al siguiente día no te sientas a gusto de la visita que tendrás ¡Que conste lo que te cuento! Porque no habrá sagrada conciliación que te proteja.
¡Espectrales apariciones de personas que han muerto se suscitan por toda la ciudad! Esta que de paso hacia las tierras de Zacatecas que la gente ha tenido a bien llamarle ¡La puerta de tierra adentro! En la plazuela de la caída, junto a la gran fábrica de tabacos se muestran lúgubres personas hacen de la vista al paseante ¡Se acercan! Preguntan al parroquiano la hora y el día ¡Ellos en sollozo perdieron la conciencia! Caen de bruces. Los valientes tratan de acercarse para ver la tersura de sus cuerpos ¡Les tocan! Son frágiles, pero se logra apretar un poco ¡Se miran vivos! – ¡Aquel miradle! – gritan unos- ¡Mirad que trae un traje de calendas! Corred ¡Es el demonio!
¡Esta pequeña ciudad de verdes frescores a bien ha vivido verdaderas calamidades! Al final de la construcción del convento de san francisco – cuenta el joven maestro de la escuela- ¡Vimos la llegada de personas que no sabían en dónde están! Veían hacia lo lejos, hacia el horizonte como buscando un ave o alguna nube, preguntaron a nuestros abuelos – ¿En dónde estoy? – me platicaba mi chozna que cuando de niña los llegó a ver, una vez se acercó al personaje de finas ropas que vio – ¿De dónde vienes? ¿Qué de tenor tienes por estos lugares? – la visión se acercó y sin dejar de mirar hacia el cielo le dijo – ¡Perdí a mis hijos! No les encuentro, tuvimos una batalla por aquellos lugares – sin dejar de ver las nubes le contestaba- Dime señor ¿Acaso yo puedo ayudarte en algo? – ¿Quién eres tú niña de alma blanca? Veo que tus ropas no son iguales a las mías – el caballero le respondió.
¡Después siguió el camino! Cómo si lo conociera, mi chozna hizo todo por tratar de alcanzarle hasta que llegó el momento de no poder hacerlo – ¡El alma debe de ser en pena! – me contó – Debió de haber realizado algo muy malo que no le permite el descanso; Cuándo veas una de ellas hijo mío ¡Eleva tus oraciones al padre eterno! Deja una flor en el camino ¡Ellos regresan por ellas! Las toman y la guardan en sus mochilas, esto les permite llegar a sus moradas – siendo yo niño le preguntaba a mi chozna – ¿De dónde vienen? ¿Cómo en posibilidad pueden estar aquí? – intrigado siempre le dije.
-Mira hijo mío, algo debes saber de este mundo ¡Que no debes olvidar! A quienes llaman pintores no son más gente de otro momento, ellos sin desearlo, ¡Obligan a sus retratados a quedarse por una eternidad dentro de sus pinturas! ¡Cada persona que se hace un retrato jamás su alma regresará a la morada eterna! Aprisionado en su cuadro quedará atrapado ¡Para siempre! Pero, cada dos lustros su cuerpo bajará a esta tierra, buscará al artista que lo plasmó para lograr hacerle un pago para que sea retratado dormido, si fuera posible ¡Lo plasme fallecido! Solo así su alma descansará ¡Solo esa es la manera! – deben saber mi señores- comenta el maestro a los alguaciles que tratan de saber todo lo que está pasando en la ciudad- debemos encontrar todos los retaros de estas personas que han bajado de su propia prisión, para buscar a su artista que los plasmó, pero escuchad bien ¡Será imposible dar con el paradero! Muchos de estos artistas hicieron los lienzos ¡Hace más de cien años!
– ¡Vaya disparate que no acaba de contar joven maestro! ¡Qué de vivas de insanidad tu mente nubla! – reclama el alguacil mayor de la ciudad – Me está diciendo que las almas que vemos y se nos acercan ¿Están en una pintura? ¿En un retrato? Que bajan cada ¿Cuánto dijo? ¿Diez años? A buscar a sus autores para pedirles que les de descanso eterno ¿Es esto así? – ¡Sí mi señor! – Pero atajo de burros si os crees esta idiotez ¡Cierto que no explico la existencia de estas personas que parecieran perdidos con la mirada hacia el cielo! Pero de que sean almas en pena o personas que bajan de sus pinturas ¡Me parece un voto de bajeza a nuestra inteligencia!
Todos en el salón de cabildos se hacen a la discrepancia, unos tratando de encontrar salida a estos hechos que se miran por toda la ciudad ¡Lo mismo elegantes peninsulares que hacen del convite a quienes miran! Que religiosas que se desprenden de su lugar tratando de observar algún camino, pero todos sin excepción ¡Elevando sus ojos al cielo! Llevan aterrando una noche completa.
Tomó la palabra el síndico penitenciario – A ver si os queda claro señor maestro, sin ofender a los presentes, si usted sabe esto ¿Qué nos puede guiar en recuerdo de su chozna acerca de cómo podemos calmar esta pobre gente? La colectividad ha permeado el horror, se han enfermado del alma del miedo, díganos maestro, además de conseguir a los artistas que pintaron estos retratos ¡Lo cual observo imposible! ¿Qué más podemos hacer?
El joven maestro se quedó pensativo, después de un momento les dijo – se me ocurre tener que acercarse alguien a uno de ellos y preguntárselo ¡Es posible que si alguno de los maestros pintores que hay en la ciudad en este momento nos ayuden! Observo que si ellos los pintan de nuevo en eterno descanso ¡Las almas terminen con esta condena eterna! Solo es cuestión de preguntarles ¡Así terminamos con este calvario de sustos y horrores!
– ¿Quién será el valiente que se acerque a ellos? ¿Usted alguacil del penitenciario? – preguntó el alguacil mayor – ¡Que de gusto y condena me atrevo! Con la condición de que el maestro me acompañe ¡No seré enfermo de mi alma en virtud de que la comparta ¡Encuentro razón en ello!
– ¿Qué opina maestro? ¿Atiende la solicitud el alguacil del penitenciario? – ¡Sí señor! Solamente debo volver a mi casa por unos libros que creo nos puedan ayudar ¡Pero en sí! Será un placer acompañar al alguacil en tan brillante manera – ¡No sin antes tragar saliva!
Al entrar la noche en esta ciudad de violáceos atardeceres, apenas al último suspiro del hermano sol de san francisco ¡Los primeros espectros hicieron su aparición! Cercanos al lugar que ocupan el joven maestro de la ciudad y el alguacil se tomaron de valor, se acercaron ¡Es un obispo de elegante capa de semana santa! Un ropón de grano color en brillantes dorados hacen de su caminar ¡Su mitra de iguales materiales le da un aire de poder! Los dos envalentonados uno con el otro, caminan con sigilo para tratar de alcanzarle ¡Lo logran! Una vez al tiro le hablan.
– ¡Disculpad mi señor! – dijo el alguacil – ¡Eh usted mi señor esperad! – el espectro paró su camino, volteó hacia donde escucho la voz ¡Sin bajar su mirada hacia el cielo les respondió! – Decidme mis señores ¿Qué os ofrece? Ando en busca del maestro pintor Miguel Mateo Maldonado y Cabrera ¿Os es conocido el nombre? – el maestro y al alguacil no dan crédito a la respuesta obtenida ¡Se arman de valor y logran hacer una nueva cuestión! – ¿Señor usted está al tanto de realidad de condición? ¿Sabe lo que le sucede? – sus nucas sudan de temor ¡Aquél que dobla las piernas! – ¿Qué si lo sé? – les contestó- ¡Por prodigio que lo sé! He sido encarcelado en un espejo, es como una ventana que ¡Me permite ver a todos quienes pasan de frente mío! ¡Pero no me es permitido hablarles! No me puedo mover ¡En eterno castigo solo hago por tener una pose! No puedo cambiar, hablar o expresar cualquier sentimiento – todo esto les comunica sin dejar de ver al cielo- ¡Imploro a sus mercedes me indiquen! Si saben algo del maestro Miguel Mateo Maldonado y Cabrera ¿Es de ustedes conocido? – volvió a increparles en un tono de voz sin tesitura.
– ¡No mi señor! – ¡Entonces no me molestéis! Dejad que realice mi búsqueda ¡Quitaos del camino! – siguió su paso seguro de a dónde se dirige, de nueva cuenta ambos se hicieron por alcanzarle ¡Pero esta vez ellos le cortaron el paso! – ¡Decidnos mi señor! – preguntó el joven maestro – ¿Sabe usted en que tiempo estamos? – sin dejar de ver al cielo el espectro les contestó – ¡Decidme nobles señores! ¿Conocen o no al maestro que me puso en esa cárcel por la eternidad? Porque de ser la respuesta amplia a lo que os pido segura ¡No me quitéis el tiempo que es valioso! Tengo tres nocturnales para encontrarle ¡De no ser así! Volveré a mi prisión eterna ¡Sabe Dios por cuánto tiempo más!
-Señor si os permitís te hagamos una última pregunta ¿Cuál es el motivo de que encuentres al pintor que te plasmó en la obra de tu retrato? – Escuchad simples mortales, mi avaricia por la vida llena de comodidades y buenas viandas, regocijo de mi alma pecadora fue tan solo que yo deseaba de corazón ¡Pasar a la posteridad en una obra pictórica! Un autorretrato que plasmara toda mi riqueza de sabiduría, moral, mi riqueza de abolengo y mi tenor de apellido que de tal alcurnia fue posible ¡Nadie me olvidara! Hacerme un autorretrato fue mi perdición una vez fui enjuiciado por el Altísimo ¿Mi condena por ese deseo? Es ahora mi prisión eterna ¡Solamente una oportunidad tengo cada vez que veo dos lustros pasar! Se me da la oportunidad de buscar a mi carcelero pintor ¡Para solicitar se me haga un retrato ya fallecido! Con eso mi alma descansará en paz ¡Imploro a sus mercedes me indiquen! Si saben algo del maestro Miguel Mateo Maldonado y Cabrera ¿Es de ustedes conocido? ¡Solo tengo tres nocturnales para ello!
Los dos se observaron, comentaron – A tono de no caer en sus desgracias mi señor. El maestro pintor que nos refieres ¡Es seguro ha muerto ya hace bastante tiempo! Es de menester hacértelo saber ¡No deseamos engañarte!
Un hueco rugiente ¡No! de dolor se dejó escuchar desde lo más profundo del averno, el obispo cayó de hinojos ¡Sin dejar de mirar al cielo! Se toma sus ropas y exclama oraciones al creador ¡En total desavenencia llora! Tanto el joven maestro como el alguacil penitenciario le dijeron -Tal vez de tu conciencia mi señor ¡Aún de tus males se pueda hacer algo! Tenemos una manera de lograr ayudarte – ¡Decidme de veloz forma! Poco tiempo me falta para se cumpla el segundo nocturnal ¡Arread con la idea! – el maestro trató de acomodar su pensamiento para ser claro – Creemos mi señor que, si otro artista que no fuera quien hizo su propio retrato ¡Prisión eterna! Lo pintara ya fallecido o en algún lecho mortuorio, creemos tal vez ¡Si el cielo nos cobija con su mano! Logremos romper su condena.
– ¿Harían eso por un alma condenada a la eternidad? Mi recompensa sería del mismo tamaño que mi actual condena ¡Eterna!
Al otro día, una vez el alma en pena les indicó el lugar exacto de la ubicación de su pintura, al costado izquierdo del bautisterio, en el templo de la orden de los hermanos de la congregación de Guadalupe ¡Se hicieron del cuadro! Lo llevaron con el maestro pintor que ya habían conseguido y de inmediato se hizo a mirar el cuadro – ¿Cuánto tiempo crees tardar maestro en terminar tu obra? – preguntaron – ¡Si comienzo hoy seguro en unos tres meses! Si fuera en posibilidad hacernos de un buen clima y dejando la obra a la resolana, no lloviera ¡Seguro en mes y medio! – Con las manos en la cabeza ¡Sabedores que el cuadro los escucha! Dejando a un lado sus posibilidades del alma ¡El alguacil penitenciario se atrevió a ordenar! -Mira bien maestro pintor ¡Tendrás diez doblones de oro si logras que para esta noche el cuadro sea terminado! Eres un virtuoso de tus pinceles ¡Haz la razón de tu don! Verás esas monedas hoy mismo por la media noche en tus bolsillos las tendrás ¡Os lo prometo!
– ¡Voy a hacer lo posible! – dijo el pintor – ¡Escucha! Hazlo, tendrás las monedas ¡No dudes de tus dones! – Le volvió a decir el alguacil.
Ambos dejaron el cuadro al pintor quien en simple reflejo lo dejó de lado junto a su caballete, cuando apenas salían del taller, voltearon ¡Vieron eso! Ambos regresaron ¡Lo colocaron de pie! – Atended artista ¡A la media noche! – se marcharon. Al llegar el segundo nocturnal el joven maestro y el alguacil de penitenciario se dirigieron al taller del artista ¡Quien aún en locura y ebrio! Les abrió la puerta – ¿Qué de bienvenidas os tengo? Albricias ¡Ahí está su cuadro! – Les indicó mientras aún sobre el caballete sin marco, una obra de gran tamaño luce los mejores tonos vivo del recién pintado ¡Los dos se acercaron! Miraron la obra: ¡Una magnífica pintura de realismo extremo! En donde el obispo yace dormido en un elegante sepulcro romano ¡Cuatro sirios le coronan! Una enorme cruz yace detrás del sepulcro, entre ángeles y querubines por la parte superior izquierda ¡El propio obispo entrando a las puertas del cielo!
¡El artista en completa ebriedad se desvaneció! Le dejaron sus monedas del pago.
Ambos, el maestro y el alguacil ¡Tomaron los retratos! Por alguna extraña razón el primer retrato donde se miraba de pie al obispo, que había sido su prisión por lustros ¡Pesa menos! Aún luce el retrato del obispo ¡Pero ahora con una ligera sonrisa! Tomaron camino hacia el conjunto de los congregantes de Guadalupe y volvieron a colgar el cuadro ¡Todos se asombran del dejo de rostro alegre del señor obispo! La otra obra del recién pintor la colocaron a un lado en la galería inmediata.
El tiempo pasó, apenas varios nocturnales, el joven maestro y el alguacil penitenciario fueron llamados a la notaría del obispado de Michoacán, encargados del territorio de Querétaro. Extrañados se presentaron a la lectura de un testamento, en el cual el anciano escribano hizo a la lectura.
“… que de conformidad a mi persona, por mi eterno descanso, sin acreedor ni voluntad obligada, haciendo uso de todas mis facultades y potestades como príncipe de mi diócesis, heredo en totalidad a los señores Juan Nepomuceno De Alvarado a quien por oficio es maestro de escuela de esta noble ciudad de Querétaro y al señor alguacil penitenciario del síndico de esta ciudad de Querétaro Don Román de la Sierra de Alabarte todos mis bienes, cuentas, casonas, baldíos, mercados, haciendas del Rocío y de la Castellana, así como todas las obras pictóricas de mis familiares de lo cual ¡Cada uno de ellos saben qué hacer con cada cual! ¡Por el beneficio de partes iguales! Esto, que quede claro, es por mi eterno agradecimiento, lego en totalidad mi fortuna a estos nobles personajes ¡Que de hoy en día no les faltará alegrías propias para hacer el bien! De ello estoy seguro… por la gracia de Dios y de la Santa Sede Obispo encargado de la muy noble y leal ciudad de Querétaro, Francisco Antonio de San Miguel Iglesia Cajiga Obispo de Michoacán de San Pedro y San Pablo…”
¡Ambos no dan crédito de lo ocurrido! Lloran y se abrazan ¡Un gozo les invade el corazón! – ¿Qué bondad es esta? No os comprendo – emocionado el maestro pregunta – el alguacil solo hace por llorar profundamente – ¡Cuánta felicidad hay en mi corazón! No puedo creerlo ¡No me es posible! – Agradecen una y otra vez ¡Sin parar!
El notario hizo a que le firmaran actas, algunas fojas, libros, en un interminable papeleo, una vez terminaron todo el trámite, el mismo escribano les hizo un poco de tiempo, al regresar simplemente preguntó.
-Mis señores ¡Ustedes perdonad! – sigiloso trata de hilar palabra- Aquí toda la notaría tenemos solamente una pregunta ¡Qué espero sus mercedes nos entiendan! ¿Hace cuánto conocieron a su excelentísima señor obispo? – los dos se quedaron mudos al escuchar el anciano escriba, pero decidieron decir lo ocurrido – ¿Existe acaso algún impedimento mi señor? Si os ¿Dijéramos la respuesta? – a la misma vez preguntaron – ¡No señores míos! Ahora sus mercedes son dueños de una de las fortunas más importantes de todo el terruño ¡Seguro de más allá de los mares! Solamente todos, quienes conformamos esta notaria estamos con curiosidad ¡Simple duda mis señores!
– ¿Nos creerían ustedes si les decimos que hace tan solo cinco años? – respondieron.
El anciano escriba se levantó ¡Se despide! No volvió a decir nada, solamente dejó abierto el libro de actas de testamento y herencias, con un lápiz rojo les señaló la fecha de cuando el señor obispo de Querétaro, desde la provincia de Michoacán hizo este testamento: 28 de julio de 1805.
¡Hace veinte años!