Marx Arriaga, erigido en el ayatola de los contenidos educativos de la Secretaría de Educación Pública, ha expresado recientemente, que el reto de la SEP es hacer de lado al sector privado dedicado a la edición de libros para primaria y secundaria porque comercializan la educación e impiden que el sueño de la izquierda se realice para que el conocimiento y la cultura lleguen a todos eliminando desigualdades en esta ilusoria 4T.
El inconveniente de esta afirmación, además de sectaria y excluyente, es que la expresa en un ambiente y tono de franca confrontación con la industria editorial mexicana, a la que acusa de imprimir y distribuir contenidos que “forman empleados de maquiladoras” que son además “ilegales”.
Si no fuera por la responsabilidad del cargo que desempeña, este pudiera ser un desatino más de un izquierdista trasnochado que sigue componiendo el mundo en un café de Coyoacán, pero desafortunadamente no lo es, en cambio ostenta el cargo de Director de Materiales Educativos de la SEP y por tanto, responsable de lo que los niños y adolescentes del país leen y estudian en las escuelas. Con tal afirmación enseña el divorcio que la izquierda mexicana ha tenido con la realidad.
El Estado mexicano se ha arrogado la responsabilidad de la universalidad de la educación –Artículo 3° Constitucional- , sin embargo, desde hace tiempo se ha mostrado insuficiente para construir la infraestructura educativa necesaria para toda la población en edad escolar y por ello la proliferación de escuelas y universidades privadas.
Las deficiencias y carencias son evidentes. También se echó a cuestas la tarea de proporcionar libros de texto gratuitos a nivel primaria y la de sancionar aquellos que se utilicen en la educación secundaria. Tampoco ha podido hacerlo. Millones de esos libros gratuitos, son maquilados por la industria editorial mexicana, esa misma que Marx Arriaga acusa de hacer negocio, “hacerse millonarios” publicando libros “ilegales” pues no han sido sancionados por él o su dependencia.
Sabiendo de la incapacidad del estado para lograr la cobertura universal con escuelas y contenidos oficiales, resulta raro y escandaloso también que el Estado, ¿o solo Marx Arriaga?, se atreva a pasar por la censura de sus funcionarios el conocimiento y la cultura universales, dictaminando que pueden o no conocer los estudiantes mexicanos, tarea que además es imposible de cumplir, por lo vasto de los materiales existentes y circulantes.
Según este criterio, el sueño de la izquierda –la de Marx Arriaga- es que en las escuelas solo se lea y aprenda lo que él y tal vez un grupo de trasnochados decidan.
Ignoro si estos criterios forman parte de la política educativa del sexenio, si es que existe, o si es tal la independencia y libertad que le otorgan al funcionario que define una tendencia educativa que va en sentido inverso a lo que el gobierno persigue en lo económico, que es atraer la inversión extranjera y fortalecer la economía mexicana aprovechando las ventajas de tratados económicos y las derivadas de la competencia comercial entre China y USA.
Esta definición en boca de Marx Arriaga, sumada a otras iniciativas gubernamentales tanto en el fomento de la ciencia y tecnología a través del Conacyt, como las resultantes de la oposición de una parte del gabinete al uso del glifosfato y la importación y producción de maíz transgénico, nos hablan de un gabinete descoordinado, sin políticas claras ni líneas de acción transversales y coordinadas que configuren políticas claras de largo alcance y no solo ocurrencias sin bases científicas ni demostración empírica. Prejuicios y resabios ideológicos están latentes en cada decisión gubernamental sin que la precedan estudios serios que las respalden.
Me resisto a creer que un descarado plan de adoctrinamiento se convierta en política educativa que permita formar generaciones para el Siglo XXI. Si el sueño de la izquierda mexicana es establecer la lucha de clases como cimiento del México nuevo en esa utópica 4T están retrocediendo un siglo y condenando a nuestros jóvenes, no a ser empleados de maquiladoras, sino becarios de un gobierno paternalista sin más oficio que mantenerlos en el poder.
El grave problema que tienen es que para mantener a todo un pueblo el gobierno necesita ingresos y estos vienen de la riqueza que el país genera, si la población crece y la riqueza no, el problema es evidente, cada vez les tocará de a menos. China salió de ese tobogán asistencialista denominado socialismo, entró al capitalismo con la fuerza de su población, los educó en el conocimiento universal, la técnica superó a la doctrina y hoy son la segunda potencia mundial.
No darse cuenta de que los países con mayor crecimiento se han dedicado a impulsar el conocimiento, la ciencia y la técnica, por encima de ideologías arcaicas sin evidencia empírica de que funcionen, es el más grande error que se puede cometer si se sigue dando manga ancha a funcionarios como Marx Arriaga o María Elena Álvarez Buylla, que ejercen su función con ánimos sectarios y prejuicios ideológicos desfasados. Y tengamos cuidado, pues con el espíritu censor que muestran, hasta el álgebra de Baldor puede ser declarado ilegal. Ignoro, porque no se han encargado de aclararlo, si el sueño de la izquierda es lograr la uniformidad de pensamiento con su credo e ideología, pero ir contra la universalidad del conocimiento más que sueño es pesadilla.