El suelo, al formar parte de los ecosistemas, contribuye de manera sustancial a cada uno de los servicios ambientales (soporte, regulación, provisión y culturales), siendo particularmente importante su participación en las tres primeras.
El suelo provee una gran variedad de microambientes para las bacterias, protozoarios, artrópodos y nemátodos, cuya participación es fundamental en los ciclos biogeoquímicos. En el caso particular del ciclo del carbono, y debido a la importancia de este gas en el contexto del cambio climático, la capacidad de almacenamiento del suelo se convierte en un elemento clave en el ciclo global del carbono.
El suelo también juega un papel destacado en el ciclo hidrológico, por ello, el agua almacenada en el suelo es llamada agua verde que representa cerca del 90% del agua consumida por los cultivos alrededor del mundo. Se estima que el flujo global de agua verde representa en torno al 65% del flujo global de agua dulce. Este servicio, junto con la capacidad del suelo para absorber y posteriormente emitir calor, lo convierten también en un importante regulador climático.
Otros servicios de regulación que se obtienen del suelo están asociado a la disponibilidad de nutrientes y compuestos tóxicos. Las cargas eléctricas de sus partículas, combinadas con su tamaño pequeño y su amplia superficie de contacto, proveen las condiciones para que se realicen una amplia gama de reacciones químicas. Estas reacciones pueden desactivar o reducir la toxicidad de los contaminantes que llegan al suelo, y con ello evitar su paso a las aguas subterráneas o afectar las redes tróficas de los ecosistemas terrestres y acuáticos.
Pero el servicio ambiental más conocido que provee el suelo es el de provisión, ya que es el sustrato para la obtención de cultivos comestibles, para forraje, fibras, plantas medicinales y combustible. Se estima que 95% de los alimentos se producen directa o indirectamente en los suelos. Y por otro lado, también es la veta de materiales utilizados en la construcción (arenas, gravas y arcillas) y para objetos diversos (piedras y metales preciosos).
Así tenemos que el suelo es el hábitat de organismos que son fuente de genes utilizados en el desarrollo biotecnológico, en el control de los patógenos o para promover el crecimiento vegetal.
Existen varios problemas del suelo, lo cuales se refieren a: la erosión, la pérdida de carbono orgánico, la salinización, la compactación, la acidificación y la contaminación química, dichos problemas constituyen los responsables del deterioro actual del suelo.
De acuerdo a la académica Blanca Prado Pano de la UNAM, se tiene que “México se destaca por su diversidad de suelos, con 26 de los 32 grupos reconocidos globalmente presentes en su territorio. Sin embargo, una preocupante realidad emerge: las estimaciones científicas indican que el 64% de los suelos mexicanos está degradado” . Y se entiende por degradación del suelo la disminución de la capacidad del ecosistema para producir bienes o prestar servicios a sus beneficiarios (FAO, 2020) (La degradación puede presentarse como física, química, biológica o ecológica (Lal, R. 2015 Intensificación sostenible para la adaptación…) y se refiere, precisamente, a la alteración o pérdida de dichas propiedades del suelo).
Así tenemos que en “México, los cuatro principales mecanismos de degradación del suelo son las actividades industrial, agrícola y ganadera, así como la urbanización, relacionadas sobre todo con la acción humana, las cuales disminuyen su productividad biológica y su capacidad actual o futura para sostener la vida de las personas. Y de acuerdo con la información de SEMARNAT y los datos más recientes, indican que 45 % de los suelos del país presentan algún tipo de degradación inducida por el hombre (SEMARNAT, 2015).
El suelo es un componente fundamental del ambiente, natural y finito, constituido por minerales, aire, agua, materia orgánica, macro y micro-organismos que desempeñan procesos permanentes de tipo biótico y abiótico, y que cumple funciones vitales para la sociedad y el planeta.
El suelo no sólo sirve para promover y sostener la vida en muchas formas. También actúa como un filtro viviente para los desperdicios que generan los seres humanos y los animales. En este sentido limpia, purifica y recicla, desinfecta y regresa, de manera inocua, la mayor parte de los compuestos tóxicos y patógenos que, de otro modo, contaminarían y degradarían irremediablemente el medio ambiente (El Valle de Querétaro y su Geoentorno, UNAM, Cap. 6).
El estudio del suelo nos lleva a considerar que su finalidad consiste en la adopción de estrategias apropiadas para el diseño y manejo del paisaje urbano y semiurbano, el uso sostenible de los recursos naturales, la recarga de acuíferos, la preservación del entorno ambiental, la contaminación, etc.
El suelo se convierte en el significante de los ciclos ecológicos, y de la naturaleza inseparable de la vida y la muerte.
Esto alimenta la esperanza de que la lucha por redefinir las relaciones ecológicas con los suelos, a escala terrestre y planetaria, se base en una alianza con los otros seres que dependen de los suelos vivos.
Los suelos, con su doble connotación de nutriente y archivo de las huellas de la historia humana y terrestre (social, cultural, política y económica), ofrecen un retrato de la Tierra como un mundo que compartimos, conectados como seres humanos planetarios por una fina capa que otorga vida.
La transformación hacia relaciones alternativas entre el hombre y el suelo no es una intervención neutral. Forma parte de un movimiento que adopta el cuidado y la defensa del suelo en el marco de una crisis medioambiental que está afectando a los suelos en todo el mundo.
Por ello, se habla del suelo vivo, lo cual no es una noción nueva, pero tiene una larga tradición en los movimientos de agricultura ecológica. Aunque cabe decir que recientemente ha pasado de ocupar el centro de las culturas ecológicas, y al hacerlo ha adoptado nuevos rasgos. Uno de ellos es la integración de narrativas biocientíficas que ponen en primer plano y visibilizan la vida microbiana del suelo, organizada según principios ecológicos.
Por otro lado, están los profesionales del suelo vivo que sostienen que deberíamos cultivar a partir del suelo y además cultivar con y para el suelo. Por ejemplo, devolviendo al suelo la materia orgánica composteada, en lugar de generar un exceso de residuos.
En otras palabras, el suelo es un testimonio de que todo en la Tierra es materia, todo está hecho de materia que ha sido materia de otra cosa. Y al morir, regresamos al suelo. Somos materia en tránsito, cambiando de forma a través de una Tierra finita.
Pero ojo, la historia del suelo no es una historia lineal de la creación de la vida. Pues los ciclos de la Tierra solo crean vida destruyéndola constantemente. Así, los suelos albergan los procesos biogeoquímicos que crearon la vida en la Tierra tal como la conocemos, desde la noción científica más básica de su formación. Por ello, la generación del suelo es un proceso íntimamente relacionado con la descomposición de la materia mediante la meteorización y la acción de los microorganismos.
En este sentido, la vitalidad dinámica de los procesos geológicos, biológicos y químicos del suelo presenta la descomposición como una forma de agencia fundamentalmente colectiva. El material del suelo se compone de materia previamente compuesta, desintegrada con el paso del tiempo, que se convierte en hábitat, alimento y energía para otros seres vivos emergentes, antes de volver a descomponerse, y así sucesivamente.
La descomposición de la materia humana y de las infraestructuras forma parte de la pertenencia del ser humano y del suelo a la Tierra. Y de ahí, que, la idea es conectar con la obligación de aceptar la descomposición como parte de la identidad ontológica humana y de contribuir a la descomposición. Lo cual conecta las prácticas domésticas y terrenales de participación en los ciclos de degradación, descomposición y desintegración a nivel del suelo (como las prácticas de compostaje en huertos y cocinas, los cementerios naturales o la difusión de materiales biodegradables) con la escala cósmica de los orígenes de la Tierra y la perpetuación cíclica de la vida en este planeta.
Se trata de la historia de pertenencia del ser humano al suelo.