Capítulo I
La Diversión
9 de marzo de 1867, ciudad de Querétaro, tercer día del sitio.
Las actividades de las jóvenes queretanas dentro del propio sitio no son diferentes a todas las que se realizaban antes de este suceso, que se prevé dure poco — especialmente para estas castas llenas de sobrada riqueza— ellas, elegantemente vestidas de ropajes largos y zapatillas pequeñas, amplios escotes y pintura dan clamor a las doncellas. Ellos, por en cambio, pantalones militarizados, chaquetas de colores azules y grises, botones dorados y todos con espadas —le daban gala de ser los héroes que un bando o de otro— buscan a doncella grácil, que cayera en sus historias farfanes de muertos y atravesados por las espadas. Los hombres de botas altas, para montar, les dan un aire de nobleza, diestros jinetes y buenos para contar hazañas inimaginables.
Las poderosas familias de esta ciudad de Querétaro no sufren la penalidad del sitio, se saben protegidos, inclusive ajenos al conflicto, sus mentes estaban en lo que harían cuando terminaran esta prisión, este sitio que asfixia y consume ¡Oxford es una opción! ¡París a ver la moda y visitar a amigas que huyeron antes del sitio! al ser alertados.
Todas estas tertulias se daban en diferentes casas, en hogares contiguos y otros no tanto ¿Cómo se trasladan en medio de cañonazos ráfagas de disparos? Sencillo, las familias conocen y utilizan los túneles que conectan a toda la ciudad, no existe acaudalada familia que no tuviera conexión con estos pasadizos — para la mayoría escondidos, que conectan a toda la ciudad por diferentes entradas—.
Pocas personas saben que la traza de la ciudad de Querétaro en medio de la Nueva España fue construida sí, tomando el conjunto arquitectónico de San Francisco, que de ahí surgió el diseño completo de las calles, pero el pensamiento de los peninsulares que no deseaban vivir dentro de la misma ciudad con los nativos —cuando fue pueblo de indios no hubo problema, pero al paso del tiempo al convertirse ya en la Ciudad de Querétaro con el gran Acueducto todo cambió— les pareció aberrante cruzarse con ellos, así que con ingenio idearon una ciudad por debajo, para que los indios nunca pisaran la ciudad española, sirvientes, quienes les apoyaban en las labores cotidianas, entran por los túneles, desde las afueras de la ciudad y al terminar sus labores, salgan de nuevo por estos mismos, hacia sus barrios de vivienda.
Aprovechando esta condición de la ciudad, lograron previamente construir bóvedas amplias y llenas de mecanismos que lograban proteger sus valores, en ocasiones eran simples joyas con piedras preciosas, otras, armas, municiones y comida en conserva, pero lo que más llama la atención era esta obsesión por guardar el oro ¡Metal del apreciado dorado! Arquitectos e ingenieros de órdenes religiosas avecindadas idearon toda una serie de pasadizos, donde perfectamente caben personas de pie, sobrando una distancia considerable para llegar al techo ¡Carrozas y caballos pueden pasar sin tropiezo alguno! Encima de esta ciudadela de pasadizos y bodegas está construido gran parte del casco de la ciudad española, por muchas décadas españoles con indios, negros, mulatos y lobos ¡Jamás se cruzaron por las calles!
Las casas señoriales de la ciudad se conectan por estos túneles que, con salidas hacia el cerro de las rocas que suenan como campanas de iglesia, otra al mismo cerro de la Cima, una más al barrio de San Sebastián y la última — ideada posiblemente por el propio Fernando de Tapia— una salida al conjunto y templo de la Santa Cruz. Rumores van y vienen que la familia de Don Fernando ya había construido varios carruajes que lograban mover y trasladar objetos pesados ¡Pero a nadie le consta!
El popular rumor de historias de lúgubres sonidos por la ciudad de cascos de caballería lleva años de saberse ¡Pero que por las calles no hay nadie! deja helado a los caminantes nocturnos — la mayoría de ellos jóvenes enamorados que buscan el sitio a oscuras para sus quehaceres— no es un sistema de drenes de limpieza como en París o la lejana Londres ¡Es una ciudadela completa de bodegas e intrincados pasadizos que conectan a todas las casonas por la parte de abajo! Cabe de resaltar tal logro.
Los jóvenes al ver su salida de diversión imposible de lograr por el estricto sitio ¡Han decidido no parar la diversión! con el permiso de sus padres — en veces sin él— los bodegones y pasajes debido a que están en buena profundidad y recaudo son lugar ideal de los festines. Es menester en esta ocasión de que María de los Dolores — la hija mayor de Don Fernando y Doña Andrea— le toca hacer el convivio, la joven de los Duque de las Casas no iba a reparar en hacerles ver que la intención era pasar una velada que ¡Jamás olvidarán!
Por la parte debajo de la casa de los Duque de las Casas se abren cuatro grandes bodegas de imposible acceso y que nadie sabe que se guarda ahí, al seguir caminando de frente se encuentran otras tres más y en medio una elegante y hermosa cava con barriles de vino y brandis delicados, además de champagne y vinos espumosos, son la delicia de cualquier invitado, con salida la ventilación a los patios de la casa de la familia, por ello el poder hacer un festín no era problema alguno ¡Qué pensar en botellas! si el vino se toma de la propia barrica, una colección de habanos y cigarros europeos, excelentemente bien cuidados dan gala de tan espectacular lugar ¡Es el lugar predilecto de los jóvenes! A pesar e la cruel guerra que se vive.
Además, María de los Dolores, había contratado a la bruja maestra, Morocha aquella de los hechizos, brebajes, historias de horror y conjuros, que tanto divertían a los jóvenes ¡Se presume una inolvidable velada! Al cabo de los minutos fueron llegando los gallardos caballeros con sus mejores galas de familia, chaquetas con los escudos bordados de sus ancestros mismos que lucen en los frontispicios de sus grandes portones de sus casas. Las invitadas lucen hermosas y llenas de perfumes, hechizos con amarres para los mancebos —pañuelos grácilmente pasados por la entrepierna y la axila dejan su candente aroma para el mancebo que mayormente le plazca tales elíxires—.
La noche se mira llena de éxtasis y algunos desenfrenos al calor de los cocteles y mezclas preparadas por la Morocha, la música gitana y los bailes cercanos llenos de compás y armonía, al paso de las copas y los bailes las jóvenes de los Duque de las Casas logran hacerse de inmediato de la atención de los caballeros con un juego que les pone de punta los nervios. Consiste en que un hombre se coloca un cigarro en la boca — tratando de demostrar su valentía— una doncella se le coloca una espada afilada en las manos ¡Se le dan varias vueltas a la joven y al estar de frente de quien sostiene el cigarro! — si ella consideraba prudente— debía dejar caer la espada y tirar el cigarro ¡Quien lo lograra se adjudicaba de aquella doncella! para pasar un juego de caricias y besos
inolvidables! pero si fallan — que era la poca de las veces— la tertulia se daba por terminada y tenían que llevar al herido a la atención.
Por la tradición de este juego —se buscaba fuera ya pasada la noche ante el calor de los tragos— cada vez que se invitaba a llevarlo a cabo, la atención era de inmediato con las mujeres que sabían de uso de armas — las menos— el silencio se volvía obligado ante tal emoción.
¡Pues deciden llevar a cabo tal juego aquella noche!
—¡Vamos que sea para mí María Lorenda! — la hermana menor de María de los Dolores—. Dictó el joven Antoine, un bravío resistente del ejército francés, activo y lleno de energía, vestía de gala de capitán por su verdadero grado, pero que estaba en permiso por su familia que habitaba esta ciudad.
— ¡Anda María Lorenda! ¿Acaso no merezco que me cortes la nariz? — atrevido le insistía a la anfitriona.
¡Para María Lorenda no le pareció el gesto grato! debido a que sabía que ella nunca fallaría en tirar el cigarro, pero no deseaba ningún flirteo, es más, le sonaba hasta desagradable el aspirante, no por poco afecto, sino por los pésimos olores que emanaba.
—¡Vamos que sigan los gitanos cantando! — incitaba la joven para que volviera a arrancar la música.
—¡María Lorenda! no digas que no es guapo Antoine, se merece tus mejores caricias anda— ya le gritaban en coro.
— Pero vamos no hay prisa alguna, disfruten la fiesta ¡Aquí traemos más vianda! — nerviosa insistía la joven para acallar a los invitados.
El coro era interminable: — ¡María Lorenda! ¡María Lorenda! — muchos de ellos en tono de burla para ver en desdicha a tan hermosa mujer. En sus adentros sabía María Lorenda, quien en múltiples reuniones fue la incitadora de este juego, por supuesto no para ella que ¡No puede negarse a tal afrenta!
—Muy bien ¡Acepto! — los aplausos y los gritos no se hicieron esperar.
El joven capitán Antoine presuntuosamente alzaba los brazos para que los compañeros le vitorearan, deseaba con fervor los labios de María Lorenda, de sobrado que aquella presumida amazona de hermosos y carnosos labios acestaría de manera sencilla — varias veces la había visto manejar la espada y era diestra como ninguna— la noche pintaba de maravilla para el joven francés. Todo se preparó, a la joven le colocaron la espada del propio joven, ella midió la distancia para que solo la punta de la espada llegara al cigarro— que ya tenía el capitán en su boca— trató de practicar la distancia varias veces, sonriendo y coqueta le mostraba con sonrisas sus labios carnosos a la contraparte de tal juego.
María Lorenda midió, se puso su mano detrás — como marcan los cánones de la esgrima— los asistentes comenzaron a insistir en el conteo, para asestar y quitar ya fácilmente el cigarro: ¡Tres…! dos ¡Uno!
Bajó la espada la joven ¡Le voló con un corte la nariz al capitán francés!
Cuartel del General Escobedo, parte externa del Sitio de la Ciudad.
Querétaro era una ciudad que pasaba inadvertida por gran parte de la república, por pequeña y hermosa a la vez, es el lugar perfecto para pasar completamente fuera de la vista de propios, a partir del sitio ¡Todo el país tiene su mirada en esa pequeña ciudad católica! con tradiciones ancestrales ¡Pero todo un botín de guerra! Las familias más acaudaladas de México viven ahí o tienen un pariente. ¡Se rumora de que al no haber tranquilidad financiera activa en este siglo desvencijado de México! centenares de miles de piezas de monedas en oro son resguardadas en sótanos ¡como bodegas! en callejuelas bajo la ciudad, acequias e inclusive, dentro de los mismos conventos con bóvedas en los pisos de abajo, sirven de bancos y cajas fuertes a monedas y piezas de oro.
¡Quien quiera destrozar la ciudad no la tiene sencilla! Los mejores soldados de varios ejércitos han trabajado en el resguardo de aquellas familias poderosas de gran caudal y prestigio.
—¡Un sitio! — pensó el General Mariano Escobedo — ¡Sitiando a la ciudad le ponemos en toda su madre! ahorcar a los pobladores ¡Dejar a Maximiliano muerto de hambre! podrido y desgastado ¡Haremos que se consuma el ejército poco a poco! —.
Asentó como estrategia, sus ojos se desorbitaban cada que tenía aquellas ideas locas, insanas, alimentadas por sus horrores de sus pesadillas y su problema neurológico.
—¡Les cortaremos el agua! comida, quemaremos sus granos ¡Destrozaremos la ciudad de cabo a rabo! los dejaremos en tan precarias condiciones que no tendrán absolutamente nada que pelear — sentenciaba, mientras escribía notas, a la vez, revisaba el plan del presidente Juárez, que le había llegado por postal secreto ¡Tan secreto que tuvo que matar al correo! La orden era clara: ¡Terminar por completo con la ciudad y saqueadle!
Firma: Benito Pablo Juárez García. Escobedo no conocía la ciudad de Querétaro y los equipos de avanzada del ejército republicano, al llegar a la ciudad se encontraron con una desagradable sorpresa ¡Los habitantes de la ciudad están armados hasta los dientes! Las casonas contaban con troneras para disparar con fúsil ¡Torres de vigilancia en diferentes puntos de la ciudad estaban cuidado por extranjeros! En su mayoría franceses diestros, cuidan a las mujeres y jóvenes de las familias avecindadas de esta ciudad. Los hombres adinerados son enviados al extranjero, las jóvenes mujeres eran casadas con familias ¡Aún más ricas!
¡Un abanico de poder y clase!
El general Mariano Escobedo poco a poco observa las zonas de la ciudad en el mapa de invasión, aún no le quedan claros los dos dibujos militares que observa, llaman la atención las entradas a la ciudad, por el río, los cerros de San Gregorio y San Sebastián, el llamado Cerro de Las Campanas, la otra entrada por el bosque de la Alameda, pero aún más desea le expliquen ese otro mapa, el denominado “Alto Secreto” una serie de intrincadas entradas por debajo de la ciudad ¡Pasadizos y posibles calles que pasan por debajo de la ciudad le son informadas por sus espías!
—¿Qué es esto! — mientras se lleva las manos a la cabeza — ¡Parecen pasadizos!
Continuará…