Capítulo I
El origen
Oeste del Nilo, Valle de los Muertos, Egipto 1865
Tras varios días de camino extenuante y varios fallecidos por deshidratación cayendo en profundo y aletargado sufrimiento, no impiden que la caravana por fin ingrese al llamado Valle de los Muertos, una exuberante plataforma rodeada de montañas y peñascos. Por décadas se han acercado para extraer de los recintos mortuorios piezas de incalculable valor histórico, pero bien es sabido que los ladrones de tumbas arriesgan sus vidas para extraer desde lo más profundo, jarrones, máscaras, utensilios, muñequeras y pectorales de oro macizo, pareciera que, al mejor postor, pero inexplicable es la razón de estar ahí, que no fuera extraer el dorado metal.
¡No existe respeto alguno por los restos mortuorios del antiguo rey dios!
Varios centinelas provenientes del ejército inglés custodian el valle —desde una colina escarpada— se piensa de la existencia de más de cien tumbas de los antiguos faraones, varias de ellas ya saqueadas por ladrones furtivos, que para su acceso se introducen por pequeñas ventanas de gran profundidad, con caídas de más de diez metros y eso solo para llegar a las cámaras ocultas llenas de trampas y sanguinarios mecanismos que ahogan y sepultan en toneladas de arena al intruso.
El diestro maestro Zamirh —quien liderea la caravana— muestra el lugar del campamento, a los encargados del saqueo, hábiles y estudiados ladrones ¡Todo debe hacerse en total sigilo! si en ocasión los oficiales ingleses se hicieran de la atención ¡Serían acribillados! Estar en el Valle de los Muertos es una sentencia de muerte, las sólidas custodias dan certeza a los investigadores de la universidad de Oxford, quienes cuidan cada una de las entradas.
En esta ocasión el guía les ha indicado el lugar de una nueva y secreta entrada que los llevará hacia la cámara intacta y al tesoro de un faraón conocido como Tutmosis primero, el explorador habla de varias máscaras mortuorias de unos veinte kilos de oro ¡Cada una! Así como de arreglos en jarras y vasijas del valioso metal, pero también, habla de un sarcófago completo de un peso incalculable del mismo material dorado ¡Seis hombres no lo pudieron levantar! Eso requerirá de maestría para su extracción, de un atinado y creativo plan.
El Zamirh sabe muy bien de estos menesteres, por largos años ha acompañado a la familia que extrae el preciado metal de estos valles, desde su abuelo que fue quien de primera mano le instruyó, haciéndole saber las cantidades inmensas de oro que se encuentra por todo el lugar. Siendo aún niño, lograba meterse por todos los orificios, solo acompañado por una pequeña antorcha, exploraba hasta el cansancio una y otra cámara y tumba buscando salidas, no era necesario un mapa, con su gran memoria logró hacerse de un camino en su pensamiento, uno exacto y que nadie más podría tener ¡Era el dominio de su memoria el mejor resguardo de la manera y el modo de hacerse de los tesoros de estas tumbas! Pero deseaba tener un buen comprador de aquella información, no uno que diera solo algunas libras esterlinas ¡Deseaba millones de ellas ante el intercambio de tal información! La ambición le aprisionaba sus pensamientos, en modo de que Alá le diera tal fortuna, encontró quien se hiciera de esta información.
Una familia de fortuna incalculable ¡Allá en las américas! Tras cruzar el gran océano, meses de distancia en travesía marítima, un lugar en donde él ladrón de tumbas ni siquiera sabe dónde se localiza; gracias a un intrincado sistema de navegación, lograban hacerse de las piezas que el Zamirh extraía con su gente, en largas caravanas y sin ser descubiertos ¡Han saqueado por décadas las tumbas para lograr tan impresionantes cantidades de oro! ¿Cuál es el destino de este oro? Aún es misterio para los ladrones. Hay quienes platican —en las frías noches del desierto— que el oro es para lograr pagar a un ejército de tamaño colosal, otros más que se usa para elaborar hermosa filigrana para vender por el elegante París, ilustres y creativas formas para el destino del dorado metal surgen del rumor, pero aún con certeza, ni siquiera el gran Zamirh sabe el verdadero destino.
Aquella noche especialmente brilla el astro de plata con fulgor diurno, no deben los ladrones portar arma alguna —una simple daga es suficiente para reflejar el destello lunar para ser descubiertos, pondría en alerta a los centinelas ingleses— hay algo que los vigilantes de la reina inglesa no saben ¡El oro no refleja los destellos del astro lunar! Así la noche es ideal para el saqueo.
¡Unos doce hombres bajan a la primera cámara! Bajo las instrucciones del Zamirh, sin antorchas encendidas y solo acostumbrado su mirada a la oscuridad logran hacerse del primer camino ¡Dos grandes compuertas impiden el paso! Con una pequeña daga que sacó el guía logra deshacer el primer sello de cera negra, al empujar las compuertas se sospechaba de la caída de grandes cantidades de arena —situación que no sucedió— continuaron acercándose con precaución, sin problema alguno, de pie todos lograron acceder a la segunda cámara ¡Un sello de oro con la figura del dios Ra advertía a los visitantes! —los saqueadores de tumbas poco caso hacen a las maldiciones que se hablan de hechicería y muertes posteriores ¡Ellos desean su paga! —.
—¡Romped el sello señores y resguardadle de inmediato! Comienza ya la obtención de las piezas — Indicó el Zamirh a los ladrones.
Caminaron solo unos pasos después de abrir la cámara y ante sus ojos se observó un espectáculo de formidables destellos ¡La cámara está repleta de jarras y vasos de oro macizo! Cuatro cajas de madera resguardan en su interior lo que se sospecha… ¡Sarcófagos también de oro! todos guardaron silencio y estaba negada cualquier exclamación, para no ser descubiertos, de inmediato uno de los ladrones corrió a la entrada de la primera cámara, sacando su mano con un lustroso espejo mandó la señal para dar el aviso.
¡Una explosión iluminó la planicie volando centenares y grandes trozos de roca por todos lados! una nube de polvo se alzó como un hongo ¡El estruendo despertó a los custodios ingleses del valle!
Después del hondo trueno, el techo de la cámara colapsó, le dejó completa al descubierto —¡Con todo y los ladrones cubiertos de polvo! — La arrancada de veinte caballos levantó el cuarto que jalado por centenares de cadenas ¡Lograron extraer la cámara completa! toda la construcción pasaba deslizándose por troncos que habían sido colocados para la ocasión ¡Una maniobra perfectamente bien planeada! Eso les dio el factor sorpresa.
Los ingleses que apenas se ponían la ropa, los vigías estaban a una distancia considerable como para lograrles alcanzar ¡En total asombro subieron a sus caballos! comenzaron la persecución. Aún en movimiento de toda la cámara que continuaba siendo arrastrada por las ligeras arenas del valle ¡Le alcanzaron un caballo al hábil Zamirh! Quien montó con destreza. A gran velocidad fueron directo hacia los vigías ingleses con una cuadra de expertos jinetes perfectamente armados, al pasar por el primer peñasco dio la señal ¡Bengalas al cielo iluminaron el valle! dejando clara la ubicación de los centinelas, esto permitió con zagas puntería de los ladrones de tumbas a caballo ¡hicieran varios disparos! con gran suerte ¡Que dieron en los cráneos de los jinetes ingleses!
¡Cayeron de bruces mordiendo el polvo!
Una vez liberados de los guardias —esperaban una arremetida de más ingleses— así que sin perder tiempo alguno, los veinte caballos que jalaban la cámara completa a través de las arenas pararon su paso veloz, llegaron al lugar del encuentro con los ladrones que les esperaban y con prontitud subieron el total de los objetos de la cámara a las carrozas de la caravana, uno a uno y contando cada detalle y número de pieza —en especial los sarcófagos— fueron seleccionadas, a sabiendas que los ingleses aparecerían de inmediato por todos lados.
¡Todos cambiaron sus ropas por las de simples peregrinos! Haciéndose saber que estaban en fervorosa comitiva hacia tierras santas. Al estar listos ¡Una segunda explosión rugió desde el otro lado del valle! Haciendo caer un gran peñasco —era la explosión para hacer pensar que otra tumba iba a ser saqueada ¡Simple distracción! — ¡Eso les haría ganar tiempo! logrando incorporarse a todas las caravanas que se dirigen a la ciudad de Luxor para sus ejercicios y rituales religiosos.
¡Pasaron desapercibidos!
Un largo camino les espera para su llegada al puerto de Alejandría, la caravana serpentea las laderas del Nilo, llegarán a la ciudad del Cairo en dónde recibirían la paga por tan suculento tesoro y después solo custodian hacia el puerto, dónde les espera un suntuoso barco de vapor que los llevará a la ruta de Libia, después al puerto de Ceuta para tomar hacia el puerto de Palos y dirigirse a América. ¡El destino es largo y peligroso! Ladrones de caravanas son de fama para el saqueo, pero lo bien armados de los hombres del Zahirh, les dan seguridad. Les incomoda el viaje en mar ¡Las maldiciones son más prolíficas en las embarcaciones! Hablan de momias, cuerpos con cabeza de halcones y chacales que se devoran a quienes se involucraron en el saqueo de la paz eterna de los antiguos reyes dioses.
¡La superstición nutre el miedo de quienes van en la caravana!
Ya la mañana rompe la punta de la caravana, están cerca de la ciudad del puerto ¡La gran Alejandría! El buque tirado de vapor denominado Nuevo Balear, con ciento cuarenta pies de eslora y diecinueve de manga le era posible una carga de doscientas toneladas ¡Imposible que el tesoro de la caravana excediera su capacidad! pero si esto pasaba, tenían listo un pequeño velero de peso. La atención no se sitúa sobre las cajas perfectamente seleccionadas y resguardadas —haciendo parecer una carga de sedas— los cuatro grandes depósitos de los sarcófagos están etiquetados como cañones de retrocarga de ciento sesenta milímetros de manufactura francesa —comunes en esos días de pocos disturbios en el Mediterráneo — ¡Estos son los que causan la atención!
Al ir cargando el buque a tiro de vapor, se acercan centinelas ingleses de los puertos para solicitar los papeles adecuados para tal carga, abriendo unas cajas señuelos —previamente seleccionadas por los propios hombres del Zamirh y dando una bolsa grande de monedas de oro al capitán de puerto — pasan si alteración la aduana. Un elegante carruaje con un sello de una de las familias más acaudalas de la ya extinta Nueva España espera también ser llevado en ese buque, un hombre de fina estampa y altura considerable observa desde dentro de los elegantes terciopelos, escudriñando con su vista cada paso que da el Zamirh, como si le conociera, sin más, con su bastón tocó el techo y le dio la instrucción al cochero de caminar hacia la orilla del vapor para abordar.
Ya estando en travesía el vapor Nuevo Balear tomando rumbo a Libia, el elegante caballero se acercó al Zamirh que lo encontró en la barandilla fumando un fuerte cigarro árabe. Acercándose para solicitarle lumbre para el propio le preguntó:
—¿Hemos tenido contratiempo alguno amigo Zamirh?
—¡Ninguno mi señor! todo es verdad, la tumba estaba repleta de oro ¡tal cual como lo indicó el ladrón de tumbas, llevamos de peso casi dos toneladas del reluciente metal mi señor ¡Esto alcanzará para sus planes! Y ¡veinte vidas más!
—Hemos quedado complacidos con tu trabajo mi Zamirh, será necesario que te indique cuál de los tesoros que encontraste consideras te mereces amigo.
—¡Mi señor! solo este humilde esclavo te pide la máscara que encontramos de oro macizo, será suficiente para mi señor y mis descendientes ¡Con ello paga todos los futuros saqueos mi señor!
—¡Gran corazón el tuyo Zamirh! Pudiendo pedirme uno de los cuatro sarcófagos de oro macizo te haces de tu lealtad y escoges lo que prudentemente consideras te dará la vida que sueñas, pues he decirte amigo, gracias a todo tu trabajo que has hecho mi familia ha podido continuar con sus negocios en América, por ello tengo instrucciones de mi padre Don Fernando de darte uno de los sarcófagos completo. El asombro del árabe no se hizo esperar —¡Es demasiado mi señor! cantidades de esa magnitud no han visto mis antecesores ¡No es necesario! ¡El mascarón basta y sobra! — el misterioso joven le indicó poniendo su mano en el hombre del Zamirh —Amigo mío, repartir el oro hace que tengamos más, es una consigna milenaria que hoy aprendes— ambos caminaron hacia el comedor del vapor, aún en el asombro del musculoso Zamirh se siente con un agradecimiento eterno. El vapor toma destino hacia Libia, un cargamento de peso descomunal de oro se dirige a América escondido como simple comercio de sedas, cada una de las cajas han sido especialmente etiquetadas a su destinatario, exponiendo el sello de la familia que recibiría tal cantidad del preciado metal.
Destino: Familia del Duque de las Casas.
Continuará…