Capítulo VIII
La Consumación
Querétaro 1908, casona de los Duque de las Casas.
La llegada de aquel hombre a estas tierras de verdes frescores había dejado un poco de intriga en la familia, cierto es que las hostilidades por todo el país no cesan, grupos insurgentes se levantan y perecen a la misma velocidad con la que son observados, se habla de un financiamiento que llega desde Guatemala, un acaudalado hacendado que hace de las suyas para implementar un sistema conservador, pero de momento pareciera que un viejo sistema implementando el desarrollo y la libertad de ideas en conjunto con un mando férreo desde el centro del país mantiene a las comunidades del norte y sur en terrible abandono, se habla inclusive que las formas y los modos son más hacia la cultura francesa que de la propia.
Ante estos hechos el joven y delgado caballero que llega ante los Duque de las Casas – de briosos caballos y elegante carroza que denota la riqueza a la que pertenece junto con un linaje elevado que se logra leer en sus vestiduras y modos – hace del favor de ser atendido, el ya consolidado Marqués de Salamanca ha tomado de mano propia los negocios de la familia, se ha desposado con María de los Dolores, hermana de su antigua esposa quien lo hiciera viudo hace solo unos años, esta hermosa mujer de rizos negros y hermosa tez cremosa, finos portes y labios carmesí puro mantiene el brío de la familia y el interés de continuar con los préstamos de monedas de oro – aquellas sin cara o cruz, solo el canto marcado -.
La visita ha sido pasada al cuarto de recepciones en donde varios óleos son expuestos, el de la matriarca de la familia Doña Andrea, quien en firme estampa sostiene una moneda en su mano derecha y en la otra una espada, ataviada con fino encaje europeo, le acompaña un escudo de la familia y un pequeño maltés; en medio está el cuadro de Don Fernando Duque de las Casas, ataviado a la usanza militar francesa, detrás de él las pirámides de Guiza y frente a él un largo texto explicando las bondades de la riqueza; en la otra parte sobre la entrada de la chimenea está el cuadro de María Lorenda Duquesa de Salamanca, quien sostiene un hermoso relicario en su mano izquierda y en la derecha una espada -de su padre – detrás de ella un jardín de hermosas arcadas y en su frente la parte delantera de un escapulario, le acompaña el escudo de la familia, ataviada con un oscuro y fino vestido de encajes, a sus pies dos pistolas y al fondo su preciado corcel. El visitante ha quedado prendado de la hermosura de la joven dama, sus pensamientos de la tersura y la fina pincelada del artista que alcanzó a plasmar la totalidad del ser, en su conciencia pura ¡Hermosa hasta en el lienzo! -¿Cómo sería en vida? – asentía el elegante caballero.
-¿Piensa estar tiempo mayor observando las pinturas mi señor? – le lanzó la pregunta el Marqués mientras encendía un preciado tabaco de hechuras correctas y aromas de cedro.
-¡Mi estimado Marqués de Salamanca! Pero que dulce aroma encontrarle en estos días, en donde la podredumbre y la pobreza son el elixir de todos los días ¿Asiste en coincidir señor?
-La pobreza es el resultado de la falta de fortuna de los más, si ellos establecieran un modo correcto de vivir ¡Harían riqueza! Pero solo desean sus placeres y pasiones.
-Es sencillo hablar así cuando tiene el hambre satisfecha mi señor, solo me atrevo a preguntar acerca de esta hermosa mujer ¿Quién es?
El Marqués fingió un desanimo y trató de construir una mirada perdida, pareciera ensayada.
-¡Era mi esposa María Lorenda! Hermosa como la ve en el lienzo ¡Pero impetuosa como un potro! De inacabables intenciones, todo momento alerta para lograr sus cometidos ¡Era una amazona! Mujeres así no es sencillo de encontrar, tuve que anteponer mi linaje y mi estirpe para lograr desposarla.
-¿Cómo murió mi señor? Si disculpara mi atrevimiento.
– En su ímpetu por rescatar lo que le correspondía por derecho se hizo a las armas y cayó en batalla ¡Pero recuperó lo extraído! Vamos amigo – tratando de recomponerse -no vino desde ya varios días de camino solo a sentir mis dolencias y nostalgias, decidme ¿Desea el préstamo del oro bajo las condiciones previas?
-Después de mucho meditar ¡Sí mi señor! Tomaremos lo ofrecido bajo las mismas condiciones, pero permítame, de nuevo en mi atrevimiento ¿En qué parte están los restos de la fallecida Marquesa?
-En el camposanto familiar mi señor, detrás de este patio tenemos una cripta abierta en donde todos los días llevamos flores y parabienes a nuestros fallecidos – al Marqués de Salamanca ya la insistencia no le parecía la correcta, así que mantuvo su mano dentro de la chaqueta para lograr asestar con su daga la garganta del insistente visitante, si continuaba con las preguntas -.
-Mi señor en mucho desearía visitar la tumba de su familia y presentar mis condolencias.
El Marqués hizo una seña a uno de los sirvientes -vestidos completamente de negro a la usanza de la familia- quien hizo los accesorios para acercar al visitante a la cripta, caminaron los tres hacia el lugar y el elegante caballero se hincó, tomó un aromático clavel que tenía en la solapa de su saco y lo colocó dentro del florero de donde se leía el epitafio de María Lorenda. Tomó una pluma, delante del Marqués y su ayudante comenzó a escribir con una letra perfecta en caligrafía algunas líneas ¡Hizo dos hojas! -pensaron eran algunas notas que le inspiraban – luego al terminar las guardó y metió en su saco, se levantó e indicó que estaba listo para la firma de los papeles.
Ya estando en el despacho el joven elegante leyó los requisitos y acertó unos cuantos puntos más para que todo quedara en orden, leía y volvía a leer una y otra vez hasta quedar seguro de lo convenido, el Marqués no daba crédito de la insistencia de lectura.
-Mi señor, ¿Existe algo que aún considere lo tengamos que hablar? Con gusto nos tomamos el tiempo necesario para que todo quede en santa paz -insinuaba el Marqués- si así lo desea podemos leer parte por parte.
-No señor mío ¡No es suspicacia lo que busco! Fui alertado por una buena conocida de que debía leer con calma la interpretación del préstamo, debido a que podía haber inconsistencias en lo referente al pago y fecha de vencimiento, corroboro que así es ¿Podría explicármelo? – El Marqués estaba sorprendido ¿Quién le había puesto en alerta al visitante? Solo María Lorenda, su padre y Doña Andrea sabían de ese escondrijo legal que les permitía hacerse de un día de ventaja para el prestamista ¡Ni siquiera María de los Dolores lo sabía! Debido a que ella había preferido las ocupaciones de ama de casa que de prestamista ¡El Marqués desenfundó su espada! La colocó en el pecho del gallardo joven y fue claro en la advertencia.
-Decidme, mi señor ¿Quién os puso en advertencia de tal situación? Ese secreto se fue al mismo infierno, como con mi señor suegro y su esposa como de mi propia Marquesa ¡Andad decidlo! – el elegante caballero solo hizo de quitar el florín de su cuerpo, sacó una de las hojas con las líneas que escribió sobre aquel papel cuando apenas visitaba la tumba y se lo mostró.
-¡Por Dios es la letra de María Lorenda! Pero… ¿Cómo la obtuvo? Si nosotros vimos como de su propia mano fueron escritas… ¡Voto a satán! ¿Quién sois? – en extremo espantado el tembloroso anfitrión hace de contener el horror de lo visto -¡Andad! Abrid la boca o de este escondrijo no saldrá ¡Con vida misma!
-Calma mi señor ¡Calma! Todo tiene una explicación si me lo permitís, en esto de los préstamos soy en extremo escrupuloso y al visitar su hermosa casona me he dado cuenta que aquí persisten varias entidades con las cuales he logrado comunicarme con ellos, una de ellas es su finada esposa, quien sencillamente me ha indicado del acertijo que existía en el contrato ¡Eso es todo!
-¿Pero usted ofende mi inteligencia señor? ¿Espectros en esta casa? – continuaba nervioso el Marqués.
-Es verdad que de primera mirada me observo poco cuerdo al relatar estas cosas ¡En un principio cuando sucedían me asustaba! He de ser en cabalidad cercano a la verdad, pero después de varias experiencias solo puedo decir que son tan ciertas ¡Cómo el que usted y yo mi señor estemos de igual manera entablando una plática!
-¿Me está tomando el pelo?
-No es mi intención causarle una mala impresión mi señor ¡Deseo el préstamo y arreglar este detalle! Solo eso, si usted me lo permite, no es una cantidad sencilla y deseo que todo quede claro, después me voy y nos veremos en lo convenido ¡Es una promesa!
Para este tiempo ya los hombres leales al Marqués de Salamanca le tenían en custodia y atentos ante cualquier embate del visitante ¡Para reaccionar ferozmente! Situación que sabía el elegante joven se arriesgaba a doblegar la paciencia y perecer en cualquier movimiento involuntario.
-Vamos a fingir que es verdad lo que usted amable señor me cuenta, que todo esto de hablar con espectros y supercherías fueran cercanas a la verdad, que le doy el voto de credibilidad ¿Puede hacerlo en este preciso momento? Es solo cuestión de hablar o ¿Debe entrar en algún trance? – no dejaba de tener la espada en la mano, pero ahora solo en descanso.
-Solo le pregunto mi señor ¡Eso es todo! Algunos contestan en breve, pero si tienen algún pendiente ¡Sí lo hacen pronto! La mayoría no saben que están muertos, deambulan por este mundo igual que nosotros ¡Cuando cumplen lo que les falta solo se van y no responden a un nuevo contacto!
-¡Eso es del demonio!
– La verdad es que no sé si es lo permitido o no ¡No soy religioso! Pero así está ¡Lo mismo que vivimos aquí se vive allá! Los mismos escenarios, pero sin nosotros ¡Como si pasamos a la misma ciudad, pero sin los vivos! Eso sí cuentan ellos que hay profundas soledades.
-¿Usted me tima verdad caballero?
-No mi señor no es mi intención.
El Marqués de Salamanca solo hizo a sentarse, dejando caer todo su cuerpo en el sillón, hizo que cambiaran la parte del contrato del préstamo a su ayudante, pidió un vaso de vino y sin decir una sola palabra, ansioso y en estado exaltado, sorbía un trago y otro ¡Sin parar! Sorprendido. Por su parte el fino caballero solo degustaba un frágil cigarrillo de aromas dulces y húmedos, mientras esperaba el papel con la modificación. Al llegar lo leyó detenidamente – ¡Está correcto mi señor! – lo firmó e hizo a bien al Marqués hiciera lo propio y signara el papel -Todo en orden mi señor mío, en mucho agradezco esta oportunidad de darme lo suficiente para lograr lo cometido, que le aseguro ¡Pronto tendrá noticias mías! Es una promesa.
El elegante caballero tomó hacia el gran patio de la casona, sin miramientos ni agilidades, con pausa fue caminando, recorriendo con la mirada los rincones que alcanzaba a percibir, al salir observó que los lienzos del salón principal se alcanzaban a mirar desde su ángulo, con un gesto amable se despidió y continuó su caminar. El Marqués salió corriendo tras de él y el visitante hizo a bien darse la vuelta.
-Mi señor, por favor una última pregunta, sin el afán de distraedle ¿Le dijo mi esposa cómo murió? – El caballero tomó el segundo papel que escribió en la tumba y se lo enseñó, tomó a camino y subió a su carro.
El Marqués abrió el papel y leyó:
“Fui muerta por quien está delante de usted ¡Sin misericordia! Tenga cuidado, su madre se encuentra bien, va ya en camino, gracias señor Francisco Madero… abogaré por su alma…”
Al retirarse la elegante carroza, sin prisas, tomó rumbo hacia el Camino Real por la calle del ahorcado, a unas cuantas varas de distancia se escucharon los gritos del Marqués que pedía clemencia a sus atacantes ¡Quienes estocada tras estocada dieron acierto en vitales partes!
FIN.