Capítulo VI
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A la mayoría de las personas de arraigo de la pequeña ciudad de violáceos atardeceres la llegada de extraños a la ciudad con motivo de las obras de la traza del tren -que se cuentan por decenas de trabajadores para la construcción de un cableado de telégrafo, postes de colocación, construcción de una estación de ferrocarril y las calles aledañas en su trazo- les tienen con el ¡Jesús en la boca! Sea por la seguridad – han aumentado los delitos de robo y borrachines en las calles- el miedo de que las chicas casaderas sean atendidas de mal modo o faltarles el respeto -se implementó que la llegada a la casa de las señoritas fuera a las siete de la tarde ¡Al salir del rosario! – que los alguaciles del ayuntamiento acompañen al sereno ¡Que varias veces se le ha aporreado por encontrar a novios en suntuosas escenas de amor! – que por disposición del total del cabildo ¡Se prohíban las bebidas espirituosas a partir de las cinco del sereno hasta las seis de la tarde noche! en la cual todos votaron a favor.
Los encargados de los expendios de pulque, cebada fría, del ya famoso wiski y los encargados de la ruleta del casino español ¡Levantaran la voz! En sesión fechada a las primeras albricias de marzo el encargado de la unión de expendios de pulque Don Olegario De Garza – llegado de las tierras del cerro de la silla – ha decidido hacerle frente al síndico principal del ayuntamiento ¡Un hacedor de trámites inventados con el fin de saciar las necesidades de la ciudad! Que un impuesto por los animales de corral, que por tener un expendio de leche después de cortada, otro más por los arreos del caballo y de las mulas, impuesto por el número de velas en las casas – a raíz de esto muchas familias han optado por el quinqué de petróleo, negocio que se expende en la jarciería Martínez – a lo que el síndico ya piensa en el impuesto al petróleo ¡Que locura! Por ello el cierre de los expendios se ve disminuido con las restricciones de la venta.
En sesión abierta Don Olegario fue tajante:
-Que se observe en actas Don Síndico que su particularidad visita a nuestros negocios, el favor constante de que cobremos menos de la albricia de costo, de que le demos prórrogas para el pago ¡Que porque no trae el suficiente! Que se deje claro que sus favores no son compensados con el cierre que desea hacer.
¡Rojo de coraje! El Síndico Salvador de los Santos solo aprieta los puños al ser evidenciado en la asamblea, continuando el orador:
-Que se deje en actas de su desprecio constante al tener que tomar el tarro en donde los indios y los extranjeros conviven sin distinción ¡Usted mi señor! Bajado de Peñamiller no dista mucho de los que habitamos en estas tierras ¡Deje a un lado sus aires señoriales! Que fue puesto a disposición por los reales del gobernador, amigo de Usted.
-¡No permitiré faltas a la autoridad! Secretario coloque que esa frase fue dolosa- ¡Indicaba el síndico fuera de sus cabales!
-Orden señores, estamos aquí como una reunión de permisos para la apertura de sus expendios, comerciantes de licores ¡Solo eso!
-Sí pero no nos hacen caso los alguaciles y han ido a cerrar el expendio cuando más gente tenemos ¡Haciendo que perdamos lo expuesto!
-Calma señores -insistía el secretario- esto tiene una solución, ya el síndico ha determinado que la subida de los borrachines y delincuentes se miran hacia que salen de sus locales en altas horas de la noche y que las mujeres se quejan de que orinan las ventanas de las casas, tocan a deshoras los portones para pedir comida ¡Algunos se han metido a las casas para pernoctar en los sillones de los jardines! Eso es una afrenta grave.
-Señor secretario ponga también que a nuestras mercedes le ponen tiempo de cierre y apertura, pero el negocio de la familia del síndico de venta de licor en botella y tapa ¡No cierra en toda la noche! Eso es desigual.
El secretario volteó a ver al síndico quien ya tenía la boca bien callada y las manos en los bolsillos.
-¿Es verdad eso síndico?
-Viéndolo de esa manera si así se os presenta secretario ¡Mi familia expide venta de licor en botella cerrada como marca el reglamento!
-Señor secretario, pero en las calles de Locutorios, cruzados y Carmen es el lugar en donde los ebrios hacen de sus maldades ¡Justo delante unas casas de los expendios del síndico- procedía la interlocución de Don Olegario – ¡Ahí no llegan alguaciles ni gendarmes!
-Confirme síndico si lo que dice Don Olegario es falto a la verdad.
-¡No señor secretario! Los expendios de mi familia están en esas calles.
-Bueno pues no se diga más, siendo las albricias del mes de marzo en sesión de cabildo, con lo referente a expendio de bebidas y permisos con la licencia de apertura y cierre se de entre las unas de las otras ¡Dejo claro a votación! Todos los expendios de la ciudad de pulque, cebada fría y wiski, así como cualquier bebida espirituosa sea de confección de cualesquiera quedan abierta a disposición de parroquianos y gendarmerías que si vieran personas dentro del expendio se les permita mantenerse abiertos, en caso contrario de ser altas horas del sereno y no tener parroquianos se conminará al cierre inmediato, en lo referente a los expendios de la familia del síndico Salvador de los Santos, quien funge como autoridad de la ciudad sin gendarmería serán sometidos al cabildo de sesiones próximas para el desapego de los permisos suficientes a continuar o no ¡Expidiendo venta de licores en botella con tapa!… ¡Se cierra la sesión!
El secretario solicitó a todos firmar las actas a lo que el síndico se reusó en primera vez, pero al ser apremiado de que no cumpla sería arrestado ¡No tuvo de otra que firmar! Al finalizar la sesión en las calles aledañas del cabildo se hicieron a los golpes el síndico y Don Olegario, dejando claro que lo escrito en el texto fue a disposición de la ciudad pero que ahora era para lavar la honra de las familias.
Don Olegario era un hombre alto y fornido ¡No bueno para los golpes! Pero sí para levantar de bulto a aquellos borrachines de sus expendios que se niegan al pago a la reciprocidad del servicio, así que sin preámbulo levantó al síndico y lo aventó al comedero de cerdos que se encontraba cercano al palacio sindical ¡La reacción de la autoridad fue llamar a sus alguaciles! Quienes pronto llegaron y al ver la escena quisieron tomar de los brazos ¡Quien a misma ración dio por servidos a los alguaciles! A quienes advirtió de que si algo le pasaba sería contundente con su respuesta.
-¿Me amenaza Don Olegario? – le increpaba el síndico aún limpiándose el lodo del chiquero.
-¡No señor! Le dejo claro que por su envestidura no le perforo el estómago de un piquete, pero que mi paciencia tiene un límite.
-¡Eso es amenaza mi señor!
-¡Tómelo como quiera! – hizo a bien decirle a sus hombres de la unión que le acompañan, quienes astutos fueron buenos testigos en ocasión si el síndico levantaba una captura con los alguaciles y se levantó un acta con el mismo secretario del cabildo a quien recién habían dejado, quien no sorprendido tomo nota y apercibimiento ¡Mandando encuartelar al síndico por seis días!
En la juerga de todo este caso que le daba la vuelta a la comidilla de la ciudad ¡El síndico encuartelado! Llegó a esta ciudad un circo – en cuenta de toda la gente que estaba por los trabajos del tren, que aún no se tenía claro ¿Cómo era? – se hizo de la participación a manera de establecerse, teniendo que entrevistarse con el síndico ¡Quien los recibió en la celda del ayuntamiento! Estando el propio secretario y los encargados del circo ¡Quienes con un acento extranjero tratan de darse a entender!
-Señores – indicó el secretario- me temo que el momento no es propicio para realizar sus actividades de saltimbanquis y malabares en esta ciudad ¡Estamos envueltos en un viento de fuertes fuerzas por los trabajadores texanos del tren! La ocasión de las monedas que pudieran tener los habitantes de esta pequeña ciudad ¡No siento sea el negocio de sus vidas! Estamos apenas en vuelta a que la gente tenga un poco de tranquilidad en su estabilidad ¡No hay dinero por estos lares señores!
Los cirqueros – que más parecieran pordioseros de un mal cuento de aventuras – trataban de darse a entender entre señas y un pésimo español.
-Mmm… ¿Así que no podemos dinero tener de aquí? Pobres aquí muchos…
-No mi señor no me he hecho entender -dijo el secretario mientras que el síndico indignado y dentro de su celda les daba la espalda – Para poder estar aquí – exagerando sus ademanes- tienen que pagar… ¡Pagar! – llevándose sus manos a sus bolsillos y sacando unas simples monedas, ejemplificando la acción – ¡Monedas… ustedes, pagarnos!
-¡Ah! Dinero… ¿Tu pobre?
El síndico cansado del diálogo absurdo intervino:
-A ver pinches cirqueros ¡Dinero tienen que pagar para que llegue el circo! Su circo… dinero… páguenos ¿Entienden pendejos?
-¡Eso último si entenderlo!
El cirquero sacó una moneda de oro ¡Con el peso de una de ocho escudos! Pero sin la cara o la cruz, solo el canto grabado. El secretario y el síndico se quedaron perplejos. De inmediato el secretario recibió la moneda a modo de pago de permiso, les expidió un recibo y les indicó en un mal trazado mapa el lugar para poner el circo. Los extranjeros extrañados por la celeridad y la prontitud se fueron contentos para comenzar a traer todos los arreos del circo, al salir de inmediato el síndico le dio la orden al secretario.
-¡Sácame de aquí! Esta es una de las monedas de la marquesa de Salamanca Doña Lorenda Duque de las Casas ¡Debe saberlo de inmediato! Han sido sus órdenes.
-Calma Don Salvador, debemos tener cuidado, ya varias personas han desaparecido ante llevar esta información a la familia de los Duque de las Casas ¡En extremo considero seamos precavidos! Debemos saber más de las proveniencias de esta moneda ¿Qué hace en manos de un simple y polvoriento circo? Llegó aquí de casualidad ¿O es una trampa? No mi señor ¡Mi vida no vale esta simple moneda!
-¿Qué vas a hacer?
-Voy a investigar con el circo ¡Vuelvo enseguida! Si no regreso avíseles a los gendarmes para que me alcancen.
-¡Ábreme cabrón!
-Perdón mi señor síndico -el secretario sacó una pistola y le disparó al estómago del síndico – ¡Auxilio gendarmes! Auxilio ¡El síndico me ataca! – abrió la celda mientras tiraba las mesas y papeles en el suelo -¡Auxilio me ataca!
Continuará…