Capítulo VI
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A la muerte de Maximiliano, en meses posteriores de ser fusilado en las faldas del llamado Cerro de las Campanas – que por característica singular, que al pegar las rocas entre sí se escuchaban como el llamado a misa – la noticia de perder un deudor era alarmante para la familia de los Duque de las Casas quienes no solo fueron robados de sus propias arcas parte del total de sus monedas de oro, sino que la muerte del otrora emperador ha lastimado en serio quien sería el deudor ¿A quien cobrar el préstamo? aunque no fuera la primera vez que su familia vivía esto y tienen protocolos para lograr obtener el rendimiento o la cifra prestada, perder el destinatario les hace una jugada no esperada ¡Aún que no encuentran pista alguna del dinero robado!
Toda la familia asiste la infraestructura necesaria para trasportar dicha cantidad, docenas de montas, carretas, vigías, cocheros, hombres leales, prestar el servicio para hacerlo es parte de esta gran empresa dedicada a las finanzas con el preciado metal. Mensajeros por todo México y parte de los Estados Unidos eran enviados por parte de María Lorenda para comenzar a ver en que banco o reserva se ha depositado montos importantes de monedas de oro ¡La mejor manera de negociar con el dorado metal! A donde quiera que las hubieran llevado llamarán la atención no era fácil moverlas mucho menos esconderlas.
Lo extraño del paso del tiempo es que a María Lorenda y Doña Andrea le continuan llegando los pagos del préstamo a Maximiliano, puntuales y cabales ¿Pero hasta que tiempo dura esto? Cada entrega se acompaña de una nota:
-¡Por sus finas atenciones! – firmado por J.H.
Ya la experiencia del sitio está quedando detrás, lo derruido de la ciudad, calles rotas, muros destrozados, hambruna y la falta de agua fueron menguando con el paso del tiempo. Un poco por la esperanza de las personas de olvidar este acontecimiento y seguir con la vida tranquila del lugar y en otra la de establecer pronto una paz que ayude a todos a estar seguros, que un episodio igual de sangriento no se presentaría jamás.
¡En ello valga cada día de vida por lograrlo!
Ya han paso más de cinco meses de la muerte del emperador de haber sido expuesto cual lección a cualquier traidor y una vez resuelto los asuntos diplomáticos, su cuerpo fue entregado a los europeos, quienes le embalsamaron y mandaron a Austria en una fragata de nombre difícil de pronunciar. Casi de inmediato las hileras y comerciantes de la ciudad comenzaron a retomar sus vidas, haciendo que la ciudad renueve su `parque de carretas y el bullicio que no se veía en meses. Al regresar el agua por la acequia madre y fuentes, el haber reparado el conjunto arquitectónico de los arcos, el que el ganado y los animales volvieran a dar de sí, da un episodio de esperanza a la ya de por sí vapuleada ciudad. Como por arte de la naturaleza los verdes campos aún permanecen a pesar de ya la entrada del gélido invierno ¡Que en ocasiones de intempestiva frialdad sorprende a esta comarca! Por la caída de nieve especialmente por el antiguo Camino Real a la ciudad de San Juan Bautista. Muchos le acreditan esta fertilidad a los miles de muertos que fueron enterrados por todos los alrededores de la ciudad desde los cerros más cercanos hasta los más lejanos, como el cerro de la Cima.
Como era de esperarse los muertos por aquellos comenzaron a tener las visitas de quienes seguramente tenían una historia que contar, una esposa tal vez, un par de hijos que vieron a su padre morir en estas tierras o simplemente alguien les comentó que en quellos tumultos de tierra hay gente enterrada que podría ser su esposo. Con el paso de los meses, venían personas a traer ofrendas a sus muertos -que en su mayoría fueron enterrados en el campo debido a que en los panteones de los templos religiosos solo los militares de grado, o aquellos que lograron encontrar a sacerdotes o religiosos, tuvieron la suerte de tener misa de cuerpo presente-.
Los demás fueron a parar a fosas, que aunque estaban los nombres en tablas este terreno donde yacían los cuerpos está también cercado por piedras y ramas que al paso del tiempo el propio clima deterioró. No había una lista específica lo mismo habían enterrado imperialistas con republicanos, tal vez para seguir en el dilema ¡Por una eternidad!
Detrás del cerro de la Cima solo se ven restos en donde los animales al oler la carne y lo podrido del lugar ya habían hecho de las suyas ¡Extrayendo huesos ante tal horror! Detrás de las leyendas de cuerpos expuestos y restos que sacan los animales ¡La población entera de la ciudad se ha dado a lograr hacer cristiana sepultura! Aquella fama se corrió por la región haciendo que llegara gente de todas partes de la recién herida república ¡Aquellos soldados que nunca llegaron a sus hogares del Norte! Todos los que llegaban tratan de preguntar por alguien, un hermano, un hijo sin respuesta alguna.
Mujeres ancianas llegaron a montones vestidas de negro ¡Unas de finas ropas! En carruajes, otras más en bestias de carga o burros flacos y mal nutridos ¡Todas buscaban un indicio de los restos de su fallecido hombre que no llegó! Como era de esperarse, en el tumulto de hojas y licencias, restos e información ¡No encontraron a nadie! O las menos lo hicieron, las demás regresan con aflicción a sus terruños y otras más a esperar alguna noticia ¡Las menos conformes con la situación! Igual como llegan se retiran en un peregrinar.
Las menos se quedaron a vivir en la ciudad comprándole a las personas sus propiedades derruidas – también necesitadas- Para luego levantar suntuosas casas llenas de ventanas y herrerías, que le darían otro sabor a la figura de la ciudad, ataviadas las duelistas de un negro perpetuo.
¡Nuevas calles nacieron en la ciudad!
Las que llegan hacían de su dinero un apoyo para algunos de los conjuntos arquitectónicos que quedaron en ruinas, especialmente los religiosos, decidieron donar gran parte para la reconstrucción de varios edificios que en esta ciudad son los más. Así el Querétaro de los años setentas del siglo diecinueve renace, se vuelve a levantar y su esplendor trata de recuperar, las cicatrices del sitio duran por años más si hablamos de los edificios y casonas civiles, en algunos casos, el daño fue irreparable ¡Perdiendo la ciudad sus más preciados tesoros! No era de extrañarse, que pocas familias se hayan quedado cuando el sitio terminó, también hubo los que se fueron y jamás regresaron.
¡La familia de los Duque y Casas aún sigue de pie! Ideando las forrmas de hacerse de alguna noticia que les diera el paradero de su oro ¡Mil maneras de hacerlo! En su tiempo de noches y desvelos le atina a la joven María Lorenda – quien debiera estar en etapa de buscar marido, como lo dicta la usanza- ideas espectrales de la manera de mayor efectividad en su toma de decisiones.
¡El sueño le vence en ello!
¡Los caballos enfurecidos por el castigo de la rienda le dieron alcance a la carroza que transportaba el oro proveniente de Guanajuato! De las ya casi extintas minas. Dos vigilantes por encima del carruaje dos más a caballo trataban de evadir a este trío de sospechosos enmascarados ladrones que a leguas denotaban su agilidad en el caballo y en el manejo de las armas ¡Que ya estaban desenfundadas y listas a hacer presas! El primer jinete de negro y capa enmascarado, se acercó al cochero principal ¡A la par y a toda velocidad le propinó un golpe en el rostro! Que aguantó de por sí demasiado.
Los encapuchados se miraban como tratando de ver que seguía ¡No hablan entre sí! Uno de los jinetes enmascarado logró subir a la carreta y a hora sí con todas sus fuerzas ¡Le propinó un golpe con la culata del rifle al hombro y la nuca del cochero! Que lo desmayó de inmediato.
La carroza perdió el control ya que la rienda dio un tirón a la derecha ¡Todos cayeron a la zanja del camino! De manera más ágil los otros dos encapuchados de inmediato saltaron hacia el otro acompañante del cochero, quien los recibió con un certero golpe, dándole en el mentón a uno de ellos que lo desconectó por unos segundos pero se hizo al pie de mantenerse.
Otro de los enmascarados tomó un rifle que de reojo había visto y disparó al aire ¡Todos se calmaron y quedaron de rodillas! Sin hablar el enmascarado les daba indicaciones con gestos, con su otra mano y de manera lo más claro posible de que pusieran el oro en las bolsas que había en los caballos negriplatinados o que si no lo hacían ¡Les dispararía! Los tres prisioneros se miraban entre sí ¡No entendendían! Con las manos arriba se miraban burlonamente, se ponían de acuerdo, ¡También con señas y miradas de ojos! de golpear al encapuchado, desarmarlo, pegarle y dispararle.
Tampoco ellos se entendían así que de inmediato uno se levantó ¡El encapuchado le disparo en el pecho y le destrozó la camisa, costillas y ¡Corazón! Cayó de espaldas como si algo lo hubiera aventado para atrás, levantando un polvo inmenso al caer. Los otros dos al ver la acción se levantaron de inmediato, tomaron el oro y lo colocaron en las bolsas, así varias veces hasta lograr llenar todas las mochilas que había en los caballos.
¡Al terminar se regresaron y se colocaron de rodillas! Subieron las manos y le indicaron con señas que ya habían terminado, el encapuchado puso el rifle en una sola mano, con el dedo en el gatillo y apuntándoles a uno en la cabeza mientras que el otro observaba con miedo.
Con la otra mano uno de los enmascarados se desabotonó la camisa negra ¡Se abrió con las dos manos y mostró unos pechos de mujer redondos y carnosos!
Los prisioneros abrieron las órbitas de los ojos ¡Confusos!
-¡Pero qué carambas! Una mujer ¡Entonces es verdad! La asaltante de estos caminos nos ha tomado la buena nueva
La encapuchada se cerró los botones, volvió a tomar el rifle en sus dos manos, y disparó en medio ¡Justo en el espacio que había entre las cabezas de los dos! Para ensordecerlos.
¡Ambos se desmayaron! Tomó su caballo y salió disparada arriba de su corcel hasta perderse, al tomar hacia el camino del río paró y dejó que los otros dos vigías tomaran sus lugares, bajó de la monta y expuso las monedas que había robado a los cocheros del Camino Real ¡No eran las del botín robado a su familia!
-¡Maldita sea! No son las mismas, esto nos hace pensar que de la zona de Guanajuato y Zacatecas no se llevó el oro – mientras contaba las monedas y observaba un águila imperial de un lado y el rostro del otrora emperador del otro, pensó -¡Un momento! Estas monedas están al doble de caída -cuando una moneda tiene el doble de caída es que la prensa que golpea para marcar la figura cayó sobre otra que estaba por debajo, las monedas le hacían pensar a María Lorenda que tenían una impresión diferente a la que miraba.
-¿Qué impresión tenían antes? -buscó de entre las demás monedas alguna que tuviera algún error o la impresión anterior al grabado actual, así lo hizo, no por mucho tiempo logró encontrar una ¡El águila republicana y del otro lado la cara de Benito Juárez! Se quedó bajo asombro.
-¡Rápido señorita ahora viene otra carreta también de cocheros armados! A distancia de una simple legua ¿Le atacaremos?
-¡Poneros en posición! A mi cuenta les caeremos encima.
Una carroza de cuatro jinetes a la romana con los corceles anclados al mástil que jala les hace mirar que la carga es pesada -¡Puede ser pólvora! -pensó María Lorenda.
-¡Al tiempo de mi orden todos les caemos encima!
¡Arrancaron desde la loma detrás del acantilado en el que se resguardaban! Y castigando de igual manera a las bestias se acercaron a velocidad en los flancos.
-¡Parad cochero o vuela tu cabeza de por medio! -indicó uno de los guardas de María Lorenda.
El cochero de inmediato sacó el rifle y antes de hacer la carga ¡Cayó de bruces a la tierra! Un atinado disparo le destrozó la cabeza.
-¿Otro más se hace el valiente? ¿Qué llevad ahí?
¡Nadie hizo de palabra alguna! El otro vigía traspasó el corazón del segundo, uno de los que quedaron con las manos en alto dijo:
-¡Llevamos un oro que no nos pertenece! Por piedad ¡Perdonandos la vida!
Continuará…