Capítulo V
Recuperar lo Robado
Cantina Las Delicias de Colón.
Cuando regresó el viandero ¡El lugar era un verdadero corral de bestias! Unos juegan a ver quien aguanta más golpes en el vientre, los más el póker y los ebrios a pedir la misma polka al pobre pianista que ya lleva tiempo tocando la misma melodía, cuando vieron llegar a las mujeres ¡El alboroto no se hizo esperar! Gritos, silbidos y se arremolinan para tratar de hacerse de las mujeres ¡Quiénes sabiendo que monedas traían! Se hicieron de besos y arrumacos ¡Para con todos! El general Escobedo observa el alboroto ¡Hasta consentía el desorden! Las risas y los gritos no dejaban lugar a la buena plática, en sus risas estaban cuando el viandero se acercó, haciendo una seña le indicó al general se acercara a una puerta que señalaba, a voz de susurro le indicó:
-¡Que he cumplido su cometido mi general!
-¿Qué dices? – sorprendido – me trajiste una de las doncellas de alcurnia de esta ciudad ¿Es posible que sea verdad?
-¡Sí mi señor! He cumplido, una hermosa joven que a fuerza de voluntad y después de amarrarle varios de mis hombres hemos logrado traer ¿Mi señor olvidará su promesa? Y si fuera verdad ¿Podría darme las monedas antes de que usted consuma su hecho?
-¡Tengo que mirarla! Reconoceré en sus finas manos la prueba de que son de abolengo ¡No hay campesina que pase por doncella con manos de labor! Si es verdad uno de mis soldados te llenará las botas hasta que rebocen las monedas ¡Cumpliré! – ya su voz se escuchaba garrasposa, llena de lujuria e ideas nubladas en su mente.
Entró el general al cuarto, en una silla amarrada y amordazada ¡María Lorenda Duque de las Casas imitando el forcejear! Dando gritos y maldiciones ¡Pero hermosa! Cálidos y carnosos pechos mostrados en el cenit de su ropa, con ojos relucientes y mirada inocente ¡Convencieron al general!
¡De inmediato dio la orden para que llenaran las botas del viandero de monedas de oro! mientras desabotonaba su chaqueta de grado y dejaba a un lado sus armas.
¡Mordió el anzuelo!
Se acercó a la joven, con el torso desnudo – que su complexión física distaba en mucho de su viril apariencia- le acarició sus rizados cabellos y trató de darle un beso a lo que la chica -coquetamente- trataba de evadirle sin dejar de sonreír un poco y hacerse la apenada.
-Disculpadme, señor le desconozco de prontas ¿Quién sois?
-¿Acaso no me reconoces? Soy quien ha desolado la región de extranjeros, el que hace y deshace a su voluntad por una patria – mientras trataba de besarle en la boca y María Lorenda evadía lentamente, tratando de encender al garañón -.
-Disculpadme, mi señor ¿Qué nombre debo recordar?
-¡El que Desees! ¿Quieres decirme general? Vamos hacedlo ¡Después de esta noche deberás inclusive tratarme ya como tu señor!
-¡Apostáis demasiado a tu gallardía general!
El general estaba encendido por la lozanía de María Lorenda, sus ojos y su voz encarecían cada vez más la posibilidad de que fuera tan sencillo hacerse de ella, una mujer que sabía lo que decía en el momento justo y dejándose cortejar -los hombres del viandero le habían dejado las manos sueltas para que reaccionara fácilmente- María Lorenda sabía que no podía levantar sospecha alguna, en final el propio general le desconocía.
-¿No cree qué es más sencillo de acercarse mi señor si logra soltarme?
El general ya no sabía de él ¡La joven le tenía abrumado! Sin decir más palabra le dejó sentir su hombría. En total y plena gallardía soltó a la chica de las muñecas y de las piernas. María Lorenda se levantó, se despojó del total de sus vestiduras de una manera lenta, para que quien le observaba tuviera sed de ella, dejando claro al general la capacidad de mujer que tenía de frente alineaba sus piernas a la silla y dejaba ver su sencillez de mujer, de manera que logró jalar con su mano al general, lo sentó ¡Ella se montó en total desnudez dejando llegar sus aromas hasta el más profundo sentido! Se balanceaba hacia delante y detrás ¡Haciendo que le volara la cabeza de hipnotizante clamor! Él le acariciaba y ella receptiva.
En el juego y con el consentimiento del general logró amarrarle los brazos por detrás de su espalda ¡Jugando y dejándose ver! Insinuaba formas y figuras que dejaban en alto su porte y candidez ¡Ella juega a besarle para después sentarse dándole la espalda! Se agachó y jugó a tomarle las piernas y también lograr amarrarlas.
-¡Sois más experta de lo que pensaba joven hermosa! – mientras el estómago le daba vueltas al general y su mente se retorcía de lograr ya tener a la chica desde sus adentros.
Ella solo le miraba y se acariciaba su cuerpo ¡En presuntuoso vaivén! Mientras aseguraba que los amarres no lograran hacerse de soltarse bajo ninguna manera. Al estar completamente segura, se volvió a montar sobre de él para seguir con su sensual movimiento de caderas y ahora sí ¡Hacerle probar sus labios! Que con dulce sabor cubre el rancio y pestilente hedor del general a tabaco, bajó sus manos para sentir la virilidad y con fuerza y desatino logró desabrochar el pantalón, sacando por completo el cinto, lo tomó con sus dos manos e hizo un gesto de fuerza ¡Mientras no dejaba de moverse! Se colocó detrás, de tal forma que ya no podía más y le suplicaba se tomaran mutuamente.
-¡Os lo suplico! Dejadme entrar y terminar con este juego que me está volviendo loco ¡Por piedad! – le indicaba el maniatado.
-Tened paciencia mi general.
¡En acto propio Escobedo comprendió de incesante sospecha! Reaccionó.
-¡Pero que demonios! ¿Cómo supiste que soy le general?
-Me lo comentó el viandero mi señor – no terminaba la frase cuando María Lorenda comenzó a besarle con dulce sabor ¡Nuevamente montada sobre de él! En el sinuoso vaivén de sus caderas.
Al tenerle de nuevo controlado se posó detrás de él, tomó el cinturón entre sus manos y con una fuerza bien controlada logró hacerle del cuello y apretarle con firmeza, mientras él creía era una nueva forma de placer.
-¡Maldito perro!
-¿Perdón? – asombrado el general reaccionó!
¡Ella apretó con más fuerza para que no lograra ni siquiera hacer un gemido fuerte!
-¡Escucha bien maldito perro! Soy María Lorenda Duque de las Casas ¡Hija del propio Don Fernando! Y de mi madre que tus hombres mataron ¡Doña Andrea! A la cual todavía le velamos – ¡El general sudaba frío y se sabía controlado por la situación! – no voy a tardar mucho en esto ¡Tengo la suficiente fuerza para fracturarte el cuello de un tirón! Sé de muchos conservadores que darían su fortuna completa por ver tu cabeza en una bandeja de plata ¡Soy capaz de cumplirles el capricho! Pero antes dime ¿Dónde está el oro que nos robaste? ¡Anda contesta!
Los sonidos guturales parecían negativa de decirle.
-¡Anda decidme o te parto en dos la garganta! -mientras sostenía la fuerza para que hablara pero no gritara.
¡En el tono más bajo logró susúrrale el general
-¡Me confundes! Nosotros no robamos el oro
-¡Vamos no te hagas pendejo! Tus hombres mismos nos lo dijeron ¿A dónde te lo llevaste?
-Ninguno de mis hombres te diría ¡Son leales a morir!
-Eso dura hasta que les muestras un costal completo de monedas de oro ¡Ahí se termina la lealtad! Decidme.
-¡Nunca!
María Lorenda apretó con todas sus fuerzas dejando caer su propio peso sobre el cuello del general ¡Ahí quedó! Con la cabeza en extremo de lado ¡Fuera de su lugar! Comprendió la joven que lo había lastimado. De forma sencilla y sin tomarse más tiempo se fue vistiendo, dando algunas patadas al cuerpo para ver si reaccionaba. Una vez ya preparada tomó el cuerpo y lo desamarró, lo colocó en el catre que habían dispuesto, vació de una botella todo el licor en la cara, dejó los pantalones en los tobillos y le cubrió con una cobija que encontró en el suelo.
De sus ropas tomó la pistola, los tiros, sus credenciales y cuando observó el carnet descubrió la identidad completa:
Filomeno de García Padilla, primer capitán de infantería, cuerpo del escuadrón tercero del Ejército del Norte.
-¡Chinga tu madre! Es el simulador ¡Me lleva la chingada!
Ya en otras ocasiones María Lorenda le había escuchado a su padre Don Fernando que el general Mariano Escobedo tenía dos personas idénticas a él que les llamaban ¨Los simuladores¨ eran capitanes de un exagerado parecido que hacían de la presencia en todo el ejército del general, así, cuando había largas filas de regimiento desde diferentes flancos un simulador lograba dar la orden que previamente se había otorgado ¡Creyendo el batallón que era el propio! Con esto el orden y la disciplina no se perdían, dentro de otros beneficios por tal condición.
-¡Pero que pendeja he sido! No me lo voy a perdonar.
En ello tuvo que reaccionar pronto, tocó a la puerta para que le abrieran.
-¡Se ha quedado profundamente dormido! -les dijo a los cuidadores -¡Que se ha esforzado en demasía! – se acercó al viandero en medio de la rechifla y el escándalo de su presencia – ¡Rápido llevadme a la casa! Esto se pondrá mal.
El cantinero tomó a dos de sus hombres y con prisa salieron a la polvorosa calle.
-¡Rápido llevad a la señorita a su casa! No hablen con nadie ¡Ella les dará más instrucciones!
Tomaron a la joven, le subieron a la carreta, dentro ya empezaban los rijosos a hacer de las suyas, unos juegan a ver quien aguanta más golpes en el vientre, los más el póker y los ebrios a pedir la misma polka al pobre pianista que ya lleva tiempo tocando la misma melodía.
Continuará…